Una pregunta sorprendente

Francisco Ponz. MI ENCUENTRO CON EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. Madrid, 1939-1944

Antes de que hiciéramos la ceremonia, no recuerdo bien si el mismo día 2 o la víspera, el Padre nos llamó para asegurarse aún más de que éramos conscientes del paso que íbamos a dar y para conocer nuestras efectivas disposiciones. Y entre otras cosas nos dijo de repente algo muy parecido a esto: "Y si yo me muero esta noche, si os quedarais solos cualquier día, vosotros, ¿qué?, ¿seguiríais con la Obra?". Ante aquella inesperada y sorprendente pregunta, que planteaba una hipótesis imprevista, ya que confiábamos en que esa muerte no se produjera en muchos años, nuestra respuesta, emocionada y un tanto balbuceante -porque estábamos seguros de nuestra inutilidad, pero también de que por medio andaba el empeño de Dios- fue que sí, que haríamos desde luego cuanto estuviera en nuestras manos para que el Opus Dei siguiese adelante. Y el Padre nos contestó algo así: "¡Pues no faltaba más!, porque no habéis venido por mí, sino porque el Señor os ha llamado... Y sólo faltaría que me siguieseis a mí y no a Jesucristo...". Pienso que aquella pregunta del Padre no se debía a que intuyera algún riesgo concreto para su vida personal, sino más bien a la necesidad de que ahondáramos en la responsabilidad y trascendencia de lo que ante Dios íbamos a hacer.

Y el 2 de octubre de 1940 hice mi incorporación definitiva al Opus Dei, junto a Amadeo de Fuenmayor, José Orlandis, Fernando Delapuente y Teodoro Ruiz, en presencia del Padre, sin votos, promesas ni juramentos de ningún tipo: fue un compromiso muy sincero al Señor -libre, total y para siempre- de luchar por cumplir con su ayuda su voluntad como fiel hijo suyo en la Obra, con la fuerza de la lealtad de un cristiano honrado. Como el Padre solía decirnos, respetando otros caminos, a los hijos de Dios en el Opus Dei no les interesan para su vida de cristianos "ni votos, ni botas, ni botines, ni botones".