Evangelio del martes: dedicación del Templo de Jerusalén

Comentario del martes de la 4.ª semana de Pascua. “Os lo he dicho y no lo creéis”. Es necesaria la fe para acoger a Jesús. La fe es un don que Dios está dispuesto a concedernos y que espera que se lo pidamos. Por la fe alcanzamos la vida eterna.

Evangelio (Jn 10, 22-30)

Se celebraba por aquel tiempo en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Paseaba Jesús por el Templo, en el pórtico de Salomón. Entonces le rodearon los judíos y comenzaron a decirle: —¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente.

Les respondió Jesús: —Os lo he dicho y no lo creéis; las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos; y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.


Comentario

La escena que escuchamos hoy en el Evangelio tiene lugar alrededor de la fiesta de la Dedicación que se celebraba el 25 de Kasleu (noviembre-diciembre).

Con esta fiesta se conmemoraba anualmente la purificación del Templo por Judas Macabeo en el año 148 de los Seléucidas que corresponde al 165 a. C., después de la profanación que había realizado Antíoco IV Epífanes (1 M 4, 36-59; 2 M 1, 2-19; 2 M 10, 1-8). La fiesta duraba ocho días.

Jesús se pasea por el pórtico de Salomón. “Era invierno”. Con esta referencia se indica a los gentiles la época del año en la que tiene lugar la escena y, por otro lado, que era un lugar acogedor en ese tiempo.

Jesús está tranquilo, y, de repente se le acercan unos judíos: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente”.

Realmente, como ocurre casi siempre, no se acercan con buena intención. Tienen el corazón cerrado por la soberbia y no son capaces de escuchar. Jesús, que lee en sus corazones, les trata con una enorme delicadeza y les dice las cosas con claridad. Si no ven en Él al Mesías es porque no quieren creer. “Os lo he dicho y no lo creéis, las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí”.

Y todavía les dice más: “no creéis porque no sois de mis ovejas”. Que era como decirles que si le abrieran el corazón, que si quisieran creer él mismo les ayudaría a creer. Jesús necesita un mínimo de apertura del corazón para actuar en el corazón de las personas porque la soberbia ciega. Como decía san Josemaría: “Por eso demuestra tanto interés el diablo en cegar nuestras inteligencias con la soberbia, que enmudece: sabe que, apenas abrimos el alma, Dios se vuelca con sus dones”.

A algunos de estos dones se refiere el Señor: “escuchan mi voz”, “me siguen”. “les doy la vida eterna” y “nadie me las arrebatará de mi mano”.

Escuchamos este Evangelio celebrando la Resurrección de Cristo. Jesús nos sostiene con su Amor y nos promete reinar con Él eternamente. La verdad es que no nos podría ofrecer nada más grande: vivir en su amistad en la tierra y por toda la eternidad. Y crece la confianza y la seguridad de las ovejas porque van con el buen Pastor.

Javier Massa // Analogicus - Pixabay