Ingeniero Del Portillo

Artículo con motivo de la beatificación de Álvaro del Portillo

FUE ingeniero de Caminos antes que cura y obispo. Y fue antes también doctor en Historia y en Derecho Canónico. Era razonablemente sabio y extremadamente cariñoso. Pasado mañana será proclamado beato. Hablo de Álvaro del Portillo, cuya biografía nos es mejor conocida más allá de su condición de continuador del Opus Dei después del fallecimiento de san Josemaría Escrivá.

Del Portillo venció su timidez natural y fue por todas partes predicando concordia en familias y entre etnias. Sintió el mal de África y alentó Harambee, un tejido de dispensarios, escuelas y universidades por ese continente.

Una actividad mejor conocida ahora, post mortem, es la de consultor y miembro de Comisiones en el Concilio Vaticano II. Consumió millones de horas y acabó como empezó, de cura de a pie (lo de obispo es posterior). Dejó fama de cumplidor de plazos, ejecutor de encargos, cuidadoso redactor de informes, conductor eficaz de grupos de trabajo constituidos por cardenales, arzobispos, obispos y más 45 expertos, de once países distintos: un campo minado.

De él apetezco para mí su laboriosidad continua, un trabajo hecho sin vanidad; afable con sus colaboradores y acogedor sin fisuras. Celebrar la Santa Misa a diario e hizo una hora diaria de oración.

Entre 1975 y 1994 llevó el Opus Dei a veinte nuevos países y cuidó mucho de llevar vocaciones al seminario. A los suyos les pedía amor a la Iglesia, comprensión de la cultura actual, actualización científica y anhelo de santidad. Programón de vida.

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Mario Clavell

El Corrego Gallego