Recuerdos del viaje pastoral a Canadá: Montreal

Mons. Fernando Ocáriz ha aconsejado "ensanchar el corazón para acoger a los demás" durante su viaje pastoral por Canadá.

Viernes, sábado y domingo, 16-18 de agosto

A lo largo del viernes 16, Mons. Ocáriz presidió algunas reuniones de trabajo con Mons. Fred Dolan, vicario del Opus Dei en Canadá, y con las personas que lo ayudan en el gobierno de la prelatura en el país. Por la tarde predicó una meditación y estuvo con los miembros del Opus Dei que coordinan las actividades formativas de la prelatura en Ottawa, Montreal y Quebec. Tras escuchar numerosas noticias sobre la labor apostólica en esas tres ciudades, habló sobre el nexo que existe entre la vida cristiana y la felicidad, que es "el resultado de una verdadera libertad orientada hacia el amor".

El sábado por la mañana, el prelado se reunió con unas 200 mujeres que participan de los apostolados del Opus Dei. Sus primeras palabras fueron de estímulo para acoger a Dios en la propia vida, y para difundir el mensaje y la alegría del Evangelio "de mar a mar", respetando la libertad de cada persona. Recordó también a la audiencia que "la gente necesita alegría y se siente atraída por la generosidad y la alegría de los cristianos".

En sus respuestas, Mons. Ocáriz se refirió a la necesidad de "ensanchar el corazón para acompañar a los demás", lo que implica, entre otras cosas, el diálogo con personas que no comparten nuestras ideas, dejando claro que los posibles desacuerdos no nos pueden separar de los demás ni romper los lazos de amistad. Recordó una vez más que la clave de todo apostolado es "permanecer unidos a Cristo e identificarse con Él, para construir la Iglesia a través de nuestra vida ordinaria, tratando de santificar nuestro trabajo y buscando la santidad allí donde nos encontramos".

El prelado concluyó esa tertulia invitando a las participantes a prestar gran atención a la caridad fraterna, a la unidad, al servicio, a la alegría y a la comprensión, ya que "es el contenido del Mandamiento Nuevo" del Señor. También solicitó oraciones por las intenciones del Santo Padre y agradeció las canciones de un cuarteto familiar que había interpretado un popurrí de música de Gilles Vigneault.

Por la tarde, Mons. Fernando Ocáriz se reunió con unos 120 hombres en el teatro L'Entrepôt de Montreal. Comenzó con una reflexión sobre el lema de Canadá "A mari usque ad mare" ("de mar a mar"), al que ya se había referido en otras ocasiones, y pidió a todos que rezaran por el Papa y por la Iglesia, recordándoles que el Papa Francisco siempre pide a quienes encuentra en su camino que oren por él.

La tertulia comenzó con una intervención para romper el hielo, literalmente. François, vestido de jugador de hockey, introdujo al prelado en uno de los deportes más populares de Canadá, y le deseó que marcara muchos goles en ese encuentro. Mons. Ocáriz le dio un abrazo y aconsejó a todos los presentes que ejercitaran el espíritu deportivo que recomendaba san Josemaría para la vida cristiana, que consiste en una conversión continua, comenzando una y otra vez según las necesidades de cada uno.

El domingo 18 de agosto unas 60 jóvenes de Montreal, Quebec y Ottawa tuvieron una tertulia con el prelado en el Manoir de Beaujeu. Les hizo considerar que el Señor confiaba en ellas para llevar su luz, su fuerza y su alegría a sus amigas y compañeras de estudio o de trabajo. También para ayudar a mucha gente a encontrar el sentido de su vida. La clave para compartir el amor de Dios que llevamos en el corazón -comentó- reside en la amistad. Y "desarrollar una verdadera amistad lleva tiempo, comporta aprender a conocernos y a amarnos, aunque no compartamos los mismos valores". En ese mismo lugar, Mons. Ocáriz recibió a numerosas familias venidas desde diversas ciudades del área.

Miércoles y jueves, 14 y 15 de agosto

Tras varias reuniones con fieles de la prelatura, el día 14 por la mañana el prelado se desplazó al centro de la ciudad para visitar al arzobispo de Toronto, el Cardenal Thomas Collins. Juntos recorrieron la recientemente restaurada catedral de San Miguel, desde la cripta hasta la nave central, donde pudieron rezar ante los patronos de la ciudad.

A continuación, en el auditorio de la Biblioteca de Fairview tuvo lugar una tertulia con muchas mujeres que participan en las labores del Opus Dei en la región. Eliza y Kathleen, acompañadas al piano por Theresa, cantaron una pieza. Después de felicitarlas por sus voces, el prelado habló de la virtud de la esperanza, “que se basa en la fe, no en nuestras propias fuerzas”. Con el poder del amor de Dios -les dijo “podremos acercar a muchas otras personas a Dios y llevar la semilla de Cristo a todo vuestro gran país”.

Mons. Ocáriz también habló del verdadero amor, que “consiste sobre todo en buscar el bien del otro”. Este amor generoso -añadió- “es el ingrediente necesario para hacer que un matrimonio funcione bien: apoyar a la pareja en los altibajos normales de la vida”.

La visita de Mons. Ocáriz a Toronto culminó el día 15 de agosto con una hermosa celebración eucarística por la solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora en el oratorio de Kintore. Después de la Misa, las asistentes se reunieron espontáneamente en torno al prelado, aprovechando esa última oportunidad para contarle algo, estrecharle la mano o pedirle que bendijera una foto de la familia, antes de que iniciara su viaje a Montreal.

El prelado del Opus Dei aterrizó en Montreal a media tarde. Algunas familias de la zona lo esperaban en el aeropuerto, como Chairmaine y Matthew con su familia, o Alexandre y Michelle con cinco de sus hijos. Le saludaron con flores y alguna pancarta en que se leía “Bienvenue à Montréal” y "Padre, joyeux anniversaire", refiriéndose al 48 aniversario de la ordenación sacerdotal de Mons. Ocáriz.

A continuación, se dirigió al Manoir de Beaujeu, donde permanecerá durante los próximos días. El Manoir es una casa de retiros y conferencias, donde se organizan retiros espirituales, cursos, talleres y seminarios. Desde allí Mons. Ocáriz acudirá a varios encuentros con miembros, cooperadores y amigos del Opus Dei de Montreal, Ottawa y Quebec.

Lunes y martes, 12 y 13 de agosto (Toronto)

Tras los días pasados en Vancouver, el prelado aterrizó en el Aeropuerto Internacional Toronto Pearson alrededor de las 18.00 del lunes 12. Entre las familias que le esperaban se encontraban Daniel y Magda con sus seis hijos y una pancarta de bienvenida en la que se representaba la CN Tower, el edificio más alto de Canadá. Ese día, Mons. Ocáriz estuvo en Wilson Heights, uno de los centros de la prelatura en los que reciben formación cristiana numerosas personas del área metropolitana de Toronto.

Al día siguiente, el prelado visitó Ernescliff College, una residencia universitaria ubicada en el campus de la Universidad de Toronto, para reunirse con estudiantes y jóvenes profesionales. Les habló de la importancia de la formación cristiana, que "no significa estar informados sobre conceptos, ideas y valores abstractos; más bien, es dejarnos modelar por Jesucristo, buscar que nuestro ser se identifique con el de Jesús". Al referirse a los desafíos que se pueden plantear en nuestra vocación cristiana explicó que "cuanto más grandes son las dificultades, más contaremos con la gracia de Dios, que está a nuestro lado para ayudarnos".

En Kintore College, una residencia universitaria que organiza una gran variedad de actividades formativas para mujeres de todas las edades, el prelado se reunió con numerosos miembros de la Obra, familiares y amigos. Entre chistes, canciones, historias personales e incluso algún truco de magia, Mons. Ocáriz enfatizó los beneficios de ser feliz en todo momento: "La alegría nos permite tener el corazón abierto y estar mejor equipados para lidiar con los retos y dificultades de la vida diaria". Kintore College abrió sus puertas en 2012, y también se encuentra situada en el campus de la Universidad de Toronto.

Después del almuerzo, el prelado visitó Hawthorn School, la única escuela independiente para chicas, de inspiración católica, en la ciudad de Toronto. Fundada hace 30 años, Hawthorn cuenta con guarderías y es reconocida por su excelencia en la educación primaria y secundaria. Mons. Ocáriz se reunió con la junta directiva y el personal de la escuela y les animó en su servicio a las mujeres. A continuación, también se reunió con estudiantes de secundaria y universitarias.

Por la tarde, unas 200 personas recibieron al prelado en el Fairview Library Theatre de Toronto, y mantuvo una animada tertulia en que se trataron cuestiones como el valor del trabajo, el sentido del dolor, la misión apostólica de los cristianos o el valor evangelizador de la alegría.

Domingo 11 de agosto

El prelado se desplazó al norte de Vancouver para conocer Copper Ridge, una casa de retiros y actividades formativas situada en Howe Sound. El edificio está actualmente en su fase final de construcción. En la futura capilla de este centro, pudo contemplar el retablo y las vidrieras que acompañarán al Señor en el sagrario. Más tarde bendijo la última piedra del proyecto, que consta de dos bajorrelieves de san Josemaría y del beato Álvaro, que también se colocarán en el oratorio.

Allí conoció a las personas que han contribuido generosamente a la puesta en marcha de este proyecto. Mons. Ocáriz les recordó su viaje a Howe Sound en septiembre de 2006, cuando acompañó al entonces prelado del Opus Dei, el obispo Javier Echevarría. En aquella ocasión, Mons. Echevarría había bendecido el lugar desde la enorme roca situada a unos metros de distancia. Las primeras actividades del conference center están programadas para inicios de 2020. El prelado animó a los promotores a explicar el influjo positivo que este centro producirá en la población local, en la provincia y en todo el país: "Apoyarlo -dijo– no es ayudar a la persona que pide colaboración, sino hacer el bien a la sociedad, lo que a su vez beneficia a la persona que está dando". A su regreso a Vancouver, Mons. Ocáriz se detuvo con otras tantas familias venidas de todo el Lower Mainland para saludarlo.

Sábado, 10 de agosto

En la tertulia, Teresa relató el reciente fallecimiento de una supernumeraria del Opus Dei: puso de relieve su generosidad y su ejemplo de alegría en la enfermedad.

Minette explicó a Mons. Ocáriz las lecciones que a veces recibe de los más jóvenes. Su hija de cinco años comentó en casa que no podía perdonar a una amiga de la guardería, y el hermano de siete años le contestó: "Tienes que perdonar hasta setenta veces siete". Cuando la madre le preguntó si sabía lo que eso significaba, respondió que en la escuela aún no habían estudiado las tablas de multiplicar.

Nicole, directora de recursos pedagógicos del sistema escolar católico de Vancouver, pidió consejo sobre cómo guiar a las generaciones más jóvenes en un uso apropiado de la libertad. El prelado explicó que la libertad es la capacidad no sólo de elegir, sino de elegir el bien, y al hacerlo, "estamos tocando la esencia misma de la libertad, que es el amor".

Posteriormente, el prelado visitó a algunos enfermos. Charló un rato con Zeny, que está ciega y paralizada, y la bendijo con el signo de la Cruz en la frente; a Chichi, que padece una grave enfermedad, le manifestó su agradecimiento por lo que había hecho para implantar el Opus Dei en el país. También visitó a Sandra, que padece un cáncer terminal.

Durante otra tertulia en el Vancouver College, Mons. Ocáriz utilizó el lema de Canadá ("A mari usque ad mare", de mar a mar), para alentar la tarea evangelizadora de los fieles del Opus Dei en esa nación, como había hecho su predecesor, Mons. Javier Echevarría, en su visita al país hace 13 años.

Joe residía en Toronto en 1988, cuando el beato Álvaro del Portillo visitó Canadá y preguntó por la próxima llegada del Opus Dei a Vancouver. Asistió al primer retiro espiritual que se organizó allí en 1984 y ha visto crecer aquella semilla en numerosos lugares del Lower Mainland. Preguntó: "-Padre, ¿cómo podemos mantener el crecimiento dinámico de la Obra tal y como nuestro fundador la imaginó en los años cincuenta?". El prelado explicó que el Opus Dei es la gente y que, para que el Opus Dei sea dinámico, "las personas también necesitan ser dinámicas, con un dinamismo que se funda en la unión con Jesucristo". Animó a todos a pensar que la labor de apostolado de la Iglesia, y por tanto del Opus Dei, "sólo puede crecer a través de la oración".

Brian regaló a Mons. Ocáriz una talla en madera de un colorido salmón, que es otro de los símbolos característicos de Vancouver. Los salmones nacen en el lecho de los ríos y de inmediato nadan hacia el océano, el medio del planeta. Luego regresan al río para reproducirse. Este viaje, conocido como la "carrera del salmón", es peligroso, pues los peces deben superar muchos obstáculos nadando río arriba.

Al acabar esta reunión, Yesid interpretó una canción que había compuesto algunos años atrás: la letra habla de la búsqueda de Dios. El prelado le agradeció el detalle, le dio un abrazo y luego impartió su bendición a todos los presentes.

Durante el resto del día, Mons. Ocáriz estuvo con varias familias venidas para saludarlo desde Calgary, Edmonton y Vancouver.

Viernes, 9 de agosto

Por la mañana, el prelado del Opus Dei visitó al arzobispo de Vancouver, J. Michael Miller, que desde hace años conoce y estima la labor que desarrollan en su diócesis los fieles de la prelatura. Luego, se reunió con un buen grupo de sacerdotes, a quienes animó a fomentar la esperanza y a afrontar con confianza en Dios los desafíos de la Iglesia. Subrayó la importancia de vivir la unidad con el Santo Padre.

Por la tarde, Mons. Ocáriz también se reunió con un grupo de mujeres jóvenes en el Centro Cultural Crestwell. Lo saludaron con la canción "A million dreams". El Prelado aprovechó la letra para recordarles que los sueños son algo bueno, pero que por encima de ellos se encuentra "el amor de Dios por nosotros, que es fundamental y no es un sueño". Ese amor, les dijo, "nos aumenta la fe y nos da confianza".

Una de las jóvenes, Mary-Jo, que comenzará la universidad en el otoño, le pidió un consejo sobre cómo tratar a quienes tienen una concepción de la vida totalmente diversa a la propia. El prelado la animó a ser amiga de la gente: "La amistad no es pensar exactamente lo mismo que la otra persona, sino más bien buscar su bien, también cuando tienes opiniones diferentes. Implica interés por la otra persona, y compartir lo que llevas en tu corazón".

Isabel, de Calgary, preguntó qué hacer para no ver la oración como un deber aburrido sino como algo atractivo, como cuando se está con un amigo. "A veces podemos caer en el aburrimiento porque somos débiles y porque no vemos físicamente al Señor", explicó el prelado. "Creemos pero no vemos. Es una cuestión de fe. Piensa en Jesús como alguien que te ama apasionadamente, y no como una idea".

Entre las presentes se contaban las mujeres que iban a atender, justo después del encuentro, una labor social llamada "Camp Misawannee". Bev y Sami entregaron al prelado una camiseta verde del campamento con la leyenda "campista de honor" y, al final de la tertulia, se hicieron una foto de grupo con Mons. Ocáriz.

Por la tarde, alrededor de 40 estudiantes de secundaria, universitarios y jóvenes profesionales provenientes de Lower Mainland, Victoria y Alberta asistieron a otra tertulia con el prelado.

Algunos estudiantes le preguntaron sobre cómo evangelizar a sus compañeros de clase y llevarles a Cristo. "El trabajo apostólico no es sólo para algunos, sino para todos", observó Mons. Ocáriz. "Vosotros que recibís una formación más intensa, tenéis también la responsabilidad de compartirla con vuestra familia, compañeros de trabajo, compañeros de clase. Piensa en los doce apóstoles, que acabaron siendo mártires, excepto San Juan, que también sufrió el martirio pero no murió en ese momento. No tengáis miedo o vergüenza de ir en contra de la corriente –les dijo– ni siquiera cuando es difícil ir en contra de los caprichos y modas del momento."

Respondiendo a una pregunta de John Paul, añadió: "Pensad que es Jesucristo quien sostiene vuestras batallas, vuestros trabajos. Esto nos debe llevar a apoyarnos en la Eucaristía, que es donde encontramos la verdadera fuerza".

Nicholas regaló un inukshuk al prelado, una estatua de piedra con forma de persona. Para los inuits, los nativos del extremo norte de Canadá, el inukshuk es un distintivo para indicar la importancia de un lugar. Simboliza la amistad, la esperanza y la seguridad.

Tras los dos encuentros con los jóvenes, Mons. Ocáriz recibió a algunas familias de Vancouver. Entre ellas estaba la familia de Marietta, que llegó a esta ciudad en 1973 y era la única persona del Opus Dei en ese momento. Desde entonces, la prelatura ha crecido bastante en el Oeste canadiense. Se conmovió cuando el prelado le dio las gracias por la labor realizada.

Jueves, 8 de agosto de 2019

Tras su visita pastoral a diversas ciudades de Estados Unidos, Mons. Fernando Ocáriz aterrizó en Vancouver a las 3:30 de la tarde, con un vuelo procedente de San Francisco. Después de los trámites de frontera y aduana fue recibido por el vicario del Opus Dei en Canadá, Mons. Fred Dolan, y por varias familias que le esperaban en la zona de llegadas del aeropuerto.

“Welcome to Canada, Padre” se leía en la pancarta que habían preparado los hijos pequeños de Jonathan y Melissa para dar la bienvenida al prelado. Los pequeños sonreían de oreja a oreja al notar la sorpresa de Mons. Ocáriz.

Anna y James, ambos conversos, y sus siete hijos pequeños también saludaron al prelado, con un cartel de "Bienvenido a Canadá". Anna le regaló un libro publicado recientemente sobre historias de conversión a la fe cristiana, en el que se narra su propia historia. Mons. Ocáriz también recibió jarabe de arce y un pequeño peluche de alce, el animal canadiense por excelencia.

Adna y Gabriel (que está cursando un doctorado en cambio climático en Vancouver) también se encontraban en el aeropuerto para recibir al prelado, junto a sus cuatro hijos y al bebé que está en camino.

Nada más llegar a Canadá, Mons. Ocáriz se dirigió a Glenwood, uno de los centros de la prelatura en Vancouver. Después de saludar al Señor en el Santísimo Sacramento, pasó algún tiempo con el sacerdote Joseph Soria, que hace cinco años sufrió varios derrames cerebrales. Desde aquel momento, el prelado le había escrito varias cartas. Fr. Joseph se mostró conmovido por la muestra de afecto del prelado del Opus Dei hacia su persona.