¡Los cristianos tenemos que llenar Camerún de esperanza!

Según cuenta Liliana, una joven de 26 años de Camerún que vive en París, el Opus Dei es la familia espiritual que la ha guiado por el camino de la fe.

Aunque vives en Francia, siempre cuentas que todo empezó en Camerún

Cuando transcurría el verano en Komo, el pueblo natal de mis padres a una 1’30 de Yaoundé, conocí a un grupo de universitarias. Habían venido a Komo para dar una serie de cursos a madres de familia. Durante dos semanas, ofrecieron sesiones de higiene materno-infantil, sugerencias para el cuidado de la casa, y charlas sobre cómo mejorar las condiciones de vida de cada familia.

Estas chicas me explicaron que se reunían en Yaoundé en un centro juvenil del Opus Dei llamado “Riquel”: allí recibían formación cristiana, estudiaban juntas y compartían algunas aficiones como el aprendizaje del inglés. Aquello me interesó y fue así como conocí la Obra. En poco tiempo, pensé que yo también quería ser santa, pero haciendo lo que más me gustaba: realizando las tareas de la casa.

¿Cómo tomó tu trabajo profesional ese rumbo?

Una de las iniciativas más importantes que han puesto en marcha en Camerún algunas personas del Opus Dei es la Escuela hotelera “Sorawell”. Este centro de formación ofrece cursos para jóvenes que quieren dedicarse al sector de la hostelería. También pretende difundir el valor del trabajo doméstico. En Camerún es muy necesario revalorizar el papel de la madre de familia, para que en torno a ella, crezca la familia africana.

Allí estudié yo. Algunas de mis compañeras trabajan en restaurantes, hoteles o embajadas. Yo he venido a Francia, donde ya llevo unos años.

¿Y cómo santificas tu trabajo?

¡Con naturalidad! Es la primera respuesta que me viene a la cabeza. Soy una más entre las compañeras que se dedican a lo mismo. Nuestro trabajo nos permite pensar mucho en las personas, así que es sencillo poner amor en cada tarea.

¿La santidad? Pues no hacen falta grandes discursos ni teorías... la busco, sencillamente, haciendo bien mi trabajo, escuchando a mis compañeras, evitando criticas a las ausentes, queriendo a la gente como es...

En mi caso, el camino de la santidad lo realizo en celibato es decir, ofreciendo mi vida a Dios por completo, en todos sus aspectos.

¿Qué más puedo decir? Pues trato de aplicar cada virtud a mi día a día. Por ejemplo: la serenidad, el mantener la calma en el trabajo. La calma exterior –que comienza con la paz interior– es algo que llama la atención cuando lo notas en una persona que trabaja codo con codo junto a ti. Y atrae mucho. 

Por eso procuro permanecer serena en periodos de más ocupación. Es una oportunidad para hablar de la estabilidad interior y de la confianza en Dios. ¡Claro que yo también me pongo nerviosa cuando hay mucho trabajo! Pero procuro dejar esos nervios y esa tensión a los pies del altar todos los días cuando asisto a la Misa. De ahí salgo con fuerzas y mucho más tranquila.

¿Puedes explicarnos cómo te has acercado a Jesucristo a través de la formación que ofrece el Opus Dei?

¡Pues sobre todo he aprendido que no se puede amar a quien no conocemos bien! Pongo un ejemplo: Camerún es un país en el que pronto se celebrará el 120 aniversario de la llegada del cristianismo. Allí la fe todavía no ha impregnado la cultura y la mentalidad de la gente. A veces te encuentras gente que, cuando los niños no han ido bien en la escuela o las cosas se han torcido en el trabajo, contrata a un brujo el sábado para que eche al “espíritu maligno de la casa” y se lo pase al vecino. ¡Y el domingo van a Misa para pedirle a Dios la misma cosa! ¡Son muy precavidos! Si el brujo no funciona, quieren “asegurar” rogando al Dios cristiano lo mismo.

Como yo podría haber hecho lo mismo, valoro mucho la formación cristiana que he recibido en la Obra: las clases sobre el catecismo en pequeños grupos, las conversaciones con el sacerdote, los sacramentos, el haber aprendido a hacer un rato de oración diaria delante del Sagrario...

¿Qué trabajo realizas ahora? ¿Cuáles son tus proyectos?

Actualmente, tras pasar por varias empresas privadas, gestiono la atención de una residencia de estudiantes en París (Francia). Pero no olvido que mi gran ilusión es volver a Camerún, para ser útil a mi país, a mi gente. 

Es algo que hablo con muchas amigas que también son de allí: ¡tenemos que volver! ¡nos espera una tarea enorme! Primero, de cristianización (y digo “cristianización”, no “re-cristianización, ¿eh?); luego, de lucha optimista contra el fatalismo, porque muchos piensan que aquello no tiene solución. Conozco la realidad, mi opinión no es ingenua, pero me rebelo contra quienes ven en el trabajo solo un medio para “ir tirando”. El trabajo nos tiene que hacer mejores, a nosotros y a la sociedad que nos rodea. ¡Los cristianos tenemos que llenar Camerún de esperanza!