Muerte del padre

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Recién entrado el 1912, Antonio comienza a sufrir terribles dolores de cabeza. Lejos de mejorar con los remedios médicos y con los cuidados de su mujer y de la «mamita», cada vez se siente peor. Los dolores arrecian. El doctor diagnostica «paquimeningitis» y el paciente fallece en la madrugada del 4 de febrero. No había cumplido los cuarenta y dos años.

Teresa es, lógicamente, quien más acusa el golpe. Y todos lo advierten. Por fortuna, tiene quien la rodea de cariño: su madre —con experiencia personal de viudez temprana—, sus cinco pequeños y toda la colección de parientes. Isidoro, con sólo nueve años, se siente en la obligación de dirigir a su madre unas palabras de aliento: le aseguró que todos saldrían adelante y que él procuraría no causarle ningún disgusto ni preocupación. El gesto maduro del niño permanecerá en el recuerdo de la familia; pero, sobre todo, conmueve a la joven viuda, de treinta y nueve años.

Isidoro cumplió la palabra y, al decir de sus hermanos, nunca tuvo Teresa «que hacerle objeción ni reproche alguno». El prestigio del niño da lugar a una paradoja: él obedecía, ciertamente, a su madre; pero Teresa, por su parte, hacía todo lo que Isidoro decía. Se insinúa ya la jefatura moral del muchacho sobre toda la familia.

La madre, sin embargo, no le consultaría sobre una decisión importante. El difunto Antonio tenía clara la idea de volver, más adelante, a América y continuar con sus hijos el negocio. De hecho, Fernando cursaba, en el Colegio de los Maristas, los estudios profesionales de Comercio. Pero Teresa no se sentirá con fuerzas para llevar a cabo el plan, y se quedarán todos en España.

En cuanto a Isidoro, el próximo curso (1912-13) habrá de comenzar o bien el bachillerato o bien el programa de Comercio que se imparte en el Colegio. Aunque el niño era muy estudioso, no parecía tener gran facilidad para el aprendizaje. Su hermana Salus, exagerando, dirá que, por entonces, la inteligencia de Isidoro estaba sin desarrollar: para «lo que a los compañeros les costaba una hora de estudio, él tenía que pasarse toda la tarde encerrado en casa».

Teresa habló con los Maristas. Fuera por las dificultades mencionadas, fuera porque la familia carecía de tradición académica, algunos profesores aconsejaron que Isidoro no hiciese el bachillerato. Por aquellas fechas lo cursaban, sobre todo, los muchachos que tenían propósito de continuar una profesión paterna universitaria, como médicos, abogados, etcétera; pero muy pocos de los destinados, por ejemplo, a gestionar un negocio familiar.

En cualquier caso, el 1 de junio Isidoro se presentó a la prueba de ingreso, en el Instituto General y Técnico de Logroño, y aprobó sin problemas el examen.