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“Trabajando en casa, ayudo a formar santos”

Virginia McGough es ama de casa en Cheshire (Gran Bretaña). Está casada y tiene cinco hijos de 13, 11, 9, 7 y 5 años. Recogemos su testimonio en el que explica que rezar por los cristianos de Kazajstán mientras lava la ropa, atender con amabilidad al vendedor inoportuno, o escuchar a un hijo cuando está agotada son maneras de entregarse a Dios que ha aprendido de san Josemaría.

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“He encontrado consuelo en la confesión y la comunión”

Ann Jose Varavukala se trasladó de Nueva Delhi (India) a Estados Unidos para dar una educación especial a su hijo autista. Los escritos de san Josemaría le han ayudado a aceptar la enfermedad de su hijo y a encontrar consuelo en los sacramentos, especialmente en el de la Reconciliación y en la Eucaristía. Nuevo testimonio del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

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“Basta poner amor en el trabajo que se hace”

Alessandro Romano hace anuncios de televisión. Trabaja en una agencia de publicidad en Milán (Italia). La espiritualidad del Opus Dei le ha ayudado a ser coherente con sus ideas cristianas en un ambiente profesional difícil. Testimonio tomado del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’, editado por la Oficina de Información del Opus Dei.

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“Me concentro en hacer bien y hasta el final cada actividad”

Casada y con tres hijos, Izabela Siekanska se lanzó a hacer el doctorado en Filosofía y, claro, las horas no le rendían. Tras conocer las enseñanzas de san Josemaría se propuso ordenar su vida y concentrarse en cada cosa sin pensar en lo siguiente. Ofrecemos el testimonio de esta filósofa y madre polaca, extraído del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

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“Empecé a leer el Evangelio”

“Un amigo me invitó a ir a una mañana de retiro espiritual. Nunca había asistido a algo así en toda mi vida... Empecé a leer el Evangelio y a hacer oración con Camino. Era un mundo totalmente distinto”. De esta manera tan sencilla, a Julius Ogallo, de Kenia, san Josemaría le condujo a Dios. Testimonio publicado en el folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

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“Agradezco la dirección espiritual, alguien que me aconseje”

Paul Ybarra es bombero en Los Ángeles (EEUU). Tras conocer el Opus Dei, comenzó a hablar con un sacerdote que le orienta en su vida cristiana. Así, ha aprendido a compatibilizar su trato con Dios y su vida familiar, por ejemplo, rezando el rosario con sus hijos después de haber jugado con ellos. Nuevo testimonio de la serie recogida en el folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

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“Me preparé, y ese año nos casamos por la Iglesia”

Irene de Santos fabrica tejido a mano y vende tortitas en el mercado de Aguascalientes (Guatemala). Gracias a una de sus 9 hijas, conoció el Opus Dei y recibió una formación católica que, entre otras cosas, le animó a recibir el sacramento del Matrimonio. Ahora, pertenece a la Obra. Testimonio recogido del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

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“San Josemaría me ayudó a tomar mi matrimonio en serio”

John Perrottet tiene 46 años y está casado con Anne. Tienen 12 hijos y viven en Sidney (Australia). Una familia tan grande, dice, da trabajo y es un reto que provoca apuros, pero resulta también muy gratificante. Su generosidad en la transmisión de la vida la aprendió en las enseñanzas de san Josemaría. Testimonio extraído del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

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“Me ha ayudado a estar unida a mi marido”

Joyce Waweru no es católica. Aun así lee los escritos de san Josemaría y asiste cada año a la Misa que se celebra en el día de su fiesta en Limuru (Kenia), donde vive. Aprendió a cocinar y coser en Kimlea, un centro para la educación de la mujer africana impulsado por el Opus Dei. Ofrecemos su testimonio recogido del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

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“Hablo con Dios por las calles de Madrid”

Cristina Rubio tiene 5 hijos. Además, trabaja en el campo de la promoción inmobiliaria en Madrid (España). Ella tiene la necesidad de conversar todos los días con Dios pero, como no le sobra el tiempo, a veces tiene que rezar en el coche mientras va al trabajo. Gracias a este encuentro diario, su vida laboral y familiar cobra otro color. Testimonio del folleto ‘La alegría de los hijos de Dios’.

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