El Papa Francisco en Michoacán: misa y encuentro con los jóvenes

En su quinto día de actividades por nuestro país, el Papa visitó el estado de Michoacán, donde celebró una misa con sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados y seminaristas, y tuvo un encuentro con la juventud mexicana.

En el estadio Venustiano Carranza de Morelia, el Papa pronunció una homilía a los sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados, seminaristas en la que habló sobre aprender a hacer oración y sobre vivir diciendo “Padre nuestro”.

"Jesús quiso introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró –comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando– qué significa ser Hijo de Dios. Los invitó a compartir su vida, su intimidad y estando con Él, los hizo tocar en su carne la vida del Padre. Los hace experimentar en su mirada, en su andar la fuerza, la novedad de decir: 'Padre nuestro'. En Jesús, esta expresión, 'Padre Nuestro', no tiene el 'gustillo' de la rutina o de la repetición, al contrario, tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad. Él supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: 'Padre nuestro'".

En Morelia también habló sobre la tentación que puede aparecer en ambientes dominados por la violencia, el tráfico de drogas, la corrupción, el desprecio por la dignidad de las personas, la precariedad y la indiferencia ante el sufrimiento: la resignación.

"Y frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. '¿Y qué le vas a hacer? La vida es así'. Una resignación que nos paraliza, una resignación que nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras 'sacristías' y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar, nos quita la alegría, el gozo de la alabanza. Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar".

En la homilía, Francisco recordó a Vasco de Quiroga, misionero español que trabajó entre los indios purépechas en el siglo XVI.

"Con ustedes quiero hacer memoria de este evangelizador, conocido también como Tata Vasco, como 'el español que se hizo indio'. La realidad que vivían los indios purépechas descritos por él como 'vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las arrebañaduras tiradas por los suelos', lejos de llevarlo a la tentación y de la acedia de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de 'respiro' ante esta realidad tan paralizante e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta. Y eso le ganó el nombre entre los indios del 'Tata Vasco', que en lengua purépecha significa: Papá.

Concluyó su homilía pidiendo a Dios que no nos permita caer en la tentación de la resignación y del olvido de los mayores que con su vida han enseñado a decir “Padre nuestro”.

Encuentro con los jóvenes

Después de su encuentro con los niños en la Catedral de Morelia, el Papa se reunió con jóvenes en el estadio Morelos. Ahí escuchó las intervenciones de cuatro jóvenes de distintas partes de la República, quienes le hablaron sobre temas como la familia, la violencia, las redes sociales y la amistad que se puede construir con Jesús, en quien podemos tener verdadera esperanza. Y a Francisco se le llamó amigo, alegría del Evangelio, esperanza que anima e imagen de una Iglesia en que se cree.

Ante miles de jóvenes emocionados, Francisco habló sobre distintos temas, pero repitió a lo largo de su discurso tres palabras: riqueza, esperanza y dignidad. Afirmó que los jóvenes son la riqueza de México, que la esperanza viene de Jesús y que hay que caminar siempre con la frente en alto, con la dignidad de cristianos.

“Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la riqueza de esta tierra. Cuidado, no dije la esperanza de esta tierra, dije: ‘Su riqueza»’.

”Una montaña puede tener minerales ricos que van a servir para el progreso de la humanidad, es su riqueza pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza con el trabajo como hacen los mineros cuando van sacando esos minerales. Ustedes son la riqueza, hay que transformarla en esperanza.

Francisco, retomando la idea de uno de los jóvenes que hablaron en el encuentro, dijo que la esperanza empieza en casa, al valorarse uno mismo. “Sentir el mañana, no podemos sentir el mañana si primero uno no logra valorarse, si no logra sentir que su vida, sus manos, su historia vale la pena. Sentir, eso que Alberto decía que con mis manos, con mi corazón y con mi mente puedo construir esperanza. Si yo no siento eso, la esperanza no podrá entrar en mi corazón. La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido, y para eso es necesario el ejercicio de empezar ‘por casa’, empezar por sí mismo. No todo está perdido. No estoy perdido, yo valgo, yo valgo mucho”.

Sin embargo, explicó que la esperanza también puede ser amenazada cuando alguien siente que no le importa a nadie o que ha sido echado a un lado, y que hay discursos que desvalorizan, que arrugan el corazón y que hacen sentir a las personas como si fueran de cuarta.

“Esa es la gran dificultad para la esperanza cuando en una familia, sociedad o escuela o en un grupo de amigos te hacen sentir que nos les importás. Y eso es duro, es doloroso ¿pero eso sucede o no sucede? ¿sí o no? Sí, sucede. Eso mata, eso nos aniquila y esa es la puerta de ingreso para tanto dolor. Pero también hay otra principal amenaza a la esperanza, la esperanza de que esa riqueza que son ustedes crezca y dé su fruto. Y es hacerte creer que empiezas a ser valioso cuando te disfrazas de ropas, marcas, del último grito de la moda, o cuando te volvés prestigio, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no cree que seas digno de cariño, digno de amor. Y eso tu corazón lo intuye”.

Francisco también se refirió a la situación que viven los jóvenes, pero afirmó en repetidas ocasiones que los ellos son la riqueza de México.

“Y entiendo que muchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos continuamente expuestos a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror. Es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno. (…) Es difícil sentirse la riqueza de un lugar cuando, por ser jóvenes, se los usa para fines mezquinos, seduciéndolos con promesas que al final no son reales, son pompas de jabón. Y es difícil sentirse rico así. La riqueza la llevan adentro, la esperanza la llevan adentro pero no es fácil por todo esto que les estoy diciendo que es lo que dijeron ustedes”.

Al igual que en otros encuentros con jóvenes, Francisco insistió en no perder la capacidad de soñar. Agregó que Jesucristo es quien despierta en todos el encanto de disfrutar, soñar y trabajar juntos, quien invita a convertir el corazón, y con quien se pude entender que es mentira que la única forma de ser joven es dentro del narcotráfico y con aquellos que siembran destrucción y muerte.

“Eso es mentira y lo decimos de la mano de Jesús. Es también de la mano de Jesús, de Jesucristo el Señor que podemos decir que es mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes aquí es la pobreza, la marginación; en la marginación de oportunidades, en la marginación de espacios, en la marginación de la capacitación y educación, en la marginación de la esperanza”.

Casi al final de su intervención, el Papa pidió a los jóvenes no dejarse excluir y no dejarse tratar como mercancía. Los invitó a ser luz y sal en medio de sus amigos, en sus comunidades y en medio de la familia, que es la base de una gran nación y el lugar donde se aprende a ser cercanos y solidarios.

Como es habitual, al final de su discurso el Papa pidió que rezaran por él.