«Era un ambiente de fiesta»

A diez años de distancia, cuatro mexicanos recuerdan cómo vivieron la canonización de San Josemaría.

Ana Luisa:

Yo tuve la oportunidad de ir con un grupo de voluntarias. Son una fiesta porque era una fiesta como se sentía en la Plaza de San Pedro. Veías a personas de todas las edades, nacionalidades, tamaños, colores, idiomas, y sabíamos que estábamos ahí hablando de lo mismo. Era un trabajar durísimo. El trabajo de las voluntarias era servir pasándosela muy bien. Pero yo diría, sin duda, que lo que más me impactó es el cariño de Dios y para Dios que se sentía en la Plaza de San Pedro.

Josemaría:

La canonización fue como una culminación, para mí, de lo  que fue la beatificación, pues es ver ya a San Josemaría como el Santo de lo ordinario, como dijo Juan Pablo II.

Rocío:

Tuve la suerte de participar en la canonización, de acudir a la canonización, con mi esposo y mis cinco hijos. Todo el ambiente que vivimos fue, yo lo puedo pues concretizar en que fue un ambiente de fiesta. Me impactó realmente muchísimo cómo fue el momento de la Consagración,  los que nos pudimos hincar, nos hincamos, que era casi toda la plaza; y el silencio absoluto que ahí viví fue impresionante, no oías de verdad la que había llevado al niño, la que había llevado a los bebés de carriola, no oías un llorido, no oías nada.

Francisco:

Echamos un volado varias personas que vivíamos en la casa del Opus Dei, varios numerarios, para ver quien se quedaba a cuidar la casa. Teníamos que quedarnos dos o tres, los demás se iban a la canonización de San Josemaría. Yo perdí, me dolió, yo sinceramente quería estar ahí era un momento histórico, un momento muy importante y quería estar con mucha gente querida que sabía que iba a estar en la Plaza de San Pedro. ¿Qué hice? Pues nos quedamos sólo tres en la casa y nos paramos a las 2 ó 3 de la mañana a ver la transmisión en vivo y así estuvimos hasta la madrugada. Yo me sabía, a pesar de la distancia, en la Plaza de San Pedro porque notaba una vitalidad en esa plaza o un espíritu o una sensibilidad que yo compartía plenamente.