Un nombre nuevo

Uno es el que entra en el cónclave y otro el que sale. En este caso ha entrado Jorge Mario y ha salido Francisco. Lo que quiero decir es que es peligroso hablar de Francisco a partir de las referencias de Jorge Mario. Uno es el que entra en la capilla Sixtina y otro el que sale al balcón de San Pedro. Cuando el Papa se asoma al balcón se da cuenta de que su antiguo nombre se ha acabado. No lo digo solo por la magnitud del encargo. Lo digo también porque se encuentra con el pueblo cristiano que le estaba esperando. Le estaba esperando antes de saber quién iba a ser y cómo se iba a llamar. Cientos de miles, millones de fieles (no estoy hablando por hablar) que oraban por él sin conocerle. En buena medida toda esa oración debe ser como una nueva identidad, creo yo. Una identidad espiritual distinta.

Por eso yo no confío mucho en los pronósticos acerca de un pontificado. Acabamos de ver lo que ocurre con los pronósticos electorales. Los parámetros que parecen más objetivos fracasan de una manera patética. De todas formas tenemos obligación de decir algo, y para eso tenemos algunos datos que no se pueden despreciar. El primero es el nombre, Francisco. Hay que tener valor para ponerse un nombre que nadie ha empleado antes. Cuando un Papa elige el nombre de Francisco podemos estar seguros de que es un nombre con intención. Nadie innova sin razones. Al principio yo he pensado, y así se lo he dicho a algún medio, que se trataba de Francisco de Asís. Pobreza evangélica. Y sobre todo fuerte espiritualidad, el contrapunto de todo laicismo. Después me han hecho considerar que no, que es Francisco Javier, que estamos ante el primer Papa de la Compañía de Jesús y que sería completamente lógica esta apelación al gran misionero ahora que la Iglesia está empeñada en la nueva evangelización. Me parece muy razonable.

El resto de la historia de Jorge Mario Bergoglio es interesante pero me parece menos representativa. Se ordenó sacerdote con una cierta experiencia de la vida, a los treinta y tres años. Tiene una formación intelectual vigorosa y profunda en filosofía y teología. Sus padres eran italianos. En su primera comparecencia pública ha dejado bien claro, en muy buen italiano, que él es el obispo de Roma, y ha saludado a sus diocesanos. Claro está que desde ahora es también el principio de unidad para la Iglesia universal, pero lo es precisamente por ser obispo de Roma, por sentarse donde se sentó Pedro. Mañana pondrá esa sede romana, así lo ha dicho, en manos de María.

Fuente: Universidad de Navarra https://bit.ly/WBIX6t

Francisco Javier Otaduy Guerín // Colpisa