Mis primeros encuentros con Álvaro Domecq

Álvaro Domecq fue un ganadero y rejoneador que procuró encontrar a Dios en su trabajo. Incluimos ahora un testimonio publicado en la prensa sobre la vida de este supernumerario del Opus Dei.

Le conocí en un Curso de retiro que dirigí en la primavera de 1954. Era un Curso de retiro que solía organizar anualmente la ACNDP en Cádiz. Aquel año tuvo lugar en un pequeño chalet que tenía José María Pemán, en las afueras de la ciudad por aquel entonces, casi lindando con el Hotel Playa.

El Curso de retiro era de cuatro días y recuerdo que Álvaro se tuvo que marchar antes de terminar, porque debía asistir a una tienta en una finca del Conde de la Corte -por Badajoz si mal no recuerdo– y a la que acudiría un gran número de invitados del mundo de los toros.

Antes de marcharse tuvimos una conversación muy larga y profunda, en la que me impresionó por la seriedad con que había tomado aquel retiro y la firmeza en sus propósitos de renovación de vida.

No tardó mucho en llegar un segundo encuentro. Esta vez fue en “El Paquete”, su casa de Jérez. Fui a verle y solicité su ayuda para algo muy importante en el desarrollo futuro del Opus Dei en todo el mundo: el Beato Josemaría Escriva había visto claramente, por querer de Dios, la necesidad de consolidar el establecimiento de la Obra en Roma y, desde allí, irradiar a todo el mundo, tal como así fue.

Casi no es necesario añadir que Álvaro respondió con una generosidad extraordinaria, y además nos facilitó nuevas relaciones con muchos de sus conocidos, que fueron el primer apoyo para comenzar allí la labor apostólica.

En aquella conversación también me sorprendió diciéndome que había pensado en mí – recién ordenado sacerdote tan sólo un año y medio antes – para cumplir un deseo que alimentaba desde hacía mucho tiempo: organizar otro Curso de retiro para toreros. Naturalmente acepté con mucho gusto.

Este Retiro tuvo lugar, efectivamente, unos meses después. Lo celebramos en Jandilla, una dehesa de toros bravos que tenían entonces los hermanos Domecq Díez en Vejer de la Frontera. Álvaro invitó a sus conocidos con una carta que aludía, en términos muy adecuados para los destinatarios, a la necesidad de recibir más formación y profundizar en la fe cristiana. La respuesta fue muy buena y, la noche en que nos reunimos a cenar en Jandilla debieron venir unos 25, entre los cuáles se contaban algunos destacados del momento como el “Chamaco”, el “Litri”, Mondeño, Curro Romero, Rafael Ortega…

Fue un Retiro con un plan adecuado a los asistentes, en el que varios laicos dirigieron algunas sesiones como, por ejemplo, Jesús Arellano, Salvador Hernández Conesa, un médico que se fue después a Murcia, y Florentino Rodríguez, que más tarde se ordenó sacerdote y está en Centroamérica desde entonces.

Jesús Arellano, con la seriedad que le daba ser Catedrático de Filosofía, demostró conocer muy bien aquel “mundo”, porque recuerdo que unos de los toreros –me parece que fue el Chamaco- vino a preguntarme si era cierto lo que había dicho Jesús en la charla: que se podía hacer oración cada vez que se brindaba un toro a Dios, y pude decirle que había entendido muy bien, porque era la mejor manera de santificarse con su trabajo. Aquellos días terminaron, ya fuera de programa, con una tienta de vaquillas.

Desde entonces se fue haciendo anualmente un retiro semejante, aunque yo sólo pude dirigir los dos o tres siguientes porque dejé Andalucía y me fui a vivir a otro extremos de España.

Seguimos la relación con Álvaro porque la Obra inició el trabajo apostólico en Jerez, donde más tarde, en diciembre de 1957, se adquirió la finca de Santa María del Pino, que hoy alberga la casa de retiro “Pozoalbero”. Entonces comenzamos a tener regularmente actividades de formación cristiana para los amigos de Jérez.

Creo poder decir que llegué entonces a entablar amistad con los suyos; y recuerdo con agradecimiento haber sido recibido en su casa –con Mari Pepa, inolvidable, Fabiola y Álvaro- como si fuera de la familia. De aquella amistad fue conociendo Álvaro el Opus Dei, donde más tarde solicitó la admisión como Supernumerario. Fue el día de San José de 1959, día preciso que recuerdo muy bien.

Cierro ya estos recuerdos –lejanos y cercanos en estos momentos- con uno más: en 1960 viajé con Álvaro y Mari Pepa a Pamplona, donde se celebraban los actos de inicio del curso en la Universidad de Navarra. Allí tuve ocasión de presentarles al Fundador del Opus Dei, con quien llegaron también a tener una gran amistad personal.

De todo esto han pasado ya casi cincuenta años, y lo recuerdo como si fuera algo sucedido ayer.

ABC Sevilla / Benito Badrinas