La sonrisa del Metro

Félix era un madrileño más hasta que descubrió el poder de la ubicuidad: participó por causalidad en una campaña publicitaria del transporte público de la ciudad y hoy su cara está por todas partes. Es la sonrisa del Metro, un estímulo gráfico para los usuarios que cada día corren por el suburbano al ir y al volver de trabajar.

En las grandes ciudades es difícil encontrarse con la misma gente, sin embargo, a Félix le ven un gran número de madrileños al menos dos veces casi todos los días. Está en Avenida de América, en Núñez de Balboa y en Diego de León. Y a la vez está en Banco de España, en Sol y en Puerta de Arganda.

Desde hace unos meses este joven abogado es una de las caras de las campañas de imagen del transporte público de Madrid, y por eso, su sonrisa, la sonrisa del Metro, está ya por todas partes. Un ¿buen? día, la ¿suerte? se cruzó en su camino en el intercambiador de Moncloa. Le ofrecieron participar en la campaña con motivo de los 25 años del Consorcio que agrupa los transportes públicos de Madrid. Iba con prisa, pero dijo que sí. Era uno más entre los miles de usuarios escogidos al azar que podían representar bien a un grupo heterogéneo de incondicionales de los servicios públicos. Y de entre las miles de caras, él se ganó un hueco en el puzzle del primer cartel promocional entre gente de toda raza, edad y condición.

A este joven del Opus Dei le tocó representar al “gremio” de los hombres con corbata. Digamos que, para los publicistas, era la cara del madrileño medio, y por eso se quedó como imagen casi exclusiva en la segunda fase de la campaña, con la que se promociona el nuevo abono de transporte. Así, se convirtió en la sonrisa del Metro, y muchos, cuando le observan sonriente desde el cartel, suben las escaleras del suburbano con más ganas, porque la alegría siempre acaba siendo contagiosa.

Para muchas personas eres la sonrisa del Metro. No está mal. A pesar de las prisas, siempre hay tiempo para sonreír...

Sí, era lo que se pretendía, una imagen fresca, alegre y dinámica de los usuarios del transporte público. Aunque al sonreír en ocasiones se acusan las carencias físicas, sin una sonrisa la imagen no servía.

En la España del vaivén y de la crisis, ¿sonreír ayuda o eso es sólo cosa de los manuales de optimismo en lata?

La sensación de estar en  crisis es siempre relativa. Estamos peor que hace unos años, pero mucho mejor que la mayoría de la humanidad. El otro día di una paseo por Madrid con un extranjero y le impresionó lo limpias y bien iluminadas que estaban las calles, la cantidad de transporte público que hay en Madrid, la notable sensación de seguridad, las bondades culinarias, la variedad comercial y la cantidad de gente que disfrutaba de la ciudad en un día normal. Con ese ejemplo me di cuenta de que cuando nosotros pensamos que estamos en crisis, otros sienten que estamos en uno de los mejores mundos que ellos han visto nunca.

En estos tiempos de paro, ¿hemos aprendido a ir al trabajo con una sonrisa?

Sobre todo ahora que tener un trabajo se ha convertido en un privilegio. Quizá, esta crisis sirva para valorar más el gran bien que es para cada uno en particular, y para toda la sociedad en general, tener trabajo, poder servir y estar integrado en la sociedad a través de nuestras ocupaciones laborales. Es posible que haya tenido que ser a la fuerza, pero casi todos hemos entendido el valor que tiene el trabajo en todos los aspectos de nuestra vida.

Sonreír en septiembre, octubre, noviembre, diciembre... ¿es creíble, o es una pose artificial?

Afortunadamente, la foto sólo me la hacen una vez y sirve para todos los meses... Pero como actitud vital, o se sabe sonreír en los acontecimientos ordinarios o me temo que tampoco se sabrá hacer en las pocas ocasiones que tengamos de hacer algo grande.

Si su foto hablara, ¿qué le diría a las personas que pasan todos los días frente al cartel publicitario del Metro?

Primero, que no se rían demasiado… y que no lo pinten o destrocen…. En serio: si pudiera hablarles, les diría que no se fijen sólo en lo negativo, que la mayor parte de las cosas funcionan (el transporte es un ejemplo, ya que casi siempre da un buen servicio) y que por  mucho que se preocupen o por mucho que critiquen siempre sólo lo más negativo de la vida, así no van a mejorar nada. Incluso, como decía Benedicto XVI cuando era cardenal, con esa actitud tan poco constructiva empeoran las cosas. Dejarse llevar por lo negativo es una actitud de comodidad que no obliga, mientras que superar esa tendencia lleva a construir, a levantarse uno y a levantar a los demás e impulsarles a valorar las cosas buenas que tenemos todos los día a mano.

En el subsuelo, ¿también hay esperanzas?

Por supuesto. Como sucede en el Metro, siempre contamos con la esperanza de salir de lo que más cuesta en la vida. Es más, se puede abandonar el subsuelo cuando se tiene la mirada puesta en lo que definitivamente llega cuanto estamos arriba.