Escritos de tu nombre

Ángela de Mela es una escritora cubana. Hace unos meses, presentó en México su libro titulado “Escritos de tu nombre”, cuya poesía trata sobre la trascendencia y el amor humano a Dios.

¿Me puedes ayudar presentándote?

Mi nombre es Ángela de Mela. He nacido en la Habana y sigo viviendo ahí. Me dedico a la literatura, porque aunque me gradué de Historia en la Universidad de la Habana, he transcurrido toda mi vida en los medios literarios.

Acabas de publicar un libro. ¿Cómo se llama? ¿De qué trata?

El libro se titula: Escritos de tu nombre. Dentro del mismo título, va implícita la temática. Es poesía de carácter religioso dedicada a Dios. Si te digo más, te puedo decir que su centro es la trascendencia; ese mirar hacia la trascendencia que está, de alguna manera, en la naturaleza humana.

El camino de la desesperanza, porque no pensé nunca que esto iba a tomar cuerpo en un libro publicado.

¿Cómo nació la idea de escribir este libro?

Tengo una formación católica de familia, y mucha admiración por otros escritores cubanos que me han antecedido y que han tocado este tema. Autores como Dulce María Loinás, con la que tuve la gran suerte de compartir una hermosa amistad; José Lima, aunque brevemente, también lo conocí; Eliseo Diego fue muy amigo mío –él tuvo una editorial aquí, en Ciudad de México– y escribió mucha poesía para Dios.

En fin, he tenido mucha cercanía con estos escritores que trabajaron esta temática en poesía. Desde luego, nunca pensé que iba a tener un libro, un cuaderno totalmente dedicado a esta temática. Esto fue naciendo poco a poco y lentamente. Como sucede con la poesía siempre o casi siempre, va lentamente poniéndose en el mundo, porque hoy haces un texto y mañana otro; así, te das cuenta que tienes un mundo, una relación de ideas, un universo poético. Me siento muy agradecida con Dios por haber podido escribir para mi Isla siguiendo esta tradición católica. Me siento muy agradecida por haber podido escribir estos versos, que desde luego pongo, o he querido poner, en los códigos actuales de la poseía.

¿Nos podrías contar cómo fue la historia desde que decidiste escribir este libro de poesía hasta la fecha de su publicación? ¿Qué camino seguiste?

El camino de la desesperanza, porque no pensé nunca que esto iba a tomar cuerpo en un libro publicado. Tengo muchísimos textos dentro de mi ordenador personal que se van acumulando y que no ven la luz, desde el punto de vista editorial. Así que gracias a unos amigos que tenemos aquí en México, Paz Gutiérrez Cortina y Alejandro Fernández Cueto, y a toda su familia, se ha producido este milagro: que se haya publicado un libro que me parecía inconcebible que viera la luz. Gracias también a la Universidad Panamericana y a la editorial DR.

(...)la entrañable ternura escrita por su nombre”. Porque en realidad los hijos nos traen esa ternura entrañable escrita por el nombre de Dios.

¿Cómo nace tu inspiración para escribir poemas?

Siempre me he referido a ese momento de escribir como el “trance poético”, que no me abandona incluso en los momentos de elaboración. No elaboro nunca y elaboro mucho, porque como te decía, me interesan los códigos actuales contemporáneos de la poesía y, sobre todo, utilizar esos códigos contemporáneos de la poesía para poner temas de la trascendencia, para poner el tema de Dios, de la religiosidad. Solemos estar acostumbrados a leer estos temas en los clásicos. Poner el tema de Dios en los códigos de la poesía contemporáneos es precisamente el reto, no que me propuse, sino que me tomó en ese trance poético.

Yo digo “trance poético”, pero creo que –estoy segura– es el Espíritu Santo, y más en este libro. El Espíritu Santo es quien me ha acompañado, quien me ha regalado, porque cuando escribimos un verso, y sabemos que está poéticamente bien elaborado, nos damos cuenta de que hay un más allá siempre. Algo que nos ha acompañado nos ha servido de milagro: es lo milagroso que vemos ante nuestros ojos. De pronto podemos incluso decir: “no lo hemos escrito nosotros. Se ha puesto Él, está ahí”. No sentimos, en ese sentido, la vanidad de “somos escritores, hemos hecho este libro”. Con toda humildad son las palabras que ha puesto esa trascendencia en nuestros labios, en nuestro verbo, porque el verdadero y único Verbo es Dios.

¿Qué le dirías a la gente que quiere comprar tu libro? ¿Qué recomendación le harías?

Primero que lo compraran, desde luego. Y después, que tuvieran una zona de silencio para leerlo en esos códigos porque, como te decía, no utilizo mucho en los textos la puntuación; hay que irse llevando por el sonido. Hay que leerlo una y otra vez para paladearlo dentro, porque los poetas escogemos las palabras como joyas, como gemas preciosas: las ponemos aquí o allá, y entonces ese mismo movimiento interior que tuve puede llegar al lector. Sobre todo a esos lectores jóvenes, que están ávidos de buscar esa trascendencia en poesía. Porque la poesía no es un efecto placebo, la poseía nos levanta, la poseía nos defiende, la poesía nos responde con la identidad.

Poner el tema de Dios en los códigos de la poesía contemporáneos es precisamente el reto, no que me propuse, sino que me tomó en ese trance poético.

Todos los escritores tienen como un texto consentido, al que más cariño le han tomado. ¿Tú tienes uno?

Ciertamente tengo un libro que quiero muchísimo, que nació en un viaje a Varadero. Es un lugar bello de mi isla, es una playa. Una playa que en los momentos que lo visitábamos estaba muy virgen; en algunos lugares aún lo es. El libro se publicó en el 2012, pero ya venía andando dentro de mí como desde el 2008 o 2009. Durante esos viajes que hicimos mi marido y yo a Varadero, observaba aquellas imágenes preciosas de un pececillo en la orilla inmediata del mar donde estaba esa arena diluida en el agua totalmente transparente. Aquél pececillo con su cola, vivía moviendo esa agua de cercanía. Esa imagen fue elaborándose dentro de mí; yo pensaba que debía elaborarla con una levedad total, con un espesor literario, pero con una levedad aparente total.

Fue un empeño estético que luego me di cuenta que también tenía un tema importante: el amor humano. El amor humano teniendo como centro a Dios. Este libro se titula Península de Hicacos porque ese es el nombre geográfico que tiene Varadero. Es un libro dedicado a mi marido.

El libro que acabas de publicar, ¿tiene alguna dedicatoria especial?

Me gustaría referirme a que este libro tiene un prólogo de uno de los más importantes críticos cubanos vivos, Enrique (Sainz). Él es miembro de la Academia Cubana de la Lengua; además, es una persona muy preclara, muy lúcida, y ha sido estudioso, justamente, de estos poetas que, como te comentaba, son el antecedente inmediato que tengo en el tema de la poesía religiosa. Enrique ha estudiado mucho a estos autores, así que he tenido la satisfacción y el privilegio de que me acompañe en este libro con unas palabras, a manera de prólogo, escritas por él mismo. El libro está dedicado de esta manera: “para mi hija Senia, (mi única hija), para mi nieto Antonio José (es mi único nieto), la entrañable ternura escrita por su nombre”. Porque en realidad los hijos nos traen esa ternura entrañable escrita por el nombre de Dios.

¿Puedes leernos algún poema o algún párrafo del libro?

Si es que el mundo ha dejado tus honderos

qué ganancias nos hacen las deudas que te debe

si no existe sustancia que no sea de ti

los labios que por fríos no alcancen pronunciarte

quietos son alabanzas

y perdonas la ofensa

y aún esperas vaciarnos de porciones vacías

y aún esperas llenar lo que se ha vuelto raro

amor que vas celoso y escrito

y sustentas y mueves

sin que nada nos falte

amor para que ampares el territorio tuyo

no necesitas una sola palabra

y debemos tus cantos

un de pronto sin prisas

una paloma

un lirio

una hoja de cerca

o una rosa a distancia

solo es muda cuartada

que traduce tu idioma.

Apéndice

El libro también recoge ese vacío que nos da la creencia en el mundo actual. Pero no está mirado desde el punto de vista de la queja. Siento siempre que la queja es muy improductiva, que es un defecto del carácter. Está mirado desde el punto de vista de la necesidad: que se entienda que el hombre con ese vacío es algo que todavía espera. Porque Dios siempre espera, porque Dios es la caridad absoluta y espera del hombre, espera que la persona sea capaz de llenar ese vacío, y qué mejor que la poesía para poder ayudar con palabras. Es un mínimo ejercicio de la palabra y de nuestro corazón, para contribuir a que se llene algo del vacío que tenemos en el mundo contemporáneo.