Las Garzas

“La herencia de Mons. Escrivá de Balaguer”, escrito por Luis Ignacio Seco.

En el centro de Chile, en la provincia de Colchagua, funciona desde hace años la Escuela agrícola «Las Garzas», ideada y dirigida por algunos miembros chilenos del Opus Dei en colaboración con muchos compatriotas, que aprecian esta labor.

Empezamos –dice el director de la Escuela– con lo poco que teníamos: unos viejos edificios, un pequeño huerto, algún animal, unas cuantas hectáreas de cereales y una pequeña habitación que servía de aula para las clases. El resto vino después. Hemos encontrado mucha generosidad en esta gente. El grupo de agricultores y profesionales que nos ayudan ha crecido rápidamente y hoy forman la Asociación de Amigos de Las Garzas... La colaboración no la obtuvimos mostrando planos, sino invitando a ver lo que estábamos haciendo.

Es la historia de siempre en las labores apostólicas de los miembros del Opus Dei, que se ponen en marcha sin preámbulos de ningún género, con la ayuda de quienes se van a beneficiar del trabajo y de quienes descubren que es más hermoso dar que recibir.

El plan de estudios de «Las Garzas» consta de dos sectores: la instrucción general y el adiestramiento técnico.

Nuestros diplomados son obreros especializados. Mediante cursos aceleradosatendemos las necesidades más urgentes del sector agrícola. Con el Centro de asistencia técnico–profesional para Cooperativas, fomentamos estas iniciativas sociales. La actividad con los exalumnos y con la Asociación de Amigos de Las Garzas constituye un buen complemento y hace que la Escuela sea un centro de irradiación cultural en todos los aspectos... El carácter integral de la formación que reciben los alumnos durante el curso de tres años –profesional, humana, social y religiosa- lo que, en definitiva, nos ha dado la colaboración de muchos propietarios, profesionales y empleados de la zona... Yo he visto aquí, con claridad, dos factores importantes, de gran eficacia sobre lo que se enseña. El primero, el ambiente que reina, la amistad de todos, favorece en gran manera la colaboración entre obreros, empleados y patronos. El segundo es que se enseña a los muchachos a amar el campo y a apasionarse con su propio trabajo.