En 1928, san Josemaría Escrivá recibió la luz fundacional del Opus Dei en Madrid (España). Comenzó a extender el mensaje de la llamada universal a la santidad entre universitarios y trabajadores. Tras la guerra mundial, comprendió que era el momento de extender esa llamada a los cinco continentes.
Esa obra –universal, y por tanto católica- solo podía emprenderse cerca del Papa, sucesor de san Pedro. Además, era necesario buscar ante la Santa Sede un reconocimiento jurídico del Opus Dei, una tarea para el que Álvaro del Portillo se había trasladado a Roma unos meses antes.
Antes de acudir a Roma en barco, san Josemaría preparó con oración su viaje ante la Virgen de la Merced, en Barcelona. Recogemos un resumen de aquellos días:
Oración en Barcelona antes del viaje
(de “Mis recuerdos”, de José Orlandis. Ed. Rialp)“El viernes, 21 de junio, era el día en que san Josemaría había de emprender el viaje por mar con destino a Italia. El Padre dirigió la meditación a sus hijos que en aquel momento le acompañaban.
“Comenzó su oración con una cita del Evangelio de san Mateo, donde se recogen las palabras de San Pedro después de que el joven rico se alejara triste, por haberle faltado a la generosidad para corresponder a la llamada de Cristo: “Ya ves –dijo- que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué será de nosotros?”. Todavía dijo el Padre algo más en aquella inolvidable oración de despedida: pidió a sus hijos que extremasen el cuidado de la fraternidad, el cariño entre ellos”.
“A primera hora de la mañana, san Josemaría fue con alguno de nosotros a la basílica de la Merced y allí, a los pies de la Virgen, se encomendó filialmente a Ella y puso especialmente en sus manos el gran asunto que estaba pendiente en Roma”.
Viaje a Roma en el barco J.J. Sister
(de “Mis recuerdos”, de José Orlandis. Ed. Rialp)
“Apenas rebasada la bocana del puerto de Barcelona, comenzaron a sentirse unos bandazos alarmantes (...). Lo peor que quizá tienen los temporales en el mar es que parece que no acaban nunca. Aquel que padecimos en este viaje debió durar entre 15 y dieciocho horas: toda la noche y buena parte de la mañana del sábado 22 de junio”.
“El Padre [san Josemaría] lo pasó muy mal. Pero, aunque parezca mentira nunca perdió, no ya el ánimo, sino incluso la alegría y el buen humor: ‘¡Padre –le dije en alguna ocasión- no se preocupe que estamos en el Golfo de León y aquí la mar es siempre muy mala!’ ‘Pues hay que ver –me respondió- de qué manera el diablo ha metido el rabo en el golfo de León! ¡Está visto que no le hace ninguna gracia que lleguemos a Roma!”.
Y en algunos momentos en que el barco zarandeado por el oleaje adoptaba posturas inverosímiles, me decía en tono de broma: “¡Pepe, que me parece que vamos a volver a Madrid convertidos en merluza!”.
El temporal retrasó varias horas la llegada del J.J. Sister al puerto de Génova.
La llegada a Roma
(De “El Fundador del Opus Dei”, tomo 3)
El 23 de junio de 1946 (...) llegaron a vista de Roma. Cuando el Padre divisó, recortada en el horizonte, a la luz del crepúsculo, la cúpula de san Pedro, se conmovió visiblemente y recitó el Credo en voz alta. El pensamiento de que estaba en Roma, la realidad de ese momento, tan largamente acariciado, iba calando en su mente y levantaba recuerdos de otros tiempos, más o menos lejanos. No terminaba de creérselo.
Primera noche junto al Vaticano
(Discurso de Mons. Javier Echevarría, 14-IX-2005)
Desde la pequeña terraza de una casa que se asoma a Piazza Cittá Leonina, muy cercana a este lugar, el Fundador del Opus Dei pasó la noche en vela de oración, rezando por la Iglesia y por el Romano Pontífice.
Se cumplía entonces uno de los grandes sueños de su vida: venir a Roma videre Petrum, para visitar la tumba del Apóstol y estar cerca de su Sucesor, il dolce Cristo in terra [el dulce Cristo en la tierra], como le gustaba llamar al Papa tomando en préstamo una feliz expresión de Santa Catalina de Siena.
A pesar de este deseo suyo, dejó pasar varios días antes de cruzar el umbral de la Basílica, para ofrecer al Señor un sacrificio pequeño pero costoso.
Oración por el Santo Padre en su primer día romano
(De “El Fundador del Opus Dei”, tomo 3)
Unos años más tarde, invitará a sus hijos a dar rienda suelta a la imaginación, para captar el hechizo espiritual de aquella noche de junio consumida a la vera del Papa: “Pensad con cuanta confianza recé por el Papa, aquella primera noche romana, en la terraza, contemplando las ventanas de las habitaciones pontificias”. (...)
Desde la terraza, con los ojos alzados a las habitaciones pontificias –del aposento del Vicario de Cristo sobre la tierra, volvía con insistencia, con tozudez, al meollo de su oración: Ecce nos reliquimus omnia... Esa noche de oración marcaba el comienzo de la fundación en Roma.
Recorrido en fotos en la página de san Josemaría Escrivá (www.josemariaescriva.info).