“Antes pensaba que la religión estaba “fuera de este mundo” y que no tenía relación con la vida ordinaria. Nunca me había dado cuenta que el hecho de ser estudiante o hijo, o hermano, o amigo, trae consigo ciertas responsabilidades. Con Josemaría Escrivá aprendí que en cualquier circunstancia en la que te encuentres, puedes glorificar a Dios ofreciéndole tu trabajo, tus estudios e incluso tu vida de familia.
La formación que recibo me ha equipado muy bien para entender lo que significa la gracia de Dios y la idea de pecado, y esto me ayuda a luchar por llevar una vida casta, limpia. Mis amigos notan una diferencia en mí, cuando no me dejo entretener en conversaciones vulgares o malos hábitos, y me preguntan si me he hecho sacerdote, a lo que contesto: “sólo estoy intentando ser un buen cristiano”.
Una cosa que me ha llamado mucho la atención sobre san Josemaría es su catequesis sobre la doctrina cristiana. Me gusta describir sus enseñanzas como “lecciones prácticas de cristianismo”. Toma temas simples y ofrece explicaciones muy amenas. Sus razonamientos, planteados como en conversación, llevan a hacer propósitos concretos, y esto hace de sus libros una buena guía para la meditación”.