El valor del tiempo: modo médico ON

Acaba de pasar la fiesta de la Virgen de Guadalupe. Día de fiesta para México: fiesta grande, aunque éste 2020 la Basílica haya permanecido vacía. Quizá en esto pensaría Gregorio mientras caminaba por el pasillo de un hospital en Monterrey. O tal vez tendría la imaginación fija en la ilusión por regresar a casa después de un día de guardia. Haya sido lo que haya sido, sus pensamientos se vieron interrumpidos al toparse con una enfermera que llevaba en brazos una imagen de la Virgen de Guadalupe.

Con curiosidad, Gregorio preguntó por el destino de la imagen. «Hoy en la noche vamos a rezar un rosario, pues el 12 de diciembre no estuvimos en el hospital», respondió la enfermera. «Está usted invitado». Gregorio tuvo que declinar la invitación, pero al despedirse, regaló a la enfermera algunas estampas de la Virgen que llevaba en la mochila. La enfermera, con una sonrisa, le entregó una bolsa de galletas: «Bueno, no se va a quedar al Rosario, pero tome unas galletas, como si lo hubiera rezado». Cosas que pasan. Detalles de la Morenita.

«Tienes que ingeniártelas para hacer de todo»

«Lo que tenemos que decidir es qué hacer con el tiempo que nos ha sido dado». J.R.R. Tolkien sabía que el tiempo vale en la medida en la que disponemos de él para darlo a los demás. Gregorio está en su primer año de la especialidad en Traumatología y Ortopedia. Entre sus días de guardia, el trato con pacientes y familiares, y el modo pandemia, sus horarios «han estado un poquito complicados», admite con buen humor. «Tienes que ingeniártelas para hacer de todo». Como un malabarista, se trata de jugar con varias pelotas a la vez: subir a quirófano y bajar para dar seguimiento a los pacientes; comer y dar consulta. «También procuro tener ratos de oración durante el día. Mientras anestesiología está lavando al paciente, rezo algún misterio del rosario; o mientras espero a que llegue el cirujano, aprovecho para rezar algo».

Durante su recorrido habitual por los pasillos, Gregorio piensa en el Sagrario que hay en la capilla del hospital. «Para cuidar mi vida de piedad, lo que me ayuda es mantener la presencia de Dios durante el día. Pensar en el Sagrario me ayuda a hacer todo por amor a Él, que es al final lo que quiero hacer con mi vida».

Gregorio después de jugar basketbol con sus amigos

Sus compañeros de la especialidad se dan cuenta y preguntan. «A través de mi amistad con ellos es como les he ido dando a conocer un poco mi relación con Dios, de por qué pienso como pienso y vivo como vivo». Consejos en un momento de necesidad. Una broma después de ese día particularmente intenso. Un partido de básquetbol. En el norte del país, las carnes asadas no pueden faltar. «A mí, me gusta mucho cocinar, especialmente estar detrás del asador. Un día, invité a mis amigos de la especialidad a mi casa, un centro del Opus Dei. Ayudó mucho para que entendieran mejor lo que vivo». El compañero puede no entender, pero el amigo sí.

«Estos meses me han llevado a redescubrir el verdadero valor de las cosas, que quizá a veces se puede perder con el ajetreo del día a día o por la rutina»

Gregorio es el segundo de cuatro hermanos. Con cuatro niños en casa, las heridas no faltaron. «Recuerdo que, cuando era chiquito, me gustaba ayudar a mi mamá cuando alguno de nosotros se lastimaba o se enfermaba. Mi mamá tenía una libreta donde anotaba las indicaciones del pediatra; yo revisaba esa libreta y le recordaba: “Ya le toca la medicina a Nicolás”, o “le toca revisión a Mateo”. Luego, me di cuenta de que la medicina es un campo enorme para servir a los demás».

El tiempo vale en la medida en la que disponemos de él para darlo a los demás. Como uno de sus autores favoritos, Gregorio también lo sabe: «Estos meses me han llevado a redescubrir el verdadero valor de las cosas, que quizá a veces se puede perder con el ajetreo del día a día o por la rutina». Sonreír cuando no se tiene ganas. Escuchar con paciencia y explicar con sencillez. Atender a cada persona como si fuera el único pendiente del día. El hospital puede ser un campo de batalla, pero también es escenario de grandes entregas y de sacrificios pequeños que pasan desapercibidos. «Al final, estamos para servir a los demás. Tratamos con la vida de las personas. Es lo más preciado que podemos tener, ¿no?»