La fundación del Opus Dei (1928-1930)

El martes 2 de octubre, después de haber celebrado la Misa y recogido en su habitación, mientras releía y meditaba las anota­ciones que había ido recogiendo en los últimos diez años, "vio" el Opus Dei...

Residencia de los misioneros de San Vicente de Paul

El 30 de septiembre de 1928 D. Josemaría se dirigió a la Residencia de los misioneros de San Vicente de Paul, para participar en unos ejerci­cios espirituales que durarían hasta el 6 de octubre. El segundo día de ese retiro espiritual, el martes 2 de octubre, después de haber celebrado la Misa y recogido en su habitación, mientras releía y meditaba las anota­ciones que había ido recogiendo en los últimos diez años, "vio" el Opus Dei: recibió una inspiración de Dios que le ilustraba con claridad sobre lo que debía ser el Opus Dei, su naturaleza, su espíritu y su apostolado. Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 306 (2‑X‑1931)

Recibí la iluminación sobre toda la Obra, mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé ‑estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática‑ di gracias al Señor, y recuerdo con emoción el to­car de las campanas de la parroquia de N. Sra. de los Ángeles. (... ) re­copilé con alguna unidad las notas sueltas, que hasta entonces venía tomando. (...) Desde aquel día el borrico sarnoso se dio cuenta de la hermosa y pesada carga que el Señor, en su bondad inexplicable, ha­bía puesto sobre sus espaldas. Ese día el Señor fundó su Obra.

Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 993 (30‑N‑1933)

Consideraba yo por la calle, ayer tarde, que Madrid ha sido mi Da­masco, porque aquí se han caído las escamas de los ojos de mi alma (...) y aquí he recibido mi misión.

Recuerdos de San Josemaría en una Meditación, 14‑11‑1964

(...) Y llegó el 2 de octubre de 1928. Yo hacía unos días de retiro, porque había que hacerlos, y fue entonces cuando vino al mundo el Opus Dei. Aún resuenan en mis oídos las campanas de la iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, festejando a su Patrona. El Señor "ludens... omni tempore, ludens in orbe terrarum" (Prov 8, 30‑31), que juega con nosotros como un padre con sus niños pequeños, aunque ya no seamos criaturas de poca edad, viendo mi resistencia y aquel trabajo entusiasta y débil a la vez, me dio la aparente humildad de pensar que podría haber en el mundo cosas que no se diferenciaran de lo que Él me pedía. Era una cobardía poco razonable; era la cobardía de la comodidad, y la prueba de que a mí no me interesaba ser fundador de nada...

14 de febrero de 1930 Junto a la fecha del 2 de octubre de 1928, el beato Josemaría siempre añadió la del 14 de febrero de 1930 como fecha fundacional. Fue el momento en el que Dios le dejó claro que las mujeres también deberían formar parte del Opus Dei. Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 1871 (14‑VI‑1948)

El 14 de febrero de 1930, celebraba yo la misa en la capillita de la vieja marquesa de Onteiro, madre de Luz Casanova, a la que yo atendía espiritualmente, mientras era Capellán del Patronato. Dentro de la Misa, inmediatamente después de la Comunión, ¡toda la Obra femenina! No puedo decir que vi, pero sí que intelectualmente, con detalle (después yo añadí otras cosas, al desarrollar la visión intelectual), cogí lo que había de ser la Sección femenina del Opus Dei. Di gracias, y a su tiempo me fui al confesonario del P. Sánchez. Me oyó y me dijo: esto es tan de Dios como lo demás. Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 1872 (14‑VI‑1948)

Anoté, en mis Catalinas, el suceso y la fecha: 14 feb. 1930. Después me olvidé de la fecha, y dejé pasar el tiempo, sin que nunca más se me ocurriera pensar con mi falsa humildad (espíritu de comodidad, era: miedo a la lucha) en ser soldadito de filas: era preciso fundar, sin duda alguna.

La "Obra de Dios" (1930) Sobre el origen del nombre "Opus Dei"; contamos con varias reflexiones del mismo Josemaría Escrivá. El P. Sánchez, que está presente en alguno de los siguientes textos como la persona que ayudó al Fundador a "descubrir" el nombre "Opus Dei"; que ya aparecía en sus escritos, es el jesuita Valentín Sánchez Ruiz, su confesor desde 1930. Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 126 (9‑X11‑1930)

La Obra de Dios: hoy me preguntaba yo, ¿por qué la llamamos así? Y voy a contestarme por escrito (...). Y el P. Sánchez, en su conversación, refiriéndose a la familia nonnata de la Obra, la llamó "la Obra de Dios". Entonces ‑y sólo entonces- ­me di cuenta de que, en las cuartillas nombradas, se la denominaba así. Y ese nombre (¡¡La Obra de Dios!!), que parece un atrevimiento, una audacia, casi una inconveniencia, quiso el Señor que se escribiera la primera vez, sin que yo supiera lo que escribía; y quiso el Señor ponerlo en labios del buen padre Sánchez, para que no cupiera duda de que Él manda que su Obra se nombre así: La Obra de Dios.

Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 1867 (14‑VI‑1948)

Yo no puse a la Obra ningún nombre. Hubiera deseado, de ser posible ‑no lo era‑, que no hubiera tenido nombre, ni personalidad jurídica (...). Mientras, llamábamos a nuestra labor sencillamente así: "La Obra".

Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 1868 (14‑VI‑1948)

Pero volvamos al nombre de nuestra Obra. Un día fui a charlar con el P. Sánchez, en un locutorio de la residencia de la Flor. Le hablé de mis cosas personales (sólo le hablaba de la Obra en cuanto tenía relación con mi alma), y el buen padre Sánchez al final me preguntó: "¿cómo va esa Obra de Dios?" Ya en la calle, comencé a pensar: "Obra de Dios. ¡Opus Dei! Opus, operatio..., trabajo de Dios. ¡Éste es el nombre que buscaba!" Y en lo sucesivo se llamó siempre Opus Dei.

Testimonio de Laureano Castán Lacoma (1978) Mons. Laureano Castán Lacoma, que fue obispo de Sigüenza‑Guadalajara, conoció a don Josemarfa en el año 1926 en el pueblo de Fonz (Huesca), donde la familia Escrivá solía ir durante los veranos.

En alguna de aquellas ocasiones, entre los años 1929 y 1932, dimos varios paseos, a solas, conversando largamente (... ). Me habló de la fundación que el Señor le pedía llamándola la Obra de Dios. Aunque decía que estaba trabajando para realizarla, me hablaba de todo como si fuese una cosa ya hecha: tal era la claridad con la que ‑ayudado ponla gracia de Dios‑ la veía proyectada en el futuro.

Otras luces fundacionales: la filiación divina A lo largo de 1930 y 1931, Josemaría Escrivá fue recibiendo nuevas "luces" divinas que completaban o perfilaban aspectos esenciales del espíritu del Opus Dei. Más en concreto: el 7 de agosto de 1931, recibió una nueva luz que recalcaba el alcance que el trabajo profesional tiene dentro del espíritu del Opus Dei, como fuente de santificación y apostolado; durante los meses de septiembre y octubre de 1931, tuvieron lugar unas experiencias espirituales de gran intensidad que le llevaron a profundizar en la conciencia de la filiación divina, es decir, de su condición de hijo de Dios. Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, nn. 217‑218 (7‑VIII‑1931)

7 de agosto de 1931: Hoy celebra esta diócesis la fiesta de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo. ‑Al encomendar mis intenciones en la Santa Misa, me di cuenta del cambio interior que ha hecho Dios en mí, durante estos años de residencia en la exCorte... Y eso, a pesar de mí mismo: sin mi cooperación, puedo decir. Creo que renové el propósito de dirigir mi vida entera al cumplimiento de la Voluntad divina: la Obra de Dios. (Propósito que, en este instante, renuevo también con toda mi alma.) Llegó la hora de la Consagración: en el momento de alzar la Sagrada Hostia, sin perder el debido recogimiento, sin distraerme ‑acababa de hacer in mente la ofrenda del Amor Misericordioso‑, vino a mi pensamiento, con fuerza y claridad extraordinarias, aquello de la Escritura: "et si exaltatus fuero a terra, omnia traham ad me ipsum" (Jn 12, 32). [Y yo, cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí] Ordinariamente, ante lo sobrenatural, tengo miedo. Después viene el ne timeas!, soy Yo. Y comprendí que se rán los hombres y mujeres de Dios, quienes levantarán la Cruz con las doctrinas de Cristo sobre el pináculo de toda actividad humana... Y vi triunfar al Señor, atrayendo a Sí todas las cosas.

A pesar de sentirme vacío de virtud y de ciencia (la humildad es la verdad..., sin garabato), querría escribir unos libros de fuego, que corrieran por el mundo como llama viva, prendiendo su luz y su calor en los hombres, convirtiendo los pobres corazones en brasas, para ofrecerlos a Jesús como rubíes de su corona de Rey.

Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, nn. 296 (22‑IX 1931) y 334 (17‑X‑1931)

Estuve considerando las bondades de Dios conmigo y, lleno de gozo interior, hubiera gritado por la calle, para que todo el mundo se enterara de mi agradecimiento filial: ¡Padre, Padre! Y ‑si no gritando‑ por lo bajo, anduve llamándole así (¡Padre!) muchas veces, seguro de agradarle. (...)

Día de Santa Eduvigis 1931: Quise hacer oración, después de la Misa, en la quietud de mi iglesia. No lo conseguí. En Atocha, compré un periódico (el A.B.C.) y tomé el tranvía. A estas horas, al escribir esto, no he podido leer más que un párrafo del diario. Sentí afluir la oración de afectos, copiosa y ardiente. Así estuve en el tranvía y hasta mi casa. Esto que hago, esta nota, realmente, es una continuación, sólo interrumpida para cambiar dos palabras con los míos ‑que no saben hablar más que de la cuestión religiosa‑ y para besar muchas veces a mi Virgen de los Besos y a nuestro Niño.

Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 476 (13‑X11‑1931)

Ayer almorcé en casa de los Guevara. Estando allí, sin hacer oración, me encontré ‑como otras veces‑ diciendo: "Inter medium montium pertransibunt aquae" (Sal 104, 10). Creo que, en estos días, he tenido otras veces en mi boca esas palabras, porque sí, pero no les di importancia. Ayer las dije con tanto relieve, que sentí la coacción de anotarlas: las entendí: son la promesa de que la Obra de Dios vencerá los obstáculos, pasando las aguas de su Apostolado a través de todos los inconvenientes que han de presentarse.

Carta 9‑1‑1959, n. 602

Este rasgo típico de nuestro espíritu nació con la Obra, y en 1931 tomó forma: en momentos humanamente difíciles, en los que tenía sin embargo la seguridad de lo imposible ‑de lo que contempláis hecho realidad‑, sentí la acción del Señor que hacía germinar en mi corazón y en mis labios, con la fuerza de algo imperiosamente necesario, esta tierna invocación: Abba, Pater! Estaba yo en la calle, en un tranvía (...) Probablemente hice aquella oración en voz alta.

Y anduve por las calles de Madrid, quizá una hora, quizá dos, no lo puedo decir, el tiempo se pasó sin sentirlo. Me debieron tomar por loco. Estuve contemplando con luces que no eran mías esa asombrosa verdad, que quedó encendida como una brasa en mi alma, para no apagarse nunca.

(Texto incluido en "Fuentes para la Historia del Opus Dei" de Federico M. Requena y Javier Sesé publicado en Editorial Ariel)