¡Me salvé de milagro!

César tiene 37 años y es supernumerario del Opus Dei. Una catástrofe en su país de origen, Venezuela, le obligó a emigrar a España con toda su familia. Siete años después nos cuenta su aventura y el modo asombroso en que consiguió afincarse en este país. Ahora trabaja en un hospital asturiano

César, ¿qué ocurrió en Venezuela?

Vivía en La Guaira con mi mujer, Elia, y mis tres hijos. El 16 de diciembre de 1999, tras unos días de intensas lluvias se produjo una espeluznante riada de agua y barro. Era de noche. Subimos enseguida a la terraza del edificio y al poco tiempo vimos con desconsuelo que nuestra casa y muchos más pisos quedaban enterrados por el lodo.

Una situación angustiosa…

Salvamos la vida de milagro. Murieron muchos vecinos y amigos nuestros. El torrente produjo en total 40.000 muertos. Pasamos el día en la terraza del edificio con varios vecinos casi sin esperanza de salvarnos. Rezamos cuanto pudimos. Hasta bautizamos a un niño por si no salíamos vivos. Las esperanzas eran pocas y la tensión más que terrible.

¿Cómo os salvasteis?

Gracias a Dios después de 24 horas de angustia, dejó de llover y pudimos salir. No sabíamos si nuestros padres seguían con vida. Corrimos por la playa en medio de centenares de cadáveres arrastrados por la riada: un espectáculo dantesco. Tuvimos la suerte de encontrar a nuestros padres con vida y fuimos trasladados en helicóptero a Caracas.

¿Y qué hicisteis?

Enseguida nos dimos cuenta que habíamos perdido todo. No teníamos absolutamente nada, salvo la ropa que llevábamos puesta.

Difícil situación…

El Opus Dei es una gran familia y pude contar con el apoyo de muchas personas de la Obra para ir tirando en aquella fatídica situación. Habíamos perdido hasta los empleos. Yo era médico residente de ginecología y mi mujer abogada. Teníamos que buscar una solución rápidamente. Pensamos que lo mejor era emigrar a otro país y decidimos venir a España.

¿Y os lanzasteis a la aventura?

Así fue. Me vine yo primero y me encontré con tres grandes dificultades: lograr un permiso de residencia, homologar mi título de médico y conseguir mantenerme a mí primero y luego a toda la familia cuando ésta se trasladó. Para homologar el título debía pasar un duro examen para conseguir la plaza de Médico Interno Residente, pero no nos daban el permiso de residencia sin antes tener trabajo.

Dura disyuntiva…

Sí, porque el plazo para conseguir la residencia acababa antes de las oposiciones médicas. El dilema parecía no tener salida. El mundo se nos vino abajo. Entonces encomendamos a San Josemaría pidiéndole tres cosas muy concretas: que nos dieran el permiso de residencia, que me homologaran el título antes de la fecha del examen y que, por supuesto, aprobase el examen. Era un cúmulo de imposibles. Al mismo tiempo pusimos todos los medios humanos interponiendo un recurso. Mientras, yo tenía que estudiar mucho. Conseguimos dinero de amigos y de instituciones de ayuda a inmigrantes. En la academia de preparación me becaron…

A eso le llamaría una situación límite

Era desesperada. Pero se solucionó todo de modo asombroso. El día 9 de enero, aniversario del nacimiento de San Josemaría nos notificaron que nos concedían el permiso de residencia. El 14 de febrero, aniversario del inicio de la labor de mujeres en el Opus Dei, me concedieron la homologación del título. En el mes de abril me presenté al examen, y el 17 de mayo, aniversario de beatificación del Fundador del Opus Dei, publicaron en la gaceta oficial el resultado del examen: ¡había aprobado!

¡Vaya coincidencias!

Aún hubo un broche de oro. La víspera de la fiesta del beato Josemaría –todavía no había sido canonizado- firmé el contrato de Médico Residente y escogí plaza. Ahora me encuentro feliz trabajando en un hospital asturiano y toda la familia da muchas gracias a Dios y a San Josemaría, por cuya intercesión recibimos tantos favores.