El Papa en Ciudad Juárez: visita al Cereso No. 3 y encuentro con el mundo del trabajo

En su último día de actividades en nuestro país, el Papa estuvo en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde visitó el Cereso número 3.

Como ha hecho en otros viajes, Francisco visitó una cárcel en el marco de su visita a México. Ahí visitó la capilla penitenciaria y dejó, como regalo a los presos, un crucifijo hecho de cristal. Dijo que Cristo en la cruz es la fragilidad más grande de la humanidad. Después, el Papa escuchó a una interna que le manifestó sus dolores, pero también sus aspiraciones y esperanzas.

Por su parte, el Papa dirigió un discurso a los presos en el que habló sobre la misericordia y sobre la importancia de no olvidar la vida de las personas y de aquellos que han sufrido a causa de los círculos de violencia.

“Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia. Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia”.

Francisco afirmó que la misericordia permite recordar que las cárceles son un síntoma de silencios que han sido provocados por la cultura del descarte, de una cultura que dejó de apostar por la vida y de una sociedad que abandonó a sus hijos. La misericordia, sostuvo el Papa, también recuerda que la reinserción no comienza en las cárceles, sino en las calles de la ciudad, con la creación de sistemas que busquen prevenir las situaciones que deterioran el tejido social.

“A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos, familiares que llevaron a una persona a determinada actitud. El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causes estructurales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social”.

Explicó que celebrar el jubileo de la misericordia en el Cereso número 3 es “aprender a no quedar presos del pasado, del ayer. Es aprender a abrir la puerta al futuro, al mañana; es creer que las cosas pueden ser diferentes. Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es invitarlos a levantar la cabeza y a trabajar para ganar ese espacio de libertad anhelado”. Animó a los presos a no preguntarse ¿por qué estoy aquí?, sino a preguntar ¿para qué estoy aquí?, y les dijo que ellos, que han sufrido el dolor al máximo, pueden volverse profetas en su sociedad”.

Al final de su intervención, el Papa rezó con los presos y les dijo que perdonaran a la sociedad que no supo ayudarlos.

Encuentro con el mundo del trabajo

Después de su visita al Centro de Readaptación Social, el Papa mantuvo un encuentro con el mundo del trabajo en el Colegio de Bachilleres del Estado de Chihuahua, donde escuchó algunas intervenciones relacionadas con la situación laboral.

En su discurso, el Papa Destacó que estaba ante la presencia de distintas organizaciones de trabajadores y gremios empresariales unidos por una misma responsabilidad: “buscar generar espacios de trabajo digno y verdaderamente útil para la sociedad y especialmente para los jóvenes de esta tierra. Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos los jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, y esto genera tanos casos, tantos casos de situaciones de pobreza. Y esta pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que hoy no nos podemos dar; no se puede dejar sólo y abandonado el presente y el futuro de México”.

Agregó que la mentalidad reinante “provoca la pérdida de la dimensión ética” y que hace que se olvide que la mejor inversión que se puede hacer es invertir en las personas y en sus familias, y crear oportunidades. También dijo que esa mentalidad “pone el flujo de las personas al servicio el flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos para usar y tirar y descartar”.

“La única pretensión que tiene la Doctrina Social de la Iglesia –añadió- es velar por la integridad de las personas y de las estructuras sociales. Cada vez que, por diversas razones, ésta se vea amenazada, o reducida a un bien de consumo, la Doctrina Social de la Iglesia será voz profética que nos ayudará a todos a no perdernos en el mar seductor de la ambición”.

Ante el mundo del trabajo el Papa planteó una serie de preguntas sobre el futuro de México y el futuro que quiere dejarse a las siguientes generaciones: “¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría podemos coincidir. Ese es precisamente nuestro horizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar. (…) ¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo de esclavo? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria del trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar? Tres ‘t’: trabajo, techo y tierra”.

Francisco también afirmó que el capital no es un bien que está por encima del hombre, sino al servicio del bien común, pero que cuando el bien es forzado a servir al lucro y al capital, lo que se genera es exclusión, con lo que se consolida la cultura del descarte.

Concluyó su intervención invitando a soñar en un México donde no haya personas de primera o segunda y donde se reconozca la dignidad de hijo de Dios en el otro y donde los padres tengan tiempo de jugar con sus hijos.