Historia de un pediatra

Juan Cardesa, Catedrático de Pediatría y Jefe del Departamento de Pediatría del Hospital Universitario se ha jubilado recientemente.

Juan en el Hospital

Acabo de jubilarme como Catedrático de Pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura, en Badajoz y como Jefe del Departamento de Pediatría del Hospital Universitario.

Comencé los estudios de Medicina en Zaragoza, en 1957, en el Colegio Mayor Miraflores, donde conocí el Opus Dei. En 1961 me trasladé a Sevilla para continuar la carrera, y comencé a residir en el Colegio Mayor Guadaira, donde pedí la admisión como Supernumerario. Al acabar la Licenciatura, me especialicé en Pediatría.

En 1968 me casé con Alegría, y en 1977 nos trasladamos a Badajoz. Tenemos ocho hijos, a quienes hemos podido dar una educación cristiana, al igual que a mis nietos. Como toda familia numerosa, hemos tenido momentos difíciles, que siempre hemos interpretado como buenos, y que hemos ofrecido a Dios con alegría y con agradecimiento. En el año 2008, con motivo de los 40 años de matrimonio, acudimos todos a Roma, para agradecer a Dios tantos favores.

Juan con sus nietos

En mi trabajo profesional, he compaginado la docencia con la asistencia y la investigación. He tratado con alumnos, colegas, niños y padres. Y también con “papeles”, pero teniendo siempre en mente que San Josemaría nos decía que detrás de los “papeles” hay almas. Como referente tengo presente y encomiendo mi labor profesional al Siervo de Dios Ernesto Cofiño, Catedrático de Pediatría en Guatemala. 

En la docencia universitaria, he contado con la ayuda de magníficos profesionales en el Hospital. La Pediatría es una especialidad médica que tiene un estrecho vínculo con la genética y con las malformaciones congénitas, donde se enseñan los fundamentos éticos del actuar médico en defensa de la vida no nacida. El Catedrático de Pediatría que me ha sucedido es discípulo mío y me ha pedido que continúe con la enseñanza teórica, incluidos los aspectos relativos a la educación de los hijos. 

Con su mujer

En general, los médicos tenemos un gran ascendiente sobre los pacientes, y en el caso de los pediatras, también sobre la familia. Podéis pensar que debe ser complicado tratar a niños que aún no saben explicar dónde les duele, pero no es así. El niño no dice dónde le duele, pero cuando es pequeño tampoco induce a error. Es decir, lo que expresa es que hay una realidad detrás que no trata de modificar. Las personas mayores sí pueden disimular; algo que los niños pequeños no hacen. Además, siempre he tenido la sensación de que el Ángel Custodio está especialmente pendiente de los niños cuando van al médico y es un buen aliado a la hora de tranquilizar a los padres. 

Siempre aconsejo a los padres que les digan siempre la verdad a los niños; la que ellos puedan entender según su edad; que les dediquen tiempo a estar y hablar con ellos; que no les consientan caprichos y, si lloran, que no les hagan caso, aguantando con paciencia y con cariño; y cuando lloren por un daño real, que acudan inmediatamente a atenderlo; así los niños aprenden que pueden apoyarse en sus padres para lo que realmente necesiten y que ese apoyo es un fundamento sólido.

De los padres de los niños con problemas he podido aprender la capacidad de querer, entregándose al cuidado de los hijos. Cada día, procuro santificar el trabajo ordinario y mi vida cotidiana. Gracias a Dios, trabajo no me falta. Además, mi familia se ha hecho más grande: para ellos y para mis amigos dispongo ahora de más tiempo.