Una mochila, una vida: refugiados ucranianos en mi casa

Cada refugiado necesita una mano que lo salve. Son miles, pero también son innumerables las manos dispuestas a acogerles. Esta es la historia de Olga y Olga, dos tocayas que con sus respectivos hijos han encontrado alojamiento en Hohewand, un centro de actividades de formación cristiana en Austria.

“Cuando el ayuntamiento nos llamó para preguntarnos si estaríamos dispuestos a acoger a dos familias ucranianas, no lo dudamos ni un segundo”, dice Blanca Vives, directora del Centro de Actividades Hohewand, de Dreistetten (Austria). Esta residencia se utiliza principalmente para acoger actividades espirituales y de formación cristiana promovidas por personas del Opus Dei.

Así, en pocas horas llegaron Olga y Olga, dos madres ucranianas con sus hijos. “Trajeron una mochila cada uno y sus vidas, nada más. Los niños enseguida se colgaron de nuestro cuello: estaban felices”, cuenta Blanca. “También estaban agotados. Muy, muy cansados. Y al mismo tiempo, aliviados e infinitamente agradecidos”.

Las dos madres son amigas y sus hijos se llaman Anja (16 años), Timeo (11 años) y Sascha (11 años). Sus hogares están en Saporischja, una ciudad de 760.000 habitantes que se encuentra a 200 kilómetros de la asediada ciudad portuaria de Mariupol y a 1.800 kilómetros de Viena (Austria). 

Hace una semana, la central nuclear de su ciudad se incendió. Sus maridos se quedaron para combatir mientras ellas se abrían paso a través de Polonia y Eslovaquia hasta Austria. Todavía cuentan poco: “Deben haber sufrido mucho, especialmente por haber dejado allí a sus maridos. Sin embargo, el primer día nos preguntaron ya en qué podían ayudarnos”, explica Blanca Vives. “Y nos han enseñado nuestra primera palabra en ucraniano. 'Simyie', que significa 'familia'”.

Menos equipaje, más vida

Cuando el alcalde preguntó en el pueblo cercano a la casa de actividades si había vecinos dispuestos a acoger a las familias, “dijimos inmediatamente que sí. Y todo sucedió muy rápido: en 24 horas Olga, su amiga Olga y los tres niños estaban con nosotros. Cada uno tenía una pequeña mochila, no se les permitía llevar más. Cuanto menos equipaje haya en el tren, más personas podrán ser transportadas, les dijeron. La vida es aún más importante que el equipaje”, cuenta Silvia Pichler.

La voluntad de ayudar en el pueblo se notó inmediatamente. También Sandra, madre de tres niños, ofreció inmediatamente su casa: “Ahora vamos a jugar con los dos niños ucranianos de 11 años. Tal vez podamos ayudar a los niños a experimentar un poco de normalidad durante un tiempo, simplemente para volver a ser niños”, explica. Otra amiga del pueblo trae ropa para Anja, de 16 años: “Es natural que ayudemos”, dice Adelheid.

Gruppenfoto zweier ukrainischen Flüchtlings-Familien auf Wiese in der Sonne
Hijos de Sandra, Blanca Vives, Olga, Timeo, Sascha, Anja y Olga en Dreistetten

En el centro de conferencias Hohewand, donde personas del Opus Dei organizan actividades espirituales y de formación, tienen experiencia de asistencia humanitaria. “Ya atendimos a familias sirias durante la crisis de los refugiados en 2015”, explica Silvia. El contacto se produjo a través de la asociación AMAL de Viena. Su presidente, Gordian Gudenus, también padre de familia, es miembro del Opus Dei. Gordian se ocupa ahora de una familia ucraniano-siria que ha aterrizado en un campo de refugiados en la Baja Austria y que aún tiene que superar obstáculos burocráticos.

“El padre es sirio, la madre es ucraniana. No se puede imaginar lo que significa tener que huir dos veces de una zona de guerra”, dice Gordian. Desde 2016, la asociación AMAL ha ayudado a más de 700 refugiados de Oriente Medio en Viena y la Baja Austria. “Intentaremos aportar nuestros conocimientos en esta nueva crisis”, asegura Gudenus.

¿Y cuál es el siguiente paso para las dos familias ucranianas llegadas a Hohewand? “Es de esperar que los niños puedan ir pronto a la escuela. Anja ya ha dicho que tiene muchas ganas de ir a una escuela de música”, dice Silvia. Olga preguntó cuánto tiempo pueden quedarse aquí. “Están preocupados. Les hemos dicho que pueden quedarse un día, un mes, un año... el tiempo que necesiten, porque lo más importante es que estén bien”.