En 1937, san Josemaría salió de tierras españolas, cruzando los Pirineos para entrar a Francia por la frontera de Hendaya. El estado de agotamiento físico se agravaba por la preocupación interior que continuamente lo asaltaba: ¿era dejar España la mejor decisión? ¿Qué pasaría con sus hijos espirituales que dejaba atrás? Un día, mientras el grupo atravesaba el bosque de Rialp, la Virgen –mediante un gesto de cariño– lo confirmó en su decisión.
Al llegar a Francia, san Josemaría y los jóvenes que habían huido con él decidieron detenerse en Lourdes para agradecer a la Virgen el haber podido atravesar la frontera. A las 9:30 de la mañana, el Fundador celebró la Santa Misa a pocos metros de la gruta de las apariciones, y pidió especialmente por la paz en España y en el mundo, y por la expansión del Opus Dei.