El Papa Franciso en Ciudad Juárez: misa y saludo final

Francisco celebró la Eucaristía en el área de la Feria de Ciudad Juárez, muy cerca de El Paso. Miles de personas se congregaron en ambos lados de la frontera para participar en la misa y para escuchar sus últimas palabras en México.

El Papa Francisco celebró su última misa en nuestro país en Ciudad Juárez, muy cerca de la frontera con Estados Unidos. Antes de dar inicio a la celebración eucarística, el Papa, en El Punto, bendijo a las personas congregadas en El Paso, en la orilla del Río Bravo, así como unas cruces que representan a los migrantes muertos en la frontera.

Después de las lecturas de la misa, el Papa pronunció la homilía en la que relacionó la advertencia que Dios envío con Jonás a los habitantes de Nínive con la misericordia divina.

“La misericordia rechaza siempre la maldad, tomando muy en serio al ser humano. Apela siempre a la bondad dormida, anestesiada, de cada persona. Lejos de aniquilar, como muchas veces pretendemos o queremos hacerlo nosotros la misericordia, se acerca a toda situación para transformarla desde adentro. Ese es precisamente el misterio de la misericordia divina. Se acerca e invita a la conversión, invita al arrepentimiento; invita a ver el daño que a todos los niveles está causando. La misericordia siempre entra en el mal para transformarlo".

El Papa también dijo en su homilía que siempre hay posibilidad de cambio, que estamos a tiempo de reaccionar y modificar aquello que nos destruye como pueblo y lo que nos degrada como humanidad. “La misericordia nos alienta a mirar el presente y confiar en lo sano y bueno que late en cada corazón. La misericordia de Dios es nuestro escudo y nuestra fortaleza”.

El Papa también habló sobre la situación de los migrantes de Centroamérica y México que buscan cruzar hacia Estado Unidos.

“No podemos negar la crisis humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas, ya sea por tren, por carretera e incluso a pie, atravesando cientos de kilómetros por montañas, desiertos, caminos inhóspitos. Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que encima sufren estas formas de violencia, injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos ‘carne de cañón’, son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas. ¡Y qué decir de tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado injustamente la vida.

”Pidámosle a nuestro Dios el don de la conversión, el don de las lágrimas, pidámosle tener el corazón abierto, como los ninivitas, a su llamado en el rostro sufriente de tantos hombres y mujeres. ¡No más muerte ni explotación! Siempre hay tiempo de cambiar, siempre hay una salida y una oportunidad, siempre hay tiempo de implorar la misericordia del Padre.

Al final de su homilía, el Papa afirmó, ante miles de personas congregadas en Ciudad Juárez, en la frontera y en el estadio de la Universidad de Texas en El Paso, que “es tiempo de conversión, es tiempo de salvación, es tiempo de misericordia”.

Después de la misa, el Papa pronunció su saludo final en el que agradeció la acogida y hospitalidad del pueblo mexicano. Recordó que a lo largo de sus trayectos pudo ver a muchos bebés y que sintió ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido. Pidió cuidar de los niños que son el futuro de México

El Papa concluyó sus intervenciones en nuestro país diciendo que México no se entiende sin la Virgen de Guadalupe y pidió que rezáramos por él.