Don Rogelio Jiménez Jiménez: Profesor

Un auditorio en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí lleva el nombre de Don Rogelio Jiménez Jiménez.

Dar al auditorio su nombre fue «el reconocimiento a su labor callada, casi imperceptible, como lo fue su voz, su hacer».

El 12 de septiembre se presentó en el Auditorio Rogelio Jiménez Jiménez, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Lo desconocido es entrañable. Arte y vida en Octavio Paz, de Rafael Jiménez Cataño. Aunque el libro tiene indudablemente su interés, es probable que a muchos haya parecido más relevante el hecho de que el autor lo presentara en un auditorio que lleva el nombre de su padre.

Rogelio Jiménez Jiménez, Químico Industrial, fue profesor durante muchos años en la Escuela de Ciencias Químicas de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. En los años sesenta fue también Director, pero lo que movió a muchos exalumnos suyos a solicitar que el nuevo auditorio llevara su nombre fue su labor docente y su dedicación a los alumnos, de quienes casi diariamente recibía visitas en su casa para continuar las conversaciones iniciadas en las aulas.

El Profesor Jiménez fue testigo y actor de los grandes cambios que transformaron y pusieron los cimientos de la universidad.

Nació y creció en el Mineral de Palau, Coahuila, donde su padre trabajaba en las minas de carbón, como todos los demás habitantes. La familia gozaba de una holgura económica que permitía que el pequeño Rogelio pudiera usar zapatos, aunque por solidaridad con sus compañeros prescindía con frecuencia de ellos. Durante sus años universitarios en San Luis Potosí, cuando volvía a casa en vacaciones, él  trabajaba también en las minas. Su generación de Química Industrial estaba constituida por tres alumnos, y en la misma escuela conoció a Esther, de la Ciudad de México, que estudiaba para Química Farmacobióloga y con quien contraería matrimonio.

No se trata por tanto de una familia potosina «de abolengo», pero para valorar su presencia en la sociedad potosina, basta pensar en los siete hijos: dos profesores investigadores de la UASLP, el director de un colegio prestigioso (Colegio Real de San Luis), el fundador y director de una empresa de instalaciones eléctricas que ha intervenido en obras de mucho calibre (es decir, no sólo casas, sino industrias, museos, universidades…), el papá de dos elementos de la orquesta sinfónica del estado, la mamá de una niña de ocho años que desde que tenía seis escribía cuentos y poesías, y ahora cuenta ya con un libro.

Don Rogelio es, sobre todo, un cristiano coherente, un hombre de fe.

En la semblanza que se hizo del Ing. Jiménez -el Ingeniero, el Maestro, Don Rogelio o, según las más recientes generaciones, Don Roger- se señaló que el acto era «el reconocimiento a su labor callada, casi imperceptible, como lo fue su voz, su hacer», y que «él fue testigo y actor de los grandes cambios que transformaron y pusieron los cimientos de la universidad que hoy nos toca ver y vivir». Al destacarse el papel relevante de su esposa en toda esta labor, la encargada de la laudatio quiso fijar su atención en lo que se puede observar en la actualidad: «entrar a esa casa es penetrar en un remanso de paz, de luz, es comprobar que el cielo puede tocarse aquí en la tierra, devuelve la fe en el hombre y la esperanza de que Dios sigue vivo entre nosotros y puede triunfar el bien y ellos dan testimonio real de Su presencia, pues Don Rogelio es hombre de ciencia y de fe».

Esta capilaridad de la vida cristiana se alcanzó de manera paulatina, pues, aunque bautizado desde pequeño, no tuvo una auténtica práctica religiosa antes de la universidad y el matrimonio. Más adelante conoció el Opus Dei, al que se incorporó después de algunos de sus hijos. Él mismo comenta cómo la llegada tardía de la profundización en el misterio cristiano hace que su mente, acostumbrada a enfrentarse con los enigmas de la Naturaleza y a enseñar lo que ha conseguido vislumbrar, se ejercite también en la elucidación de los misterios de la fe, viviendo de una manera espontánea la realidad de una fe que busca entender.

La encargada de la laudatio destacó el papel relevante de Doña Esther en toda la labor de Don Rogelio.

De él se escribió en un periódico: «Junto a la placa que da su nombre al auditorio de la Facultad de Química de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, veo al Maestro Rogelio Jiménez Jiménez (Q.I.), y lo sé observado con eterna delicadeza por su Amor más grande, porque Don Rogelio es, sobre todo, un cristiano coherente, un hombre de fe. Por eso, cuando Dios lo busca, está ahí, porque como hijo fiel de la Iglesia, sus días comienzan con un deseo que en su caso se ha convertido ya en sello de distinción: servir. Y concluida la ceremonia de develación de la placa, el Maestro Jiménez marcha sonriente para seguir dictando a quien quiera escuchar, su lección más importante: “cuando la vida se vive con la certeza de estar al servicio de Dios, no hay cosas pequeñas, todo es grande; porque el verdadero heroísmo está en amar”».