"Para hacer una novela de éxito"

De familia numerosa y humilde, Carlos Martínez tuvo que dejar la escuela con 9 años y a los 10 era miembro del comité comunista de su barrio. En 1954 conoció el Opus Dei y desde entonces su vida se centró en ayudar a los más desfavorecidos. Lo hizo desde su pescadería que tuvo en el Fontán (Asturias).

Portada del libro «Carlos Martínez, pescadero. Un revolucionario que se encontró con Dios»

Con los apuntes de Carlos Martínez (Oviedo, 1920-2000), José Antonio Íñiguez y Pablo Álvarez han publicado el libro «Carlos Martínez, pescadero. Un revolucionario que se encontró con Dios» (Palabra, 2011). Durante la reciente presentación del libro, el periodista Juan de Lillo resumió con una frase la experiencia vital de este singular ovetense: «La vida de nuestro pescadero da para hacer una novela de éxito».

A los diez años, parte de “Mundo Obrero”

Nacido en la calle Foncalada, hijo de una familia numerosa y con escasos recursos, con nueve años ya hubo de abandonar los estudios y empezó a trabajar en una pescadería. Con diez años, formaba parte de la célula comunista de su barrio y por las noches vendía «Mundo Obrero».

Apoyó el levantamiento de Octubre del 34 y conoció la cárcel durante la Guerra Civil. Había huido a Gijón y uno de sus hermanos fue fusilado por negarse a desvelar su paradero. Intentó hacer carrera literaria en Madrid, donde conoció a Cela y a otros escritores.

Una revolución aun más profunda

De vuelta a Asturias, Carlos -hombre de coraje y profundamente solidario- se volcó en ayudar al colectivo gitano afincado en Lugones.

Tras entrar en contacto con la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), comenzó a percibir las llamadas cada vez más apremiantes de Dios. Tras su conversión, en 1954 se incorporó al Opus Dei como agregado .

Una vida apasionante

El protagonista del libro describe qué le ocurrió después: «Como miembro del Opus Dei pude vivir la aventura del desarrollo del apostolado en nuestra querida tierra asturiana, que ha movido a tanta inconformista juventud y a tantos recios hombres de la cuenca minera. Una lucha contra la ignorancia y la pobreza, a favor siempre de la dignidad del hombre, y que ha tenido un núcleo muy representativo en el Centro Cultural Peñavera , que ha unido tantas voluntades y esfuerzos en esa oculta y prodigiosa epopeya de formar de cara a Dios a cientos de estudiantes y trabajadores. Eso sí, con una ayuda, la de la Santina, que, desde Covadonga, alentó nuestra tarea».