Intelectuales y santos ante la crisis del coronavirus

El 26 de junio celebramos un nuevo aniversario del fallecimiento de San Josemaría Escrivá. Aunque hace 45 años, los santos, que estuvieron muy cerca de Dios, aportan elementos para enfocar adecuadamente las distintas crisis que se nos presentan. Así comienza este artículo de opinión publicado en el Faro de Melilla.

Faro de Melilla Intelectuales y santos ante la crisis del coronavirus (PDF)

Aunque no es fácil analizar con sosiego el momento que vivimos, desde el comienzo de la pandemia, intelectuales y pensadores intentan aportar algo de la luz. El otro día leía en Aceprensa una muestra.

En una extensa entrevista, Edgar Morin comenta que las incertidumbres que ha provocado la crisis “constituyen una oportunidad para comprender que la ciencia no consiste en verdades absolutas, sino que sus teorías son biodegradables a medida que se realizan nuevos descubrimientos”. Como otros, también Morin admite que la experiencia del confinamiento tal vez contribuya a modificar las actitudes vitales, dando lugar a una existencia más saludable, tanto económica como ecológicamente.

En una posición muy diferente, para Slavoj Žižek la pandemia marca el fin del capitalismo e invita a una reorganización global “que pueda controlar y regular la economía, así como limitar la soberanía de los Estados nacionales cuando sea necesario”.

Para otros, la necesidad de vigilar la salud ha encendido las alarmas frente al recorte de las libertades y el refuerzo del poder del Estado. John Gray predice el repliegue de la globalización y el retorno de un estatalismo hobbesiano, que obligaría a postergar el valor de la autonomía y a dar más importancia a las demandas de seguridad de los ciudadanos, lo que los dejaría inermes frente al poder.

No faltan los que presentan una visión apocalíptica, como el coreano Byung-Chul Han, que vaticina una erosión de la cooperación y la solidaridad y, por tanto, una versión más dantesca del capitalismo. Un futuro sin esperanza.

En una posición muy diferente, Rémi Brague mantiene que la situación creada por el coronavirus ha quebrado la primacía de la economía, posponiendo la búsqueda del lucro para atender a los más vulnerables. También ha revelado la ambivalencia del hombre ante la muerte. De un lado, el ser humano se enfrenta a ella y emplea todos los recursos a su alcance para detenerla; por otro, la ve como algo supremo, distinto de cualquier otra experiencia.

Podríamos seguir; pero quiero centrarme en que el 26 de junio celebramos un nuevo aniversario del fallecimiento de san Josemaría Escrivá. Aunque hace 45 años, los santos, que estuvieron muy cerca de Dios, aportan elementos para enfocar adecuadamente las distintas crisis que se nos presentan, con una visión complementaria a la de muchos intelectuales.

Con 16 años vivió la crisis de la gripe española (1918-1920), que causó más de 50 millones de muertos en todo el mundo y que seguro dejó una huella profunda en su corazón juvenil, que estaba preparándose para algo grande que le pedía Dios.

Hemos visto estos días hospitales abarrotados, colas esperando recibir su ración de comida. San Josemaría llevaba a los pobres, a los enfermos, a los niños en su corazón, y transmitió a las personas que le seguían el mismo amor a quienes el Papa Francisco llama hoy víctimas de la “cultura del descarte”. Escribía en Camino: “-Niño. –Enfermo. –Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula. Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son Él (Jesucristo)”. Y en Surco leemos estas palabras, de profundidad teológica: “Los pobres –decía aquel amigo nuestro- son mi mejor libro espiritual y el motivo principal para mis oraciones. Me duelen ellos, y Cristo me duele con ellos. Y, porque me duele, comprendo que le amo y que les amo”. En definitiva san Josemaría nos diría que el sufrimiento de tantas personas nos ha de llevar a amarles más y a basar este amor en Cristo.

Predilección por los pobres y enfermos y fomento de la justicia social

El fundador del Opus Dei no se quedaba tranquilo frente a las injusticias sociales. Afirmaría con claridad que el que desea ser justo a los ojos de Dios se esfuerza también en hacer que la justicia se realice de hecho entre los hombres. Movía los corazones de las personas para que remediaran tantas situaciones de injusticia a la vez que se veía impulsado a buscar medios para revertir las situaciones de pobreza y miseria de tantas personas. Respetando el legítimo pluralismo que existe a la hora de encontrar las soluciones técnicas para resolver las emergencias sociales, no dejaba de recordar a todos que parte central del Evangelio es la predilección por los pobres y enfermos, que deben gozar de los mismos derechos que los demás hombres.

A la vez consideraba que la justicia sola no basta. “La caridad ha de ir dentro y al lado, porque lo dulcifica todo. Dios es amor (…). Para llegar de la estricta justicia a la abundancia de la caridad hay todo un trayecto que recorrer (…) “llevad los unos las cargas de los otros” (San Pablo), y así cumpliréis la ley de Cristo” (san Josemaría). Hemos visto estos días ejemplos emocionantes de tantas personas que, desinteresadamente, han llevado sobre sus hombros el sufrimiento de otros.

Procuró remediar las situaciones de injusticia en una doble dirección: formar el sentido social en las conciencias de miles –millones de hombres y al mismo tiempo, a lo largo de su vida, alentó innumerables iniciativas en servicio de los más necesitados: institutos de formación profesional, dispensarios médicos, escuelas agrarias, centros de formación para empleadas del hogar, y un largo etcétera.

Valga un ejemplo. En un encuentro de san Josemaría con un grupo muy numeroso de personas, se levantó un señor de marcados rasgos orientales y le contó que hace pocos años tuvo que cerrar su empresa por grandes dificultades económicas. Pero pensó, no puedo dejar a 1.200 trabajadores en la calle. Y montó una cooperativa para ir consiguiendo trabajo para el mayor número de sus empleados. “Padre, continuó, si no fuera por la formación que he recibido en el Opus Dei, nunca se me hubiera ocurrido esto”.

He procurado resumir algunas claves que san Josemaría nos daría, para salir adelante con esperanza: el amor de predilección hacia los pobres y los enfermos y un compromiso personal por fomentar la justicia a todos los niveles, justicia que alcanza su plenitud cuando va unida a la caridad.

Faro de Melilla