1º Paso: amar la realidad de nuestras circunstancias presentes.
“El año que viene me jubilo y me quiero dedicar a proyectos sociales”
Juan Carlos Mújika tiene 67 años y nació en San Sebastián, aunque su familia es navarra. Como él mismo explica, “vivir una espiritualidad que te lleva a santificar tus tareas ordinarias, quiere decir que también cuando te jubilas tienes que tener unas tareas ordinarias, aunque cambie el contexto de esas actividades”. Por eso no le cabía en la cabeza jubilarse para no hacer nada, para dedicarse a “matar el tiempo”.
En su familia desde pequeño le inculcaron y fomentaron la sensibilidad social, preocuparse por la gente que le rodea. Por eso, cuando quedaba un año para su jubilación, Juan Carlos no dudó y propuso poner su experiencia profesional al servicio de personas que están en riesgo de exclusión social y sacar adelante proyectos sociales.
Pero, ¿en qué ha trabajado Juan Carlos durante su vida profesional?
Sus padres y sus hermanos se han dedicado a la hostelería; estuvieron más de 30 años al frente del hotel restaurante Basa Kabi, de Leitza, un pequeño pueblo del norte de Navarra. Él se considera como “la oveja negra de la familia”, porque es el único que no ha seguido esa senda profesional.
Estudió en el colegio de Corazonistas, en Mundaiz y de allí se fue a Bilbao a estudiar Económicas en Sarriko. Su paso por la universidad, en una época muy politizada, le ayudó a conocer y profundizar sobre la vida y aprendió de las personas que vivían en situaciones de mucha tensión social. Después se mudó a Vitoria, donde superó unas oposiciones en la Diputación de Álava. Trabajó en diferentes departamentos y posteriormente estuvo durante 10 años ejerciendo de cargo político, tanto en la Diputación, como Director de Cultura como en el Gobierno Vasco.
Llegó un momento en el que se planteó un cambio profesional, así que puso en marcha la Oficina de Información en el País Vasco y Navarra, una necesidad que se había planteado hacía años. Tras ocho meses sabáticos en Canadá y Estados Unidos aprendiendo sobre comunicación institucional y del trabajo de la oficina homóloga en Nueva York, volvió a Bilbao y empezó esta nueva etapa profesional. Allí estuvo trabajando durante 15 años, hasta que cumplió los 65 y se jubiló.
Si descansar, según san Josemaría, no es no hacer nada, sino cambiar de actividad (Camino, 357), de la jubilación podría decirse lo mismo. Juan Carlos se mueve por ese deseo y aspiración a convertir en servicio a Dios su vida entera: el trabajo y el descanso, el llanto y la sonrisa, como enseñaba el fundador del Opus Dei (Forja, 679). Su vida profesional ha sido de lo más variada y rica, ¡no iba a ser menos ahora! Mújika colabora en tres proyectos sociales: Afrika Elkarrekin Bai Harambee, Cáritas Gipuzkoa y la Fundación Arizmendiarrieta. Tres iniciativas sociales que le encantan, orientadas a servir a quienes más lo necesitan, relacionadas y vinculadas a su anterior actividad profesional.
Afrika Elkarrekin Bai, de Harambee
Este proyecto despegó en 2018 y a lo largo de estos seis años ha ayudado a más de 50 mujeres kenianas a estudiar hostelería en Kibondeni (Nairobi) y Tewa (Mombasa).
Desde Afrika Elkarrekin Bai Harambee organizan distintas actividades para conseguir fondos como becas de estudio, para que las mujeres puedan salir de la pobreza, tener un trabajo y sacar adelante a su familia y a su país.
Juan Carlos ha tenido la oportunidad de viajar a África y visitar in situ las escuelas junto a unos amigos con los que ha trabajado durante muchos años, a los que ha involucrado en este proyecto y también están jubilados como él. Recuerda el contraste al visitar las escuelas de hostelería donde estudian estas chicas y los lugares dónde viven. Una cosa es saber la teoría y otra ver con tus propios ojos la repercusión y el alcance que tiene la ayuda que les prestan.
Juan Carlos lo define como un proyecto con “caras y ojos”, que conlleva una gran implicación, con carácter popular. Caras y ojos porque ayudan a chicas concretas. Es un proyecto personal, ya que no se trata de una ayuda a una institución, ni a una escuela, sino a personas concretas: a chicas que les escriben contando su historia, su problemática, sus deseos…
"Conlleva implicación", afirma: tienen un proyecto, lo trabajan, lo concretan y preguntan a otros si quieren sumarse para sacarlo adelante. Juan Carlos recuerda que tras el año de la pandemia uno de los últimos integrantes al equipo de Afrika Elkarrekin Bai Harambee, que había sido remero de joven, les propuso organizar un reto que consistía en una travesía a remo de 6.000 km, la distancia que separa Hondarribia de Nairobi (lugar donde se encuentra una de las escuelas donde estudian las chicas que becan).
Participaron más de 1.000 personas, y además cada uno lo hizo según su capacidad; hubo quién remó 2 km, otros 8, otros 10 km ¡y hasta hubo una chica, campeona olímpica, que hizo 200 km! Eso les llevó luego a pedir colaboración económica a las empresas de la zona, que fueron sumándose. Mújika se emociona contando cómo al explicar el proyecto a un equipo de fútbol de segunda división, que carecía de fondos económicos, quisieron apadrinar a una chica y durante ese año pusieron su foto en los vestuarios como recordatorio, y pasando por la dirección, siguiendo por los jugadores y los socios, les propusieron contribuir con pequeñas cantidades hasta alcanzar el importe total para costear sus estudios de hostelería.
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Y por último, lo que les distingue, dice, es el carácter popular. Buscan sensibilizar, pero sensibilizar pasándolo bien. “Se trata de ayudar a chicas que quieren estudiar hostelería. Y aquí tenemos a los mejores cocineros del mundo, tenemos el Basque Culinary Center, que es el “Harvard de la gastronomía” y eso nos ha llevado a armonizar esa necesidad de las chicas con esa virtualidad de los cocineros, que se han implicado muchísimo”.
Han organizado distintas cenas solidarias, pero incluso en esas iniciativas, no se han quedado solo en las chicas de África, sino que han querido homenajear a las etxekoandres, las mujeres de los grandes cocineros, quienes han sacado adelante su casa, la familia, los hijos, el restaurante, el negocio… reconociendo su labor, junto a algunas instituciones de carácter benéfico de la zona. Todo ello unido a lo popular, a lo tradicional, a lo folclórico. “De alguna forma se trata de unir lo que más nos gusta a una causa solidaria; ayudar a otros pasándolo bien”.
"Empresas con corazón": Cáritas Gipuzkoa
Cuando quedaban unos meses para su jubilación, el director de Cáritas Vizcaya, al que Mújika conocía desde hace años, le propuso que colaborase en “Empresas con corazón”: un proyecto dirigido a fomentar la participación de empresas en las iniciativas de Cáritas.
A Juan Carlos le gustó la idea, ya que al fin y al cabo él estudió Económicas, y este proyecto trataba de buscar la forma de armonizar la responsabilidad social corporativa que tienen las empresas con las necesidades de sus entornos.
Mújika aplica también aquí la misma regla del “cara y ojos”, porque no busca simplemente conseguir recursos económicos para sacar adelante iniciativas sociales, sino también sensibilizar. Por eso, antes de que los empresarios hagan una donación, les propone primero ir a conocer el lugar y las personas que se van a beneficiar de su ayuda. Si por ejemplo se trata de mejorar las instalaciones para acoger a personas sin techo, les invita primero a conocer el lugar donde duermen, a tocar las mantas y ver las duchas. Y después de esa experiencia, están en condiciones de hacer la donación. De esta forma nunca se les olvida esa aportación y le dan sentido.
Si algo destaca Juan Carlos de Cáritas es el buen ambiente y la amistad que ha establecido con el resto de voluntarios que ha ido conociendo: “son personas estupendas, muy generosas, que están dedicando parte de su tiempo a ayudar a otros; podrían estar tranquilamente en su casa, paseando o haciendo otras cosas, pero han elegido estar ahí, dándose a los demás”.
Fundación Arizmendiarrieta, de Mondragón
De una forma similar, el director de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa, al que Juan Carlos conocía, al enterarse de que se jubilaba, también le llamó para proponerle su colaboración en tareas de comunicación. A Mújika le atraía la figura de don Josemaría Arizmendiarrieta por cómo había conseguido encarnar la doctrina social de la Iglesia en el mundo del trabajo.
Al fin y al cabo, encontraba una cierta complementariedad con el espíritu del Opus Dei. San Josemaría Escrivá recuerda la llamada universal a la santidad y la santificación del trabajo y de la vida ordinaria, y Arizmendiarrieta lo que hace es materializar ese espíritu de trabajo en la empresa para llevar a cabo su función social.
Mújika explica: “Arizmendiarrieta no escribió un libro, lo que hizo fue impulsar a muchísimas personas para que esto lo llevaran a cabo. Cuando él dice: “transformar la empresa para transformar la sociedad”, está dando un sentido al trabajo y a la vida de muchísimas personas. He tenido la suerte de poder entrevistar a personas que conocieron a don Josemaría y vivieron el comienzo de las cooperativas, y todas coinciden en esto, en que para ellos fue un antes y un después. Su trabajo hasta entonces consistía en ir a la empresa, dedicarse a lo que fuera durante unas horas y se acabó. Pero cuando trabajas con la mentalidad de que eres propietario de la empresa, partícipe en la toma de decisiones, con oportunidades reales para formarte y aportar lo mejor de tus capacidades en tu trabajo, te implicas cien por cien. Si además, ves que los resultados también van destinados a invertir en las necesidades sociales que hay en tu entorno, pues evidentemente eso te cambia radicalmente el tipo de vida”.
Si durante su vida profesional Juan Carlos ha cambiado de ciudad de residencia varias veces, ha viajado a Estados Unidos y ha pasado por distintos empleos, no iba a ser menos ahora, estando jubilado, cuando dispone de más tiempo y sobre todo, de un gran bagaje profesional y vital que poner al servicio de los demás. La lista de países no termina sino que está abierta. En el fondo, sigue haciendo lo que siempre ha hecho y más le ha gustado: comunicar. Pero ahora, al servicio de los más necesitados.