Una sonrisa en el cielo

Obituario de Evaristo Cánovas, sacerdote del Opus Dei, que ha fallecido por coronavirus.

La Verdad Una sonrisa en el cielo

Se nos ha ido al cielo don Evaristo, sacerdote de la prelatura del Opus Dei. Le conocí cuando ambos trabajábamos como profesores en los colegios Monteagudo y Nelva. Su trato siempre fue amable, de persona que sabe querer. Fue un regalo de Dios no solo conocerle, sino seguir siempre en contacto. Cuando don Evaristo se ordenó sacerdote, junto a otros niños del Monteagudo, le dio la primera comunión a mi hijo pequeño. A todos cuantos asistimos a la ceremonia nos impactó su emoción al impartirla. Fe capaz de mover montañas, como la cantidad de oraciones (¡montañas!) que hemos rezado por él durante su enfermedad a causa del coronavirus, personas de toda edad, clase y condición.

De hecho, mi nieta de cinco años y alumna de Nelva, al enterarse de su fallecimiento, se ha sentido como responsable: «¡Hoy no hemos rezado!». Y es que todos los días los alumnos de ambos centros se acercaban al oratorio para rezar a Dios por él.

Como muchos, he llorado por la muerte de esta persona tan buena y querida. En mi familia, como en muchas, dejó una huella de cariño, indeleble, según el querer de Dios. Durante años visitó a mis padres, ya mayores, para llevarles la buena nueva del Evangelio... Mi madre, que rondaba los 90 años, le hacía tomarse un café con leche y una magdalena durante la visita. Cuando mis padres fallecieron, don Evaristo nos mostró la cercanía del cielo de manos de la Virgen. Me figuro la ternura de nuestra madre recibiendo a hijo tan querido. Creo que habrá llegado rápido, empujado por la grandísima liana de rosarios rezados por él.

Son muchas las horas que ha pasado en el confesionario de la parroquia de San Lorenzo de Murcia. No somos pocos los penitentes que hemos pasado por allí. Aparte del Ave María de penitencia, sus consejos hacían fácil escribir poesía con la prosa de cada día.

Don Evaristo Cánovas se ha llevado con él parte de ese trocito de cielo que Dios un día dejó caer. Y somos también muchos los que en esta tierra nunca dejaremos de agradecer su querer. Noto que sonríe con su eterna sonrisa, al mismo tiempo que casi me va a reprender. Interceda por todos en el cielo. Cuando Dios quiera, nos volveremos a ver.