"Noto la ayuda constante de San Josemaría"

Daniel Mwangi Mwaniki es keniano y reside en Almería. Tiene 31 años y ha trabajado en varias ciudades andaluzas para enviar dinero a su familia

Llevo dos años casado. Al otro lado del mar, en África, frente a estas costas de Almería, me espera mi hija, una niña preciosa de nueve meses que se llama Stefanie. Yo soy de Tala, un pueblo de treinta mil habitantes que está a setenta kilómetros de Nairobi. Allí viven mis cinco hermanos y mis padres, ya jubilados, que tienen una tienda en la que venden leche, judías, maíz, berzas y refrescos.

Mi vida no tiene mucho de particular. De pequeño, como tantos estudiantes de mi país, tenía que caminar durante varios kilómetros para llegar a la escuela. Nos manteníamos con un plato de githeri, una mezcla de maíz y de judías, o de ugali, una masa harina de maíz.

Al terminar la escuela me seleccionaron para estudiar en la Lenana School, un internado público protestante. Aquello me hizo mucha ilusión, porque la escuela estaba en la capital y yo nunca había viajado hasta Nairobi.

Cuando llegué me pareció un mundo maravilloso. Fui hasta allí en un matatu, un bus que iba parando en todas partes para recoger a los comerciantes y trabajadores que se dirigían a la ciudad. Llevaba por todo equipaje unos cuantos libros, una maleta con ropa y una manta, porque Nairobi está en una zona muy alta donde hace bastante frío, y a veces la temperatura baja hasta los 18 grados.

Ya sé que en España eso no parece mucho, pero yo lo paso fatal a menos de esa temperatura. Desde que llegué, cada vez que el termómetro ha bajado a los cinco o seis grados sobre cero, he tenido la sensación de que iba a morirme de un momento a otro… 

Daniel colabora con Harambee

Por eso me he venido a Almería, que es un sitio estupendo y, además,  bastante caluroso. Trabajo en la Escuela Familiar Agraria de Campomar, una iniciativa social impulsada por algunas personas del Opus Dei, con campesinos jóvenes, de 16 a 20 años, a los que doy clases de informática.

Aquí noto la ayuda constante de San Josemaría. Le pido que me ayude en mi trabajo, con el que mantengo a mi mujer y a mi niña, y con el que le estoy pagando la carrera a mis hermanos pequeños. No sé qué será mi futuro. Mientras tanto, colaboro con Harambee, un proyecto internacional de ayuda a África, porque me gustaría que muchos africanos -y en concreto, muchos kenianos- tuvieran futuro mejor sin la necesidad de tener que abandonar su casa, como me ha sucedido a mí.