Una química en los altares

Antonio Gil escribe este artículo con motivo de la beatificación de Guadalupe Ortiz de Landázuri.

Diario Córdoba Una química en los altares

Hoy, sábado, 18 de mayo, será beatificada en Madrid Guadalupe Ortiz de Landázuri, una madrileña del barrio de Malasaña, que nació en 1916 y falleció en Pamplona en 1975.

Estudió Ciencias Químicas, pidió la admisión en el Opus Dei a los 27 años y desarrolló su vida en España, México y Roma, combinando su trabajo profesional como docente en varios centros educativos con la puesta en marcha de iniciativas apostólicas al servicio de Dios y de los demás. Gudalupe será la primera persona laica del Opus Dei en ser beatificada.

El mensaje de santificación en medio del mundo que Dios mostró a san Josemaría, y que posteriormente recogió el Concilio Vaticano II con la llamada universal a la santidad, tiene en ella su primer fruto patente.

Guadalupe es, por decirlo con la expresión del Papa Francisco, «un santo --una santa-- de la puerta de al lado». Y ese primer miembro laico del Opus Dei en llegar a los altares, resulta ser una mujer.

En tiempos de genio femenino se trata de un hecho que puede ser celebrado y valorado independientemente de las creencias de cada uno. No solo por romper techos de cristal --que también--, sino por alcanzar la cima de la santidad y ser reconocida por ello.

Como bien dibuja su perfil Cristina Abad, «Guadalupe fue una mujer del siglo XX distinta a la mayoría. Estudió la carrera de Ciencias Químicas en 1933, en un momento en que pocas accedían a esos estudios; defendió su tesis doctoral en un tema puntero y la patentó; se dedicó a la investigación y a la docencia en la escuela privada y pública cuando las menos ejercían una profesión a la altura de su nivel intelectual; dirigió dos residencias universitarias femeninas: Zurbarán, en Madrid, y lo que hoy es la Residencia Universitaria Latinoamericana, en México D.F.

Guadalupe aceptó todos los retos que se le presentaron en la vida porque tuvo siempre una gran seguridad en Dios. Era una mujer libre y feliz, de risa contagiosa, que no tuvo miedo ni a la vida ni a la enfermedad de corazón que padeció casi 20 años, ni a la muerte».

Hoy será elevada a los altares en el Palacio Vistalegre Arena. Los jóvenes pueden aprender de ella la determinación para perseguir sus sueños.

Antonio Gil

Diario Córdoba