El director de esa gran escena: Don Pedro Casciaro

Hemos podido disfrutar desde el primero de mayo hasta el 23 de junio de muchísimas de las palabras, mensajes y anécdotas sucedidas en torno al histórico viaje que san Josemaría Escrivá de Balaguer realizó a México hace cincuenta años.

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Siguiendo aquella máxima que el fundador del Opus Dei vivió en primera persona: “hacer y desaparecer, que sólo Jesús se luzca”, hubo alguien que por sus cualidades humanas, capacidad de organización, sentido de previsión y cuidado de los pequeños detalles, y sobre todo, por su fidelidad a su vocación en el Opus Dei y lealtad incondicional hacia san Josemaría, fue factor indudable del éxito de ese viaje: Don Pedro Casciaro, pero que sin embargo pareciera que es el director de escena desconocido, que no figura frente a los reflectores de este acontecimiento.

San Josemaría y don Pedro Casciaro en Jaltepec en junio de 1970.

El padre Casciaro se enamoró de México desde la primera vez que pisó suelo mexicano en 1948 con el encargo del Fundador de ver en cual de los países americanos podría iniciarse la expansión del Opus Dei fuera de Europa. Don Pedro comenzó la labor apostólica del Opus Dei en México contando solamente con la bendición de san Josemaría y una imagen de la Virgen del Rocío que fue como la primera piedra que le dio el Fundador para tan imponente misión y que se conserva en Montefalco. Su cariño por México se mantuvo incluso en esos años en que su fidelidad al espíritu del Opus Dei le llevara a vivir en Roma, España o África, por encargo de san Josemaría. Finalmente regresó definitivamente a México en 1966 como consiliario, cargo que ocupaba en 1970 cuando Mons. Escrivá quiso ir a rezar frente a la Virgen de Guadalupe.

En el libro del padre Rafael Fiol titulado: Pedro Casciaro: Hasta la Última Gota, así como en otros dos libros por demás recomendables: el de Margarita Murillo: Una Nueva Partitura y una autobiografía del propio don Pedro titulada Soñad y Os Quedaréis Cortos, quedan relatadas muchas de las anécdotas de tantísimos detalles que tuvieron que ser considerados antes, durante y después de ese viaje histórico y en donde las virtudes personales del padre Casciaro fueron determinantes.

Con san Josemaría y don José Luis Múzquiz en Roma.


Después del viaje de san Josemaría a México –sin duda, una de las etapas más felices de su vida al ver cumplido un sueño largamente esperado--, todavía quedarían a don Pedro muchos años de trabajo pastoral.Una vez que dejó su responsabilidad como consiliario, se dedicó a diversas tareas pastorales, como uno más, hasta su muerte en 1995.