Luis de Moya, sacerdote, gran defensor de la vida

Miguel Ángel Marco, director del Colegio Mayor Aralar​​, escribe este obituario sobre Luis de Moya, sacerdote del Opus Dei recientemente fallecido en Pamplona, a los 67 años.

Luis de Moya.

Diario de Navarra Luis de Moya, sacerdote, gran defensor de la vida

El sacerdote Luis de Moya Anegón falleció en Pamplona el 9 de noviembre. Tenía 67 años y llevaba 29 en una silla de ruedas. Miembro del Opus Dei y capellán de la Universidad de Navarra, el 2 de abril de 1991 sufrió un grave accidente de tráfico a consecuencia del que quedó tetrapléjico. Fue un defensor acérrimo de la vida humana y a pesar de su severa discapacidad continuó con sus tareas pastorales con enorme serenidad, paciencia y buen humor.

Licenciado en Medicina y doctor en Derecho Canónico, en 1981 recibió la ordenación sacerdotal. En 1984 fue nombrado secretario del Consejo de Capellanía de la Universidad de Navarra, donde trabajó como capellán de la Escuela de Arquitectura, de la Facultad de Derecho y de varios colegios mayores.

De carácter activo, recio y austero, el accidente supuso para él un cambio de vida que describió así en una de sus entrevistas: “Me siento como un millonario que ha perdido solo 1.000 pesetas, porque puedo hacer lo más importante para un ser humano: pensar y amar”.

En diciembre de 1996 publicó Sobre la marcha, donde relata sus experiencias y reflexiones a raíz de su accidente, y participó activamente en programas de radio y televisión a favor de la defensa de la vida humana, también en situaciones de incapacidad como la que él mismo padecía. Sin buscarlo, se convirtió en centro de atención de mucha gente; no le gustaba ese protagonismo, pero comprendía que su testimonio podía hacer bien a la gente que le escuchaba. A principios del año 2000 creó una página web, Fluvium, un portal católico con una clara finalidad evangelizadora: cada semana enviaba sus Novedades a más de cien mil suscriptores de todo el mundo de habla castellana. Recibía cientos de mails de gente que contactaba con él para pedir consejo o simplemente recibir una palabra de consuelo.

Desde el accidente, vivió en el Colegio Mayor Aralar y todos los días hasta el pasado 27 de octubre, en que fue internado en la Clínica Universidad de Navarra, concelebró con otro sacerdote la Santa Misa. No le gustaba hacer alarde de piedad, pero era evidente el esfuerzo que le suponía estar todos los días a las 7:00 en punto de la mañana en la capilla para hacer su oración antes de la Misa. Hasta casi los últimos años, todos los veranos acudía en peregrinación a Lourdes, un largo viaje que le dejaba agotado pero muy contento.

Con serenidad y sin cosas llamativas fue aceptando las limitaciones propias de su condición; pasados los años, en confianza, decía que, a pesar de su estado, él no se cambiaría por nadie. Aprendió a dejarse cuidar con agradecimiento y a disfrutar de aficiones sencillas: durante los veranos en el Colegio Mayor Ayete gozaba con las comidas del jardín, bajo la palmera; con los documentales de naturaleza, con las setas y, por supuesto, con el Real Madrid: gran aficionado al fútbol fue siempre respetuoso con culés y atléticos.

Con el paso del tiempo, a pesar de los cuidados que recibía, su estado físico se fue deteriorando, pero nunca perdió la alegría. Su vida resultaba dura, sacrificada y monótona sólo para quienes la mirábamos de fuera, no para él. Vivía como un buen hijo de Dios, confiado en los brazos amorosos del Padre.

Miguel Ángel Marco es director del Colegio Mayor Aralar