Nota necrológica sobre don Josemaría Somoano

“El Fundador del Opus Dei”, biografía escrita por Andrés Vázquez de Prada

Nota necrológica sobre don Josemaría Somoano, original en AGP, RHF, AVF-0098.

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EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL

ESPIRITU SANTO Y DE SANTA MARIA.—

JOSE MARIA SOMOANO, Pbro. — (+ 16 — Julio — 1932)

El sábado 16 de Julio de 1932, día de Nuestra Señora del Carmen —de quien era devotísimo—, a las once de la noche, murió, víctima de la caridad y quizá del odio sectario, nuestro h. José María.—

Sacerdote admirable, su vida, corta y fecunda, era un fruto maduro que el Señor quiso para el cielo.—

El pensamiento de que hubiera sacerdotes que se atreven a subir al Altar menos dispuestos, le hacía derramar lágrimas de Reparación.—

Antes de conocer la Obra de Dios, luego de los incendios sacrílegos de Mayo, al iniciarse la persecución con decretos oficiales, fue sorprendido en la Capilla del Hospital —del que fue capellán y apóstol hasta el fin, a pesar de todas las furias laicas—, ofreciéndose a Jesús —en voz alta (creyéndose solo), por impulso de su oración—, como víctima por esta pobre España.—

Nuestro Señor Jesús aceptó el holocausto y, con una doble predilección, predilección por la Obra de Dios y por José María, nos lo envió: para que nuestro h. redondeara su vida espiritual, encendiéndose más y más su corazón en hogueras de Fe y Amor; y para que la Obra tuviera junto a la Trinidad Beatísima y junto a María Inmaculada quien de continuo se preocupe de nosotros.—

¡Con qué entusiasmo oyó, en nuestra última reunión sacerdotal, el lunes anterior a su muerte, los proyectos del comienzo de nuestra acción!—

Yo sé que harán mucha fuerza sus instancias en el Corazón Misericordioso de Jesús, cuando pida por nosotros, locos —locos como él, y... ¡como El!— y que obtendremos las gracias abundantes que hemos de necesitar para cumplir la Voluntad de Dios.—

Es justo que le lloremos. —Y, aunque su santa vida y las circunstancias que rodearon su muerte nos dan la seguridad de que goza del eterno descanso de los que viven y mueren en el Señor, es justo también que hagamos sufragios por el alma de nuestro h.—

J. Mª