Podría decirse que con ella se cierra la presencia de las Supernumerarias que iniciaran la labor de la Obra en México: Rosario Fausto, Isabel Perochena, Cotita Fierros, Pita Sánchez Navarro, Ernestina de Champourcin, Lidia Raso, Teresita Orvañanos. 

Begoña Gómez aún recuerda tantas cosas que hizo  aquel grupo de mujeres para extender la semilla  del Opus Dei.

Beatriz, casada con Salvador San Vicente, no tuvo hijos. Se dedicó íntegramente a su esposo y a su carrera. Investigadora, excelente maestra de Historia en la UNAM, directora de innumerables tesis y a la par muy mujer de su casa, con gran afición a la cocina donde también dictaba cátedra.

Apasionada de su vocación, apostólica, entregada, trabajó generosamente para iniciar y ayudar a sostener la Escuela Montefalco para campesinas en el Estado de Morelos.

Mujer aguda, contundente, gran conversadora, cultísima, maestra de fácil y elegante lenguaje mantenía a los alumnos sin pestañear. Con su finísimo sentido del humor uno se reía a gusto, disfrutando de su ingenio a veces salpicado con toques de fina ironía.

Tenía predilección por dos personajes de la Historia: Hernán Cortés y Felipe II; se emocionaba al dictar conferencias sobre ellos. Siempre tuvo dificultades con su vista e igualmente con una afección severa en uno de sus brazos. En los últimos años, cuando aún daba conferencias e impartía clases en la Facultad de Historia de la UNAM, físicamente se le veía pequeña, con su brazo inmóvil, pero una vez sentada en el estrado se transformaba, su voz era potente y sus palabras encendidas.

Tuvo gran categoría: sufrió y supo perdonar y ello trascendía a su interior. Descanse en paz Beatriz Ruiz Gaytán de San Vicente.