Un contemplativo itinerante

El cardenal Ángel Suquía, arzobispo emérito de Madrid, oyó la predicación del beato Josemaría en unos ejercicios espirituales en los años 30. En el centenario del fundador del Opus Dei, el purpurado ha publicado en el periódico 'La razón' algunos recuerdos.

Cardenal Ángel Suquía

E1 anuncio de la canonización de Josemaría Escrivá ha coincidido prácticamente en el tiempo con la celebración del centenario de su nacimiento, el 9 de enero de 2002. Los actos conmemorativos realizados alrededor de este acontecimiento han puesto de manifiesto, de forma gráfica y viva, la actualidad del mensaje espiritual que el beato Josemaría vivió y predicó.

Tuve el honor de conocerle personalmente. La primera vez fue durante el curso 1937-38, en plena Guerra Civil española, en el viejo caserón dominicano del Seminario de Bergara, con motivo de los Ejercicios Espirituales que allí nos dirigió a los seminaristas filósofos y teólogos de la diócesis, por encargo del que entonces era nuestro Director Espiritual don Refino Aldabalde-Trecu.

Yo cursaba mi segundo curso de teología. Creo que todos los que asistimos a aquellos Ejercicios recordamos la fuerza de su predicación, su profunda espiritualidad, su viveza para acercarnos a las escenas evangélicas y hacernos próxima y familiar la figura del Maestro. Y eso a pesar, podríamos decir, de que por entonces Josemaría Escrivá era un sacerdote joven de 36 años. ¡Cómo no recordar su insistencia machacona en la meditación de tres binarios -del "torniquete" lo llamaba él- que nos hacía sonreír!

En 1939 predicó otra tanda de Ejercicios al clero en Bergara, y en junio de 1940, el mismo don Refino le instaba por carta a que predicara de nuevo unos Ejercicios, aunque no consta que pudiera atender a esta petición. En la correspondencia de don Refino se puede leer: "Ya veo que estás muy ocupado. Así me gustan los hombres de Dios. Sin tiempo para alentar siquiera. ¿No te parece? Me dices que 'casi' todo el verano lo tienes ya ocupado. Y esta vez no te me escapas. Ese 'casi' te lo voy a llenar yo. Este verano que viene tenemos en nuestro Seminario Diocesano seis tandas de Ejercicios para Sacerdotes. Cada tanda de unos doscientos sacerdotes. [...] Escoge la tanda que tú quieras, pero escoge alguna. ¿Estamos? Ya sabes que el tiempo me urge, y que quisiera tener en mis manos tu afirmativa cuanto antes".

A medida que el Opus Dei crecía, le fue resultando cada vez más difícil atender las peticiones de las diócesis. Pero su predilección por los sacerdotes no disminuyó nunca. Aquellos Ejercicios en Bergara no eran hechos aislados en la vida de Josemaría Escrivá, sino manifestación de un rasgo de espíritu grabado profundamente en su alma, su amor a los sacerdotes y al misterio que esconde el ministerio sacerdotal.

Al iniciarse el III Milenio, Juan Pablo II ha propuesto a toda la Iglesia unos claros y ambiciosos objetivos. "Hacer hincapié en la santidad es más que nunca una urgencia pastoral. [...] Este ideal de perfección no ha de ser malentendido como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algunos 'genios' de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno".

En este marco resulta oportuna, y cargada de significado y consecuencias, la próxima canonización de Josemaría Escrivá. "Con sobrenatural intuición -recordaba Juan Pablo II- el beato Josemaría predicó incansablemente la llamada universal a la santidad y al apostolado. Cristo convoca a todos a santificarse en la realidad de la vida cotidiana; por eso, el trabajo es también medio de santificación personal y de apostolado cuando se vive en unión con Jesucristo".

A lo largo de mi servicio episcopal a la Iglesia he conocido y tratado, personalmente, por diversos motivos, a un buen grupo de seglares del Opus Dei, que me ayudaron con su consejo y dedicación generosa en trabajos difíciles a favor de la Iglesia diocesana, edificándome con su ejemplar testimonio cristiano.

En su vida de fieles seglares, aunaban una alta competencia profesional con una intensa vida espiritual en plenitud de amor y servicio a la Iglesia y de bien a la sociedad. Algunos de ellos están en la casa del Padre. Otros viven entre nosotros. Todos ellos recibieron y siguieron el mismo espíritu del beato Josemaría.

Bajo esa honda perspectiva de santidad real en medio del mundo, plantea Juan Pablo II la necesidad de revitalizar en este III Milenio la vida de oración. "Nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas escuelas de oración. Una oración intensa que, sin embargo, no aparta del compromiso en la historia. Abre el corazón a la plenitud del amor a Dios y al prójimo. Y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios".

La sintonía entre este planteamiento y la vida y enseñanza del beato Josemaría Escrivá salta a la vista. "Los rasgos más característicos de su personalidad no hay que buscarlos tanto en sus egregias cualidades para la acción como en su vida de oración, y en la asidua experiencia unitiva que hizo de él verdaderamente un contemplativo itinerante".

Contemplativo itinerante. Expresión feliz que refleja por una parte, la armonía y unidad que alcanzaron en su vida lo humano y lo divino y por otra, que buscar esa armonía no significa rebajar la hondura e intensidad de la comunión de amor con Dios, propia de la verdadera oración y contemplación, es decir, de la santidad.

Siempre en el contexto de este ambicioso programa pastoral para el nuevo milenio, insiste Juan Pablo II en la necesidad de la nueva evangelización de la sociedad, que él promueve con su ejemplo y su palabra constantes. Y subraya, de forma paralela y coherente, que esa tarea "no podrá ser delegada a unos pocos 'especialistas', sino que acabará por implicar la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios".

Y como modelo a seguir en dicha tarea, el Santo Padre nos presenta el ejemplo evangelizador de los apóstoles y la primera generación de cristianos. El beato Josemaría gusta referirse con frecuencia en su predicación a la experiencia de los apóstoles y de aquellas primeras generaciones de cristianos, como modelo directa de la tarea apostólica que aguarda al cristiano comente de nuestros días. Porque Cristo siempre está cerca. Él es el Hoy, que desea hacerse presente en cada uno. Por eso pudo escribir el Beato Josemaría: "No es posible separar en Cristo su ser de Dios-Hombre y su función de Redentor. [...] Con nuestras miserias y limitaciones personales, somos otros Cristos, el mismo Cristo, llamados también a servir a todos los hombres".

En su momento, la Iglesia en Madrid no dudó en dedicar a su veneración una de las capillas de la Catedral de Ntra. Sra. de la Almudena. Con el paso del tiempo, por la actualidad del mensaje que Dios le encargó difundir, su figura se agranda. Santidad, oración, apostolado y comunión con Dios y con los demás... Es lo que necesitan la Iglesia y el mundo del III Milenio, y lo que esperan de cada cristiano.

El camino, abierto por el ejemplo y la enseñanza de este gran santo de nuestro tiempo, permite que cualquier cristiano pueda realizar hoy ese alto ideal, sin rebajarlo, en las condiciones cotidianas de su vida. Quiero subrayar, aquí, que su capilla en la Almudena es hoy una de las más frecuentadas por gentes de toda procedencia y clase. Se les ve recogidos en oración, de rodillas y largo rato con frecuencia.

Cardenal Ángel Suquía// La Razón