Ser obispo en Estonia, el país más ateo del mundo

Madrid, 19 feb (EFE).- Philippe Jourdan es un sacerdote francés que llegó a Estonia en 1996. Hasta 25 años antes, en este país sólo se contaban seis católicos, una cifra que se ha multiplicado por mil hasta conseguir consolidarse como religión en un país que es considerado el más ateo del mundo.

Jourdan ha asistido hoy en Madrid a un encuentro informativo con motivo de la presentación del libro "El baile tras la tormenta" de José Miguel Cejas, que recoge los testimonios de numerosas personas que lucharon frente al nazismo y el comunismo en Europa.

Este sacerdote es, desde 2005, el único obispo de Estonia, un país de 1.207.000 habitantes de los que el 69 por ciento son de origen estonio y el 25 por ciento de procedencia rusa, aunque también hay colectivos de ucranianos y bielorrusos.

El 14,8 por ciento de los habitantes de Estonia forma parte de la iglesia luterana evangélica y el 13,9 por ciento de las iglesias ortodoxas. Hay, además, 10.000 musulmanes, 6.000 baptistas y unos mil judíos.

"Alguien me dijo una vez en Roma que soy el obispo más aislado de Europa", bromea para explicar después que, a diferencia de países como España, donde los obispos están arropados por una Conferencia Episcopal, en Estonia -y también en Finlandia- sólo existe un único obispo.

Jourdan explica que, a pesar de que son pocos los católicos en Estonia -un total de 6.000- "nunca hemos estado mejor en los últimos cinco siglos".

De hecho, los primeros católicos llegaron a este país en los años 20 y, a principios de los 70, había cinco o seis católicos en todo el país. "Así que nos hemos multiplicado por mil en estos últimos 25 años", destaca.

El mayor impulso al catolicismo en Estonia llegó tras la caída de la Unión Soviética, a partir de los años 90.

"Hubo que empezar de cero desde el punto de vista de la Iglesia católica, ya que en la época soviética la mayoría de las parroquias habían sido destruidas o transformadas en centros deportivos y gimnasios", explica.

En esa época -recuerda- había una regla: mientras una persona quisiera frecuentar una iglesia, ésta debía permanecer abierta. "Hubo presiones y a finales de la época soviética nos quedamos sólo con dos parroquias".

En la actualidad, en Estonia -donde existe la libertad religiosa- hay 15 sacerdotes y 20 religiosas. "Las vocaciones llegan a cuentagotas y muchas de ellas acaban en el extranjero", se lamenta.

Sin embargo, a pesar de su escasez numérica, la Iglesia católica en Estonia ha conseguido abrir dos escuelas con el apoyo económico del Estado, una ayuda que se mantiene independientemente del partido que esté en el Ejecutivo.

"El Gobierno estonio se comporta bastante bien y nos ayuda a sostener económicamente estas escuelas, si no fuera por su respaldo, no sería posible", reconoce.

EFE