“Sentir en el alma la caricia amorosa de Nuestra Madre”

La iglesia dedica especialmente el mes de mayo a la devoción a la Santísima Virgen. Con este motivo, San Josemaría procuraba intensificar su trato filial con Santa María en este tiempo. Recordamos ahora algunas muestras de la piedad mariana del Fundador del Opus Dei.

Mi preferencia va a los gestos y a las palabras que han quedado entre cada alma y la Madre de Dios; a esos millones de jaculatorias, de piropos callados, de lagrimas contenidas, de rezos de niños, de tristezas convertidas en gozo al sentir en el alma la caricia amorosa de Nuestra Madre.

En estas palabras de San Josemaría se resume una relación cercana, natural de un hijo con su madre del cielo. Quienes vivieron con el Fundador del Opus Dei recuerdan detalles constantes de su piedad mariana, recogidos en parte en el libro “Santa María en los escritos de San Josemaría” de Federico Delclaux, editado por Rialp. De este libro hemos seleccionado algunos recuerdos.

Oraciones aprendidas de niño

Josemaría aprendió de niño oraciones de párvulos; una de ellas era: Dulce Corazón de María, sed la salvación mía. Más tarde su madre le enseñó el ofrecimiento de obras a la Virgen, que Mons. Escrivá rezaría todos los días de su vida; “La repito– explicó pasados muchos años-por la mañana y por la noche, con mucha alegría, y me viene muy bien. Mientras me visto, mientras me afeito –no hay nadie más que mi Dios…-, rezo en voz alta: “Oh, Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a vos. Y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día –en esta noche- mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón…; ¡una enumeración maravillosa!”. La fundación del Opus Dei bajo el manto de la Virgen Nuestro Opus Dei nació se y se ha desarrollado bajo el manto de Nuestra Señora. Por eso son tantas las costumbres marianas que empapan la vida diaria de los hijos de Dios en esta Obra de Dios.

A la Virgen invocó constantemente durante años para saber qué era lo que Dios le pedía, repitiendo incansablemente la jaculatorias Domina, ut sit! ¡Señora que sea! Domina, ut videam! ¡Señora que vea! El 2 de octubre de 1928 se celebraba la festividad de los Santos Ángeles Custodios, y aquella mañana sonaban a voleo las campanas de la cercana parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, con motivo de la fiesta de su Patrona; un repique gozoso de campanas que, decía Mons. Escrivá de Balaguer, nunca han dejado de sonar en mis oídos. El santuario de Torreciudad

El año 1956, movido por su querer a la Virgen, y para que muchas personas intensificaran la practica de la fe cristiana, Mons. Escrivá de Balaguer quiso reavivar el culto a Nuestra Señora de Torreciudad. Todos sus hijos e hijas del Opus Dei y muchos amigos de la Obra del mundo entero, secundaron esa iniciativa y pusieron en marcha las gestiones para construir este nuevo santuario en tierras de Aragón.

Miles de personas han sentido en Torreciudad la caricia materna de Santa María, que les ha conducido a reconciliar sus almas con Dios mediante el Sacramento de la Penitencia, cumpliéndose así el deseo de San Josemaría cuando afirmaba:Espero frutos espirituales: gracias que el Señor querrá dar a quienes acudan a venerar a su Madre bendita en su Santuario. Ésos son los milagros que yo deseo: la conversión y la paz para muchas almas.