Introducción al estudio de las visitas a enfermos hechas a partir de octubre de 1928

San Josemaría entre los enfermos de Madrid (1927-1931)

El largo período de tiempo que va de octubre de 1928 a septiembre de 1931 cuyo estudio iniciamos ahora, ofrece la dificultad a que hemos aludido poco antes. Efectivamente, desde que don Josemaría decidiera dejar de archivar los recados recibidos para visitar enfermos, son muy escasos los avisos de que disponemos, según puede apreciarse en el cuadro cronológico general (Apéndice II). Solamente pertenecen a este género los documentos nn. 64, de enero de 1929; 65, de febrero del mismo año; 71, de mayo de 1931 y, por fin, el último de todos los recados, el 76, de 31 de septiembre de 1931. A todas luces son insuficientes para establecer el ritmo y el número de visitas que en este tiempo pudo haber realizado Josemaría Escrivá de Balaguer.

Sin embargo, afortunadamente contamos con otras dos fuentes que nos permiten documentar que, a lo largo de estos sucesivos años, don Josemaría no dejó esta labor pastoral. Nos referimos, por una parte, a las relaciones testimoniales de un considerable número de damas apostólicas y de auxiliares que intervenían en este apostolado; y, por otra, a los Apuntes íntimos de san Josemaría. Nos alejaría del objeto de nuestro trabajo estudiar cada uno de los testimonios aportados por las damas y sus auxiliares. Pero sí es oportuno hacer constar que al rememorar los recuerdos que conservaban sobre la vida y actividad de don Josemaría en el Patronato de Enfermos, todas ellas son unánimes al afirmar que fue constante y ejemplar la dedicación del capellán a las visitas a enfermos durante todo el tiempo en que ellas trabajaban o colaboraban en ese apostolado. Algunas lo hicieron desde 1927 hasta 1931, otras durante otros períodos de tiempo más cortos53.

Recogemos como muestra el expresivo testimonio de la señora auxiliar Margarita Alvarado:

Recuerdo que en mi grupo estaban también Josefina Santos, Carmen del Portillo y Remedios González –estas dos últimas ya fallecidas– y más adelante Isabel y Magdalena Pla y Rosario, Emilia y Mª Luisa Zabaleta y algunas otras. Con don Josemaría teníamos mucho contacto, porque iba también a visitar y a confesar a los enfermos que nos llamaban de los distintos barrios de Madrid, especialmente de Vallecas, de Tetuán de las Victorias y de Ventas. Les llevaba la Sagrada Comunión los jueves, en un coche que prestaban a doña Luz Casanova. Los otros días iba en tranvía, o andando, como pudiera. A veces con mal tiempo, porque lo mismo se atendía a los enfermos en invierno que en verano.

Don Josemaría era muy bueno, estaba siempre disponible para todo, jamás nos ponía dificultades. Se interesaba mucho por todas aquellas personas y enseguida nos ponía al corriente de cómo estaban, de lo que necesitaban, de cómo podíamos ayudar a cada una y a quién convenía volver a visitar. El apostolado aquel era muy penoso y difícil: había que ir por los barrios extremos de Madrid, donde no sabíamos si nos iban a recibir bien o mal. Se necesitaba mucho espíritu de sacrificio, sobre todo en aquella época anterior a la república54.

Como decimos, otra fuente importante para estudiar esta etapa son los cuadernos de Apuntes íntimos . En ellos ha quedado constancia de algunas visitas, distintas de las documentadas por los avisos. Estos relatos de los Apuntes son muy enriquecedores, al darnos a conocer detalles humanos, apostólicos y espirituales que quedaban hasta ahora ocultos tras los escuetos datos que nos proporcionaban los avisos del Patronato de Enfermos. Pero no son suficientes para calcular el número de las visitas realizadas, si se tiene en cuenta que los Apuntes no tenían el carácter de un diario en el que san Josemaría dejara consignadas las actividades de cada jornada; y, por otra parte, sólo dan razón de visitas hechas a partir de junio de 1930, fecha en que se abre el primer cuaderno de sus Apuntes que se conserva.

Julio González-Simancas y Lacasa