“No puedes vivir de espaldas a la muchedumbre”

Silvia Martino, ex campeona sudamericana de Natación, es profesora de Administración General en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Argentina de la Empresa y la Universidad Austral. El tiempo que no dedica a preparar o dictar clases, lo ocupa en un proyecto de promoción social.

Después de mostrar Aldea, un centro del Opus Dei que queda en Caballito, barrio ubicado en el corazón de Buenos Aires y en la letra de numerosos tangos, Silvia Martino elige sentarse en el estudio para empezar la entrevista. No hace falta indagar demasiado. Apenas una pregunta basta para que cuente momentos importantes de su vida.

Conoció el Opus Dei a través de una compañera del colegio que la invitó a Cheroga, una residencia universitaria en Rosario. “Cuándo le conté a mi mamá de la invitación, me enteré que ella había ido a la residencia varias veces a jugar al volley cuando era joven y, aunque no llegó a conocer demasiado ni volvió a tener contacto con la Obra, me animó a seguir yendo. Realmente, los tiempos de Dios son un misterio... porque ahora ella es supernumeraria,” comenta Silvia que es numeraria del Opus Dei desde hace treinta años. 

La agilidad con que lleva la conversación y su habilidad para sumergirse en la profundidad de los temas parece haberla adquirido en sus clases de natación. Hasta los dieciséis años, Silvia formó parte de la Federación Argentina de Natación y llegó a obtener el título Sudamericano. “Empecé a nadar a los tres años por un problema de columna pero, como me gustó tanto, terminé formando parte de la federación nacional. Tengo que reconocer que el afán de superación, la disciplina y la constancia se los debo al deporte. Pero, más adelante, cuando fui conociendo el espíritu del Opus Dei comprendí que valía la pena hacer las cosas por un motivo más noble: para darle una alegría a Dios.” Todavía se acuerda de que, cuando empezó a frecuentar Cheroga, siempre aparecía con uniforme y con el pelo mojado porque después del colegio entrenaba seis o siete horas diarias de natación.

Vida universitaria 

"Lo que más me impresionó cuando conocí el Opus Dei fue darme cuenta que podía servir a Dios haciendo las mismas cosas de siempre pero dándoles un sentido nuevo"

Al comenzar la carrera de contador público, descubrió su gusto por la docencia y desde aquel día no se separó de la vida universitaria. Esto la llevó a que de una manera u otra, siempre estuviera trabajando en actividades sociales con alumnas. “Me gusta que las estudiantes se interesen y se involucren en iniciativas solidarias. Que descubran que cualquier trabajo digno puede tener una dimensión de servicio. Esto fue lo que más me impresionó cuando conocí el Opus Dei, darme cuenta que podía servir a Dios haciendo las mismas cosas de siempre pero dándoles un sentido nuevo”, confiesa Silvia.  

 

Luego, se pone pensativa... hace una pausa y agrega: “hay unas palabras de San Josemaría que cuando las leí en Camino me sentí completamente identificada. No puedes vivir de espaldas a la muchedumbre: es menester que tengas ansias de hacerla feliz. Esas palabras de San Josemaría me marcaron, comprendí que no tenía sentido crecer profesionalmente pero de espaldas a los demás. Y tuve la necesidad de comunicarlo, de transmitir este mensaje en el ambiente universitario que es el lugar en donde yo trabajo y en donde, además, se forman los futuros profesionales”. 

Considera que el llamado de Juan Pablo II a la juventud, ese “no tener miedo a cambiar el mundo” debe ser una realidad para todos los cristianos. “Contamos con muchos ejemplos de santos y de tantas personas que viven con coherencia su piedad”, remarca Silvia. Además, cuenta cómo la ayudó Yauyos, un libro escrito que relata los inicios de una labor social en Perú. “El autor no pensaba en los pobres en general o en la pobreza en abstracto, sino en Juan, Martín, Julieta... ese trato personal con cada uno me enseñó mucho”, admite.      

Alguien en quien confiar

En 2005 Silvia se sumó a una labor social que se realiza en González Catán, una de las zonas más pobres del conurbano bonaerense. Hace varios años un grupo de chicas de Buenos Aires empezó a dar catequesis y hacer promoción social con la gente de la zona. Con el tiempo, se abrió un pequeño “dispensario de salud”, en donde estudiantes y profesionales prestan de forma voluntaria sus servicios. 

Ahora, Silvia es una de las encargadas de llevar adelante el proyecto de construcción del nuevo Centro de Educación en la Nutrición y la Salud para poder tratar a las personas del lugar que no tienen acceso a ningún tipo de cobertura social. “No prometemos lo que no podemos dar, ya son personas que viven con muchas promesas incumplidas. Nosotras las acompañamos y tratamos de mejorar su situación con la ayuda de donaciones, el trabajo de las voluntarias y, lo que es más importante, el esfuerzo de la gente del lugar”, aclara Silvia y cuenta el cariño que tiene la gente por San Josemaría: “Desde que lo conocieron, rezan la estampa y le encomiendan todo. Ellos dicen que ahora tienen una esperanza real, alguien en quien confiar”.    

Buenos Aires

Un regalo a Benedicto XVI

En mayo de 2007, Silvia tuvo la gran alegría de llevar a Brasil un sobre lleno de fotos, dibujos y cartas de las familias y los chicos de González Catán. La gente estaba feliz de saber que el Papa había recibido sus saludos y, aunque no viajaron a San Pablo, se sintieron muy presentes.

Más información: centroculturalaldea@gmail.com