Mirar con otros ojos

Lola, Elena y Mari Cruz, junto a otros 23 jóvenes han regresado de Melilla tras vivir una experiencia de voluntariado en el complejo La Gota de Leche organizada por la Fundación Aliatar.

“Ahora miro con otros ojos a los marroquíes de mi ciudad”. Lola forma parte del grupo de 26 jóvenes que regresaron en ferry desde Melilla hace unos días, después de una experiencia de voluntariado en el complejo La Gota de Leche organizada por la Fundación Aliatar. En la ciudad africana el grupo ha trabajado con 142 niños y niñas de entre 0 y 18 años, la mayoría de ellos de familias musulmanas.

Lola estudia y reside en Almería, una de las ciudades de España con mayor porcentaje de población inmigrante, y cuyas costas son el lugar de llegada de miles de pateras cada año. “Me he dado cuenta de que antes miraba a esas personas como a gente distinta. Después del voluntariado en Melilla los veo exactamente iguales a nosotros, sólo que con otra cultura”, relata.

Antes de iniciar sus estudios de Ingeniería Eléctrica en la Universidad, Lola decidió dedicar parte de su verano a ayudar a otras personas en el norte de África. “Esperaba dar, pero me he llevado muchísimas cosas. Y aprendes a vivir con menos, y a compartir el dolor de muchos de ellos, rechazados por sus familiares”, explica.

El voluntariado de la Fundación Aliatar, apoyado desde la Consejería de Bienestar Social de Melilla, incluye actividades de tiempo libre, apoyo escolar, clases de español y alfabetización para los niños, la mayoría de ellos huérfanos y tutelados por la Consejería de Bienestar Social. Además, se han llevado a cabo otras actividades de envejecimiento activo dirigidas a más de cien personas mayores de la ciudad de Melilla.

“Antes miraba a esas personas como a gente distinta. Después del voluntariado en Melilla los veo exactamente iguales a nosotros”

Para Elena, otra de las participantes, el voluntariado “ha sido un antes y un después”. Una de las cosas que destaca del proyecto es la interculturalidad. “En el mismo centro conviven cristianos, musulmanes y judíos, y lo hacen pacíficamente. Hay un enorme respeto entre ellos, y nosotras hemos procurado que nuestras actividades fueran también integradoras, y que en ellas pudieran participar personas de todas las religiones”, refiere.

Felices con la mitad de cosas

La convivencia con estos niños y ancianos -que también viven en La Gota de Leche-, ha hecho que muchos de los voluntarios sean conscientes “de que ellos viven felices con la mitad de las cosas que tenemos nosotras”, y ha supuesto un enorme aprendizaje, comenta Elena. En cuanto a los ancianos, “eran felices con un rato de compañía, y con un paseo por el centro de la ciudad”.

“No se trata solo de estar unos días transmitiéndoles cariño, sino de dejarles algo que les sirva, y que no les deje tristes cuando nos vamos”, expone. De ahí que el principal trabajo del grupo haya sido el de atender las necesidades de aprendizaje de cada uno de los niños, “uno por uno”.

Este es el segundo año en el que la Fundación Aliatar desarrolla este proyecto de voluntariado en Melilla, y los resultados del primer año les animaron a repetir. Su responsable de proyectos, Mari Cruz Montoro, incide en que los participantes vuelven sorprendidos tras comprobar cómo “estos niños son felices en un territorio donde no hay nada, y son capaces de superar las adversidades de la vida”.

Otra de las tareas que han desarrollado ha sido la limpieza y restauración de varios templos de la ciudad de Melilla, a instancias del vicario diocesano. Algunas de las iglesias de Melilla quedaron dañadas tras el terremoto sufrido en 2016, como ocurrió con la capilla castrense, y desde la Fundación se ha colaborado en su reconstrucción.

“Hemos aprendido mucho –concluye Elena–. Esto nos ha cambiado los esquemas. Algunos se están planteando incluso redirigir su trayectoria profesional y estudiar Educación Social. Y hemos aprendido a ser más generosos”.