Aceprensa “Si educas a la mujer, educas a la nación”
La Dra. Obeziako es profesora de Medicina de Familia en la Universidad de Pretoria. Es natural de Nigeria, pero nacionalizada sudafricana. Hace años conoció la situación de Alexandra por medio de un misionero que trabaja en el township. Es un lugar de elevada densidad de población, con viviendas precarias y falta de servicios básicos. La tasa de paro es elevada: se estima en 25% entre los hombres, 30% entre las mujeres y 75% entre los jóvenes. Abundan la inseguridad y el crimen.
En 2012, la Dra. Ibeziako puso en marcha el proyecto Art of Living, “para ofrecer a las niñas y a las jóvenes de Alexandra la oportunidad de crecer como mujeres con dignidad”. La idea es que no abandonen la escuela e incluso accedan a estudios superiores. Para ello, Art of Living les proporciona apoyo y actividades extraescolares que estimulen su ambición y les hagan ver que tiene mejores posibilidades que merodear por el barrio y un futuro mejor que el desempleo intermitente.
Art of Living ha recibido el Premio Harambee de este año. La Dra. Ibeziako viajó a Madrid para la entrega, y hemos podido conversar con ella.
Por qué empezar por las chicas
Varias chicas de Alexandra que han participado en los programas de Art of Living han llegado a la universidad. Pero lo primero es conseguir que completen la educación secundaria. “Hay un alto nivel de desempleo entre los jóvenes –explica la Dra. Ibeziako–, y si no terminan el colegio, es difícil que encuentren trabajo. No salen de la pobreza y acaban con frecuencia en la droga, en la prostitución, en la delincuencia. Por eso queremos cambiar esta situación que hay entre los jóvenes allí”.
— ¿Por qué este proyecto se dirige específicamente a las chicas?
— Mirando la historia del país, hemos visto que es importante la educación de la mujer, porque ella es la que lleva la familia adelante. Durante el apartheid, cuando los padres dejaron sus familias y emigraron a Johannesburgo para trabajar en las minas, quedaron las madres al cargo de los hijos. Ellas eran las que luchaban para educar y poner comida en la mesa. Hemos creado esta iniciativa pensando que si educas a la mujer, educas a la nación, pues detrás de la mujer están los hijos, los familiares, la comunidad entera.
— ¿Qué futuro tiene una joven de Alexandra que fracasa en la escuela?
— Un futuro muy limitado, realmente. Por eso vemos tantas madres solteras que no tienen trabajo y dependen de los hombres para ganarse la vida, y los hombres se aprovechan. El problema tiende a repetirse en las hijas. Por eso queremos romper este ciclo de dependencia, que esas chicas se den cuenta de que no debe ser así, que tienen talentos, que han de descubrirlos y desarrollarlos; que pueden contribuir a la sociedad en que viven, Alexandra. Es una convicción que necesitan tener para salir de su situación.
— Se diría que en un lugar como Alexandra los hombres son un problema…
— Yo no puedo echar la culpa a los hombres. Volvamos a la historia. El régimen del apartheid quitó las tierras a los negros. Como ya no podían cultivar los campos, se vieron forzados a emigrar. El sistema provocó una grave desintegración familiar. Lo que estamos viendo ahora son los resultados de aquello. Llegan esos hombres a una ciudad como Johannesburgo, no vuelven a sus pueblos y terminan formando otro hogar. En el campo quedan las madres solas, y en la ciudad se extienden las uniones inestables. Eso crea una situación muy compleja de manejar. No culpamos a nadie, queremos reconstruir. Y para reconstruir el país hay que reconstruir la familia.
El estímulo de las voluntarias
— ¿Cómo logra Art of Living que las chicas prosigan su educación?
— Organizamos cursos de técnicas de estudio, para que mejoren las notas. Tenemos talleres, grupos de trabajo en equipo, charlas humanísticas y cristianas, actividades prácticas como debates. Las chicas aprenden además a relacionarse con gente diversa, a hablar en público. Aprenden también cosas muy básicas como limpiar o cocinar, para ayudar en casa.
Pero lo primero es que ellas descubran sus potencialidades. Por eso ayudan tanto nuestras voluntarias que crecieron en Alexandra y ahora son profesionales con buenos puestos de trabajo. Ellas vuelven para transmitir lo que aprendieron y dar testimonio de sus vidas, sus luchas, sus dificultades. Muestran cómo han conseguido salir del agujero y han cambiado sus vidas y las vidas de sus familias, para que las chicas se convenzan de que es posible. Porque si no tienen un role model, lo más común es que ni siquiera se lo plantean.
— ¿Se nota un efecto multiplicador en la comunidad de Alexandra?
— Las chicas que participan en el programa van notando el cambio en sí mismas, y lo notan sus compañeras, lo notan sus familiares, lo notan sus madres. Por eso, las madres nos dicen ahora qué podemos hacer también para sus hijos y para ellas. Así, hemos empezado actividades para madres; ellas mismas nos proponen los temas que tratar. Por ejemplo, hemos tenido un gran éxito con unas sesiones sobre cómo manejar el estrés. Pues muchas son madres solteras y sufren el estrés de no saber de dónde sacarán el dinero para comer hoy, y con las frustraciones que tienen, no es raro que peguen o dejen desatendidos a los niños. Tratamos de ayudarles a ser mejores madres, a aprender a escuchar, a saber qué está pasando con sus hijas. Les enseñamos a manejar sus escasos recursos económicos y priorizar, saber estar en lo importante.
— ¿Hay un feminismo africano, distinto del occidental?
— En nuestro caso, el feminismo es promover a la mujer, desarrollar los talentos que tiene la mujer sudafricana. En la historia del país hemos comprobado que la mujer puede hacer mucho. Pensemos en Winnie Mandela, que estaba en primera línea de la lucha. Y cuando el gobierno promulgó las pass laws, por las que se exigía una especie de pasaporte para entrar en las zonas de los blancos, las mujeres se levantaron en contra de esas leyes. Había varias cantantes que protestaban con su música. Está comprobado que la mujer tiene esa fuerza, con la que puede cambiar las cosas de modo eficaz.