En 1962, un grupo de profesionales y empresarios del medio rural crearon en Córdoba la granja-escuela Torrealba y me ofrecieron formar parte de esta iniciativa. Se trataba de dar una respuesta al proceso de modernización que experimentaba el campo español, un fenómeno que, a la vez que demandaba una cierta cualificación técnica de sus trabajadores, provocaba un éxodo masivo hacia las ciudades. No se le podía discutir el idealismo a este grupo de profesionales que concebían la formación como el principal motor de desarrollo humano y social, basado en la idea de san Josemaría Escrivá , fundador del Opus Dei: era urgente promover la formación de los hombres y mujeres del campo para que sus legítimas aspiraciones sociales, económicas y culturales no tuvieran que pasar por la huida hacia las ciudades.
Esta fórmula de la granja-escuela -se exportaría a México, Argentina y Chile- se reveló insuficiente a muchos: formaba técnicos que no siempre encontraban respuesta a sus nuevos horizontes en el ámbito rural y no atendía suficientemente las aspiraciones de los pequeños agricultores. En ese punto -1966- vuelve a intervenir el fundador del Opus Dei, que sugiere a varios pioneros - Joaquín Herreros y Felipe González de Canales - que viajen por Europa para inspirarse en otros modelos formativos más eficaces. De ahí se introdujo en nuestro país la experiencia de las Maisons Familiale Rurale de Francia.
"En 1962, un grupo de profesionales y empresarios del medio rural crearon en Córdoba la granja-escuela Torrealba y me ofrecieron formar parte de esta iniciativa. Se trataba de dar una respuesta al proceso de modernización que experimentaba el campo españo
Sobre la base de Torrealba nacieron en España las Escuelas Familiares Agrarias (EFA) y los Centros de Promoción Rural (CPR). Aquel viaje a Francia tuvo la virtud de revelarnos un instrumento de dinámica de grupo y pedagógico de máxima eficacia: el sistema de alternancia inductiva en el que me integré, desde sus comienzos, como presidente del comité gestor del Centro de Promoción Rural (CPR) Yucatal, en Posadas.
Con este sistema, los jóvenes estudiantes aprendían no solo en la escuela, sino igualmente en pequeñas explotaciones familiares: el tiempo que pasan en ellas es tiempo lectivo en el que los padres se convierten en profesores. Un hecho importante en el sistema pedagógico de alternancia dual es su sistema inductivo: los estudiantes, en contra de los planteamientos educativos tradicionales, parten de los conocimientos que ya tienen, justo al contrario de la enseñanza de las escuelas y universidades, que se basan, con ligeras variantes, en el sistema rígidamente deductivo que conocemos como clase magistral.
Esta fórmula inductiva resulta más difícil de llevar a la práctica, pero sus resultados muestran una potencia educativa de consecuencias mucho mayores. No es extraño que el 75% de los alumnos de las EFA y CPR andaluzas se queden al frente de una empresa agraria familiar y el 25% restante se emplee en negocios directamente relacionados con el medio rural.
"Los padres se transforman en profesores tan importantes como los propios monitores del centro educativo".
Pero ese cambio, esa revolución que las EFA inician allá donde se encuentran, llega más lejos. La participación de la familia en la formación de los jóvenes se torna activa a todos los niveles; los padres se transforman en profesores tan importantes como los propios monitores del centro educativo. Su funcionamiento en pequeños grupos tiene la virtud de vincular más a los actores con su entorno; los agricultores, padres y madres, se enriquecen mutuamente. La Escuela Familiar Agraria genera, por su carácter asociativo, un flujo de participación que la convierte en escuela de libertad y convivencia.
La historia continúa con la expansión, en la que vemos a San Josemaría Escrivá como impulsor. Existen Escuelas Familiares Agrarias y Centros de Promoción Rural en Andalucía, Extremadura, Castilla la Mancha, Aragón, Galicia, Rioja, Valencia, Navarra y Cataluña. Fuera de España, en Portugal, Argentina, Uruguay, Colombia, Filipinas, Camerún... Y así hasta la más reciente en República Dominicana.
Providencialmente, he tenido el privilegio de trabajar rodeado de un buen grupo de profesores, monitores y directivos en cuya dedicación absoluta he podido descubrir no solo la pasión por el campo, sino también el afán de servicio, el sentido cristiano de la vida y el entusiasmo por la educación. En definitiva, personas que tienen asumida la responsabilidad con el medio en el que viven. Cambios así son los que merecen la pena.