Con corazón de padre I : La llamada del carpintero de Nazaret

¿Cuáles serían las inquietudes de San José? ¿Cómo se entretejerían las alegrías y las penas? ¿Sentiría miedo? Con un poco de imaginación, puedes adentrarte en la vida del carpintero de Nazaret para aprender de él a tratar a María y al Niño. Y, para ayudarte, hemos entrevistado a cuatro padres de familia que, con sus historias, nos ayudan a asomarnos al “corazón de un padre”.

«José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que en ella ha sido concebido es obra del Espíritu Santo». ¡Qué gozo el de San José al despertar! De un brinco, se levanta y se arrodilla para agradecer a Dios el haberle comunicado tan grande misterio.

El sol todavía no ha terminado de salir en el horizonte, y la pequeña aldea de Nazaret apenas se pone en movimiento. Una figura atraviesa corriendo las calles y arranca una carcajada a varios chiquillos que juegan junto al pozo. José llega sin aire a casa de María; ella sorprendida, lo mira y comprende. Dios ha hecho de las suyas. Y José, como ella, ha dicho que sí.

San José es un hombre que escuchaba al Espíritu Santo. Y ese modo de cuidar a María y al Niño… Por eso, es uno de los judíos a los que más quiero.–José Luis

José Luis lleva más de 35 años casado. Un día, le dijo a una de sus hijas: «Nuestra familia es el mayor regalo que tu mamá y yo podemos darte».

La vocación es un regalazo que Dios me ha dado. Implica conocerme, aceptarme como soy y luchar por ser mejor, luchar por ser santo, consciente de que tengo una misión.–Fernando H.

Dios hace de las suyas. Muestra caminos insospechados y lo pide todo. En Su grandeza, se fija en la pequeñez de los que llama. José habla de esto con María, y ella repite el Magníficat, oración que José meditará muchas veces después de ese día. «Mi alma proclama la grandeza del Señor (…) porque ha mirado la humillación de su esclava». Ha mirado la humillación de su esclavo. Dios se ha confiado a Sí mismo a las manos de José. Los brazos, forjados en el trabajo de la madera y de la piedra, servirán de refugio para el Creador del universo.

San José trabaja en su taller. Sus manos, cuyas cicatrices atestiguan la experiencia como artesano, manejan con habilidad los instrumentos. Su pensamiento vuela hacia María y el Niño que viene en camino. ¿Cómo llegará Dios al mundo? ¿Cuál será su papel? José siente un nudo en el estómago. Detiene por un momento el trabajo del martillo y mira a través de la ventana. Sus ojos se fijan en el horizonte, donde el sol se va perdiendo en las últimas horas del atardecer. Una inquietud oprime su corazón y siente miedo. En su sencillez, es consciente de que la misión que ha recibido le sobrepasa: «Dios ha escogido lo débil del mundo para avergonzar a lo que es fuerte» (1 Corintio 1, 27).

Fernando H. tiene seis hijos y un nieto. «Vamos descubriendo que Dios tiene una misión para ellos, y yo me siento feliz».

En los pensamientos de San José aparece entonces la sonrisa de María, y recuerda las palabras del Magníficat: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí». El que lo ha llamado lo acompañará todo el camino. Con esta seguridad, el artesano vuelve a tomar el martillo. «Así fue la fe de San José: plena, confiada, íntegra, manifestada en una entrega eficaz a la voluntad de Dios, en una obediencia inteligente». La vocación supone desconfiar de las propias fuerzas para descansar en los brazos divinos. José, que arrullará al Redentor hecho Niño, aprende de Dios a ser padre.

Fernando D. lleva siete años de matrimonio con Rocío. Tienen tres hijos pequeños. «Con mi familia, veo la mano de Dios en nuestra vida, y estoy totalmente agradecido».

ME IDENTIFICO CON SAN JOSÉ PORQUE ÉL TAMBIÉN TUVO LA MISIÓN DE SACAR ADELANTE A SU FAMILIA, Y CONFIÓ EN DIOS PARA HACERLO.A VECES PODRÍAMOS DUDAR: ¿CÓMO SE ME HA CONFIADO UNA FAMILIA, UNA MISIÓN A MÍ? PERO ES DIOS EL QUE ESTÁ DETRÁS, Y ÉL ES QUIEN TE DA LA GRACIA.–FERNANDO D.

El día ha terminado. Mientras se quita su delantal de cuero y guarda sus herramientas, José canta en voz baja uno de los salmos que aprendió siendo niño. Antes de irse, repasa el boceto de una cuna que tiene extendido sobre su mesa de trabajo: aún no ha empezado a trabajarla, pero le ilusiona pensar en el día en que el Niño la usará por primera vez. Pone todos sus talentos y obras, todo su ser al servicio de la misión que ha recibido. «José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad».

Alfonso y su esposa han procurado tener a Dios muy dentro de su familia: «Me da mucho gusto cuando oímos una ambulancia y mis hijos proponen rezar un Acordaos por el enfermo».

San José cuidó a María y al Niño. Por eso, le pido que me ayude a ser bueno esposo, y también buen papá. Siempre es una lucha, pero San José entiende y te ayuda. –Alfonso

José regresa a casa. El taller ha quedado vacío. Las herramientas, limpias y ordenadas, esperan con paciencia el trabajo del día siguiente. En una esquina, hay algunas figurillas de madera; quizá sean los primeros juguetes del Niño. En una mesa baja, junto a la puerta, un ramo de flores colocado por María custodia el taller. Todo sigue igual que ayer, pero nada es igual: Dios ha llamado a la puerta del carpintero de Nazaret.