Primeros meses de guerra en Madrid

La historia del Opus Dei durante estos años se centra en las vicisitudes de su Fundador y el puñado de primeros miembros, para poder sobrevivir y continuar con la labor apostólica en unas mínimas condiciones de libertad. Desde el comienzo de la guerra civil en España hasta finales de 1937, el Fundador del Opus Dei permaneció en Madrid.

Fue un continuo peregrinar por numerosas casas, protegiéndose de la furiosa persecución religiosa desencadenada en aquellos días, hasta que consiguió ser internado por un tiempo en la residencia psiquiátrica de un amigo médico, haciéndose pasar por loco. Otros miembros del Opus Dei sufrieron periodos de encarcelamiento y, siempre, un inminente peligro de muerte. La mayoría estaban en Madrid, aunque a algunos les pilló el estallido de la guerra en Valencia. La correspondencia que pudieron mantener durante ese tiempo utilizaba expresiones familiares cifradas para tratar temas religiosos que podían ponerles en serio peligro dadas las circunstancias.

Carta del Fundador a los miembros del Opus Dei en Valencia desde la clínica del Dr. Suils, 10-II-1937

Queridos amigos: tenía muchas ganas de escribiros, y, por fin, hoy aprovecho la visita de Isidoro para darle esta carta.

Mi cabeza parece que va mejor: es mucho el tiempo que llevo en este manicomio y, aunque despacio, me consuelo pensando que estoy aquí encerrado para mi bien, por orden de mi Padre, y además nunca olvido que no hay mal que cien años dure.

Mi gran preocupación, en esta soledad, en medio de tantos pobres enfermos como yo, son mis hijos. ¡Cuánto pienso en ellos y en el porvenir espléndido de nuestra familia!

De momento, Chiqui [ se refiere a uno de sus hijos, Josemaría Hernández de Garnica, encarcelado y en peligro de muerte entonces ] está en el primer plano (si mi corazón supiera distinguir de planos entre mis chicos, todos igualmente queridos): ved si por medio de alguna amiga vuestra podéis atenderle en su actual preocupación.

Este pobre loco os abraza y os quiere

Josemaría

Escribid a Isidoro

Legación de Honduras (marzo-agosto 1937)

Durante cinco meses, desde marzo a agosto de 1937, el Fundador del Opus Dei estuvo refugiado en la Legación de Honduras, con su hermano Santiago y otros tres: José María González Barredo, Álvaro del Portillo y Eduardo Alastrué. Vivían todos ellos en una habitación de reducidas dimensiones, la antigua carbonera. Desde ese encierro, continuó la correspondencia “cifrada”, llena de ingenio y buen humor, con el resto de sus hijos.

Carta del Fundador del Opus Dei a los miembros del Opus Dei en Valencia desde la Legación de Honduras, 26-V-1937

No se pueden extender los cinco colchones de nuestra propiedad. Con cuatro, queda el pavimento del todo alfombrado. ¿Que os describa el hogar? Cuando está el campamento levantado, en un rincón hay, doblados con las mantas y almohadas dentro, dos colchones, uno sobre otro. Un poquito de espacio. Los dos colchones de José B. y de Álvaro, puestos de la misma manera, y, sobre ellos, muy arrolladita, con un fúnebre paño negro para envolver, una colchoneta de Eduardo. Tocando, el radiador -cinco elementos tísicos-, que sostiene una tabla de cajón: mesa, para las vituallas y para seis tazones, someramente limpios, que lo mismo sirven para un cosido que para un barrido. Una ventana, que da al patio oscuro -oscurísimo-. Debajo de la ventana, un cajón pequeño de embalar, con unos libros y una botella para los banquetes. Encima del cajón, dos pequeñas maletas (sobre una de ellas, que tengo en las rodillas, escribo; después de escribir en cien mil posturas... plenas de gravedad... para los músculos, y completamente ridículas e inestables). Pegadas al cajón, otras dos maletillas, que rozan la pared en ángulo, y sostienen un maletín y una caja de hoja de lata, donde guardamos los chismes de aseo de todos. Pegando a las maletas, la puerta. Aunque estemos en la puerta, no os echo del cuarto (podríais entrar como quisierais: la puerta no se cierra: está estropeada). Falta que admiréis la cuerda, que corta un ángulo de la habitación, y sirve para dejar colgadas cinco toallas; y la hermosa pantalla de legítimo papel de periódico, que este abuelo ha puesto a la bombilla monda y lironda que pende del sucio flexible, en un momento de buen humor. Bueno: y no se os ocurra tocar la llave de la luz, porque luego es un lío para encender: está rota. ¿Más?.

Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 1389 (23-V-1937)

23-domingo-1937: Oración mía de esta noche pasada, ante el temor de no cumplir la Voluntad de Dios, y ante las preocupaciones que siento por mi salvación: Señor, llévame: desde el otro mundo -desde el purgatorio-, podré hacer más por la Obra y por mis hijos e hijas: Tú promoverás otro instrumento más apto que yo -y más fiel-, para sacar adelante la Obra en la tierra (...) Jesús, si no voy a ser el instrumento que deseas, cuanto antes llévame en tu gracia. No temo a la muerte, a pesar de mi vida pecadora, porque me acuerdo de tu Amor: un tifus, una tuberculosis o una pulmonía... o cuatro tiros, ¡qué más da!

Carta del Fundador del Opus Dei a Pedro Casciaro Ramírez, 29-IV-1937

Pedro Casciaro nació en Murcia en 1915, hijo de un catedrático de Instituto que llegaría a ser, en 1936, Presidente Provincial del Frente Popular. En 1935 conoció al Fundador del Opus Dei y entró a formar parte de la Obra. En 1946 se ordenó sacerdote. En 1949 se trasladó a México. En años posteriores colaboró de cerca con el Fundador en la expansión del Opus Dei por Italia y Kenya. Murió en México en 1995.

Yo espero -espero- que no tardaré en poder abrazaros. Mientras, no os olvidéis de este pobre viejo y, si el viejo -es ley natural- desfilara , a vosotros os toca continuar, cada día con más ímpetus, el negocio familiar [el Opus Dei]. Te digo, en confidencia, (confidencia de abuelo a nieto) que, al verme propietario de tanto hueso desconocido, me encuentro con magnífica salud: y -será lo que sea- pienso que se alargará por años mi vida, hasta ver en marcha, bien colocada, a toda la chiquillería de mis hijos y mis nietos. Pero, ¡pero!, no te olvides de que -insisto- si desfilo , no debéis abandonar por nada mi negocio, que os llenará de riqueza y bienestar a todos. Casi no sé qué escribo. ¿La vida? ¡Bah!... ¡¡La Vida!!

(...) ¡Criotes! Un negocio veo, para un futuro próximo, tan espléndido, que sería bobo pensar que nadie deje la oportunidad de enriquecerse y ser feliz. ¡Con qué razón aseguran que, al llegar a los setenta, ochenta tengo yo, se acentúa la avaricia! Os querría a todos cubiertos por los rayos del Sol, que haga brillar sobre los míos el oro puro, adquirido, bien adquirido, con el esfuerzo de sacar adelante el patrimonio de mi casa.

Mariano: dices muchas tonterías. Es cierto. Pero, genio y figura hasta la sepultura. He sido ambicioso siempre. Lo he querido todo. Y, además, como no me parece camino torcido, por él pienso empujar a mi gente.

¡Ambición! ¡Bendita ambición! ¡Cuántos obstáculos allanas!... Con sed de alturas, dificilillo es meterse en charcas, que son lo contrario: simas. Si me reservo -¡bendita ambición, nobilísima ambición!- para lo grande -y he nacido para lo grande-, sabré -con los auxilios oportunos- no entretenerme en lo pequeño. Dije. No he dicho despreciar lo pequeño, porque esto sería una barbaridad, ya que lo grande, lo más grande, a fuerza de pequeños esfuerzos se logra.

Carta del Fundador del Opus Dei a los miembros del Opus Dei en Valencia, 15-VIII-1937

Se me pegaron las locas ansias de mi hermano Josemaría -loco, loco de atar; por algo ha estado en el manicomio- y querría corretear este mundo tan chiquitín, de polo a polo, y derretir todos los hielos, y aplanar todas las montañas, y desterrar todos los odios, y hacer felices a todos los hombres, y lograr que sea un hecho feliz aquel deseo de un rebaño y un pastor.

La cabeza parece que va a rompérseme, como un triquitraque. Y milagro parece que tal no suceda. No caben, en cabeza de hombre (en corazón, sí), tantas cosas grandes. Por eso, ¡quién me diera muchas cabezas y muchos corazones, jóvenes y limpios, para llenarlos de ideas y quereres nobles y exaltados!

Aunque no te lo creas, mocoso: no hace media hora, estaba recosiendo un par de calcetines de uno de mis nietos más brutotes. Lo loco no quita el estar en la tierra . Testimonio de Alvaro del Portillo sobre las meditaciones de Honduras Durante su encierro en la Legación de Honduras el Fundador dirigía con frecuencia meditaciones a los jóvenes que estaban refugiados con el. Como testimonián los mismos oyentes, esas meditaciones eran inmediatmente trascritas y circulaban por Madrid de mano en mano.

«Uno de nosotros –Eduardo–, en cuanto terminaba la media hora de oración la recomponía por escrito. Procuraba ajustarse cuanto podía a las palabras, al estilo del Padre. Y cuando venía Isidoro, se llevaba las oraciones escritas, para, en su casa de la calle de Serrano, hacerlas con otros de la Obra que podían andar por la calle» (Álvaro del Portillo, Relato testimonial, octubre de 1944; IZL, sec T, exp 94). La memoria de Alastrué era excepcional. Seguía idéntica después de la guerra: «Eduardo se ha marchado temprano; ayer como tenía que sacar copia de unos apuntes del Padre y no disponía de tiempo, no se le ocurrió otra cosa que aprendérselos de memoria para escribirlos cuando llegue a Olot» ( Diario de Madrid , 30-VI-1939; Isidoro Zorzano).

Meditación "Fiel en lo poco", 6-VII-1937

«Aún puede haber otro obstáculo para mi labor, para la labor de la Obra: la falta de comprensión y cordialidad por parte de personas buenas e influyentes. Es un inconveniente con el que es preciso contar. Hasta ahora no vino con fuerza, pero puede llegar impetuosa esta prueba: que quienes debieran comprender y ayudar como hermanos a los que trabajamos por Cristo, se opongan abierta o encubiertamente a nuestra labor. ¿Y entonces? Entonces, cuando el Señor consienta esta otra cruz, la contradicción de los buenos , haré oídos de mercader; porque, si estoy seguro de la Voluntad de Dios, ¿qué me pueden importar las críticas humanas, aunque procedan de personas muy calificadas? ¿Ladran?; señal de que cabalgamos»

Meditación «La Comunión de los Santos», 8-IV-1937

«Hay personas que rezan sin darse cuenta de lo que dicen, que recitan el Rosario y quizá comulgan todos los días, pero lo repiten rutinariamente, con poca piedad. No se dan cuenta de que los sacramentos no son un fin en sí mismos: son medios para unirse más y más a Dios. No sólo de pan vive el hombre, sino que es necesaria también la palabra, la oración, cuajada con las debidas condiciones». (...)

«La consideración de esta realidad [la ayuda que prestan los que sufren persecución] nos impulsa a un detenido examen de nuestra conducta en este lugar, que es como una prisión para nosotros. Porque aquí, en esta aparente inactividad , contamos con la posibilidad de trabajar mucho por dentro, y acompañar a cada uno de vuestros hermanos en peligro, y velar por ellos»

Meditación « Fiat, adimpleatur», 24-VIII-1937

«La revolución nos sorprendió absortos en nuestro trabajo, preocupados únicamente por el anhelo de servirle; después, quizá ha habido desorientaciones; pero falta de rectitud, no: de esto estoy seguro. Si permanecemos fieles, ¿no nos preparará el Señor un porvenir fecundo, y más si hemos cubierto el terreno, donde ha de nacer la cosecha, con el abono de nuestros sufrimientos? Ya sabemos que ése es nuestro papel: nosotros, que somos estiércol miserable, tierra vil y sucia, hemos de agruparnos en torno a las plantas que el Señor ha plantado para llenarlas de savia nueva, de lozanía, de vigor. Que el Señor nos lleve adonde quiera y como quiera».

(Texto incluido en "Fuentes para la Historia del Opus Dei" de Federico M. Requena y Javier Sesé publicado en Editorial Ariel)