"Vivo en Almendralejo (Badajoz). Durante muchos años he trabajado en un pequeño Hospital que yo mismo logré poner en marcha, atendido por Religiosas Mercedarias, en otros Centros de la Seguridad Social y en el ejercicio privado de la Medicina. Actualmente mi mayor actividad la desarrollo en el Centro Asistencial de Zafra, en el que realizo un elevado número de intervenciones quirúrgicas.
A principios de noviembre de 1992 tuve que acudir al Ministerio de Agricultura para resolver algunos asuntos relacionados con mi actividad como agricultor. En el Ministerio, mientras buscábamos a la persona con la que teníamos que entrevistarnos, nos encontramos providencialmente con Luis Eugenio Bernardo Carrascal, un ingeniero agrónomo que trabaja en el Ministerio, que nos atendió muy amablemente mientras esperábamos a la persona que íbamos a ver.
Mientras cambiábamos impresiones sobre diversos temas del Ministerio, Luis Eugenio se fijó en mis manos y me preguntó qué me pasaba. Yo le expliqué, someramente, que tenía una radiodermitis crónica en estado avanzado y que era una afección incurable. Él me entregó una estampa del Beato Josemaría Escrivá para que me encomendase a su intercesión.
Así lo hice desde aquel momento y, unos días después, hice un viaje a Viena para asistir a una reunión médica. Allí me impresionó mucho encontrarme en todas las iglesias que visité estampas del Beato Josemaría. Esto me sirvió para invocar más su intercesión, tal como me habían recomendado. Yo rezaba informalmente, me encomendaba a su intercesión, sin ceñirme al rezo literal de la oración de la estampa. Pero también la recé algunas veces.
Tal como he dicho, yo padecía una radiodermitis crónica desde hacía muchísimos años. Me parece que los primeros síntomas —depilación y diversos eritemas en el dorso de la mano izquierda— los tuve ya hacia 1962, cuando me casé. Desde entonces las lesiones fueron en aumento, pues durante mucho tiempo me he visto obligado a reducir fracturas con la ayuda de equipos de radiodiagnóstico de baja calidad y muy escasas medidas de protección.
En el mes de noviembre de 1992, cuando fui al Ministerio de Agricultura, tenía los dedos de las manos muy afectados. En la mano izquierda el índice, el corazón y el anular; en la derecha, sobre todo, el índice y el corazón. Concretamente, tenía diversas placas de hiperqueratosis y ulceraciones de diversos tamaños en los tres dedos mencionados de la mano izquierda —alguna, hasta de 2 cms. de diámetro mayor— y otras varias lesiones en el dorso de la mano izquierda y en las falanges proximales y en el dorso de la mano derecha.
Me molestaban bastante las lesiones de las manos y tuve que ir dejando de operar. No me las veía mucha gente porque hacía lo posible por ocultarlas. Puede decirse que ningún médico me aconsejó tratamiento, porque se sabe que no puede hacerse nada ante la radiodermitis. Alguno me dijo que me pusiese vaselina o lanolina para suavizarlas, cosa que ya venía haciendo.
Desde el día en que me dieron la estampa, desde el momento en que me puse bajo la intercesión del Beato Josemaría Escrivá, las manos fueron mejorando y, aproximadamente, en unos quince días desaparecieron las lesiones y se quedaron como ahora, perfectamente curadas.
Es evidente que esta curación no se puede explicar por motivos naturales. Ya he dicho que la radiodermitis es incurable y que no utilicé ningún medicamento. Sólo pensaba en que algún dermatólogo me hiciese un trasplante de piel para tratar de cerrar las úlceras, pero no llegué a hacer nada. A pesar de que procuraba que las manos no se me vieran, hay muchas personas que pueden dar testimonio de cómo las tenía: como es, evidentemente, mi mujer; uno de mis hijos que es médico anatomopatólogo; dos médicos dermatólogos a los que se las enseñé algunas veces: Isidro Parra, el profesor Ginés Sánchez Hurtado, etc.
Tal como sucedió la curación de mi radiodermitis, lo cuento aquí. Yo temía mucho que se produjera una metástasis, lo cual hubiera tenido ya un pronóstico incluso infausto, pero no sucedió. Sencillamente, se curó la radiodermitis y yo no puedo más que atribuirlo a la intercesión del Beato Josemaría Escrivá de Balaguer.
Desde la curación he vuelto a trabajar normalmente y vuelvo a hacer cirugía general".
Almendralejo, 30 de junio de 1993