Evangelio del viernes: Sagrado Corazón de Jesús (A)

Comentario de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (Ciclo A). “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas”. Acudamos a la intercesión de la Virgen María para que no dejemos nunca de pasmarnos frente a este misterio: que nosotros somos el tesoro del Corazón de Dios.

Comentario del Evangelio de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, ciclo A

Evangelio (Mt 11, 25-30)

En aquella ocasión Jesús declaró:

—Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.

»Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.


Comentario

Hoy celebramos en la Iglesia la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Una fiesta para honrar a nuestro Señor. El Sagrado Corazón de Jesús es un símbolo de amor divino. El corazón de Jesús como expresión de su entrega y amor total a los hombres.

En 1675, Jesús le dijo a Santa Margarita María Alacoque que quería que la Fiesta del Sagrado Corazón se celebrara el viernes después de la octava del Corpus Christi. En 1856, la fiesta del Sagrado Corazón se convirtió en fiesta universal. San Juan Pablo II, gran devoto del Sagrado Corazón, decía: "Esta fiesta nos recuerda el misterio del amor de Dios por el pueblo de todos los tiempos".

La Solemnidad del Sagrado de Corazón de Jesús tiene una significación muy honda para los cristianos. Cuando nos referimos al corazón de una persona pensamos en sus afectos, en sus sentimientos, en su forma de amar. Pero como nos recuerda san Josemaría, “cuando en la Sagrada Escritura se habla del corazón, no se trata de un sentimiento pasajero, que trae la emoción o las lágrimas. Se habla del corazón para referirse a la persona que, como manifestó el mismo Jesucristo, se dirige toda ella —alma y cuerpo— a lo que considera su bien: porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”1.

Para conocer cómo es el Corazón de Jesús, la Iglesia nos presenta hoy una oración de alabanza de Jesús al Padre. Sus palabras nos indican como es Su corazón. Nos muestra que aquello que más anhela es alabar al Padre y que dirige su mensaje a los más pequeños. En contraste con los que no creen en Él, Jesús se llena de gozo por los que le aceptan, las personas humildes, que no confían en su propia sabiduría, que no se estiman a sí mismos por prudentes y sabios. Este pasaje se ha denominado la joya de los Evangelios sinópticos, porque recoge la oración de Jesús, que llama Padre a Dios, porque se nos presenta como el que conoce a Dios y que todo lo ha recibido de Él, y porque es quien nos lo revela a los hombres, si lo recibimos con humildad.

Su conmovedor “¡Sí, Padre!” expresa el fondo de su corazón, su adhesión al querer del Padre, que fue un eco del Fiat de su Madre en el momento de la concepción y que es un preludio de lo que dirá Jesús en la agonía del Calvario, una aceptación absoluta a los planes del Padre.

Jesús libera nuestro yugo. El yugo era una palabra que se utilizaba para referirse a la ley de Moisés, que con el tiempo se sobrecargó de prácticas que resultaron insoportables. Pero Jesús reinstaura una Nueva Alianza donde atrae a través de los vínculos de amor. Su yugo ahora es ligero, porque Él lo lleva con nosotros.

“Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”, que usa también en las Bienaventuranzas y que en el Antiguo Testamento es utilizado para el que desiste de la cólera y pone su confianza en Dios. “¡Gracias, Jesús mío, y danos un corazón a la medida del tuyo!”2.

Hoy es un día para adentrarnos en el Sagrado Corazón de Jesús, para creer que su Amor es la necesidad más honda de nuestro propio corazón. Acudamos a la intercesión de la Virgen para que no dejemos nunca de pasmarnos frente a este misterio: que nosotros somos el tesoro del Corazón de Dios.


[1] S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, n. 164.

[2] S. Josemaría Escrivá, Surco, n.813

Luis Miguel Bravo Álvarez