La entrega de Juan Pablo II

Mons. Javier Echevarría recuerda a Juan Pablo II en el primer aniversario de su fallecimiento: "Gastó sus energías en servir a Dios y a los hombres", afirma el Prelado.

Juan Pablo II insistió frecuentemente en que el hombre alcanza su plenitud en la donación, en la entrega de sí mismo a Dios y a los demás. Un año después de su fallecimiento, viene esta idea a mi cabeza: Juan Pablo II se ha entregado al Señor, a la Iglesia, no sólo con generosidad, sino con auténtico sacrificio; ha buscado a Cristo, para amarlo y para llevarlo a las almas.

La diferencia entre el Papa lleno de fortaleza física, que tomó el timón de la Iglesia en 1978, y Juan Pablo II en sus últimos años, inclinado bajo el peso de la fatiga y de la enfermedad, no indica solamente el paso del tiempo: señala también la medida total de su entrega. Gastó sus energías en servir a Dios y a los hombres.

Considerar el ejemplo de una vida santa nos invita a pensar que la Trinidad nos ha puesto en este mundo para algo. Podemos y debemos ir más allá del horizonte del propio interés. La vocación natural del hombre es el amor, no el egoísmo. Y para el cristiano, la caridad no tiene confines, no discrimina, está abierta a todos, compromete cada una de las acciones de nuestra existencia.

Se pueden analizar muchos aspectos del extraordinario pontificado de Juan Pablo II y su significado en la historia de la Iglesia y del mundo. Pero hoy prefiero recordar esta faceta de su personalidad: su amor a Jesucristo, del que surgía su capacidad de sacrificio, de darse sin reservas, para cumplir su vocación.