Vacaciones en el andamio

Un grupo de universitarias del CM Peñalba, de Zaragoza, han dedicado diez días de su verano a restaurar la iglesia del pueblo aragonés de Estadilla. "¡Volvería otro año, con los ojos cerrados!", asegura Eva.

Universitarias de Peñalba en un campo de trabajo.

La puerta interior de acceso a la nave central de la iglesia de Estadilla, dedicada a san Lorenzo, ha recobrado su aspecto original merced a la intervención de un grupo de voluntarias de Zaragoza que durante diez días, con el respaldo y la supervisión del párroco, Adolfo Pernia, ha trabajado a fondo para eliminar polvo, pintura y otros elementos adheridos a la madera con el transcurrir del tiempo.

Este campo de trabajo ha sido promovido por el Colegio Mayor Universitario Peñalba de Zaragoza que hace unos años patrocinó otra intervención en la misma iglesia, consistente en la limpieza, barnizado de los bancos y de los armarios de la sacristía.

Este experiencia ha resultado “única” para Sonia, de 18 años, quien tras presentarse a las pruebas de selectividad en junio “necesitaba desconectar del mundo, de los agobios, los nervios, la incertidumbre...”. Este objetivo lo da por conseguido después de convivir diez días con estudiantes de diferentes edades y especialidades; realizar excursiones a ibones del Pirineo; y practicar deportes arriesgados como el rafting y el barranquismo en el río Vero.

Para Eva Roche, de 19 años y estudiante de Bachillerato artístico, su estancia en Estadilla le ha permitido practicar una de sus aficiones preferidas: la restauración. “Ésta es la segunda vez que participo en una experiencia de estas características. ¡Desde luego que volvería otro año, con los ojos cerrados!”, asegura.

Al igual que Eva, a Mónica le apasiona la restauración, uno de los dos motivos por los que decidió participar en este campo de trabajo; la segunda razón ha sido “conocer gente y lugares nuevos. He hecho cosas que jamás pensé que me iba a atrever. Ya ni me importan las quemaduras que me hice con el decapante, aunque me dolieron”.

Además del decapante, para sacar lustre a la puerta que se alza desde la planta de la iglesia hasta las vidrieras, estas jóvenes han utilizado espátulas, pinceles, aguarrás, alambrillo, birulana y se han empleado a fondo en lijar y barnizar la madera.

El interés de estas chicas por mejorar el estado de la iglesia, de origen gótico, ha despertado la solidaridad de los estadillanos que les llevaban almendras garrapiñadas y bebidas frías para aliviar el sofocante calor y suavizar los efectos al inhalar los líquidos de los productos de limpieza.

Desde hace años, el párroco y otros colaboradores centrar sus esfuerzos en mejorar el estado general del mobiliario de la iglesia, que muestra forjas populares del barroco de los siglos XVII y XVIII y fue construida en el mismo lugar donde se levantaba antiguamente un castillo.

Heraldo de Huesca