La formación de los sacerdotes para ofrecer una atención pastoral positiva y profunda

"Es preciso estudiar constantemente la ciencia de Dios, orientar espiritualmente a tantas almas, oír muchas confesiones, predicar incansablemente y rezar mucho, mucho, con el corazón siempre puesto en el Sagrario". San Josemaría, en la homilía “Sacerdote para la eternidad”.

  1. Introducción
  2. La formación permanente de los sacerdotes del Opus Dei
  3. Alegría y serenidad en la vida diaria
  4. Una continua y profunda conversión de los corazones

Introducción

San Josemaría fomentaba la búsqueda de la santidad, dentro de nuestras personales limitaciones, en el trabajo y en las circunstancias ordinarias de cada uno. Para esto animaba a todos los fieles de la Obra y a quienes se acercan a sus apostolados a contar, en la medida de sus posibilidades, con una buena preparación profesional. Así remarcaba que el afán por encontrar a Dios no se puede dar por hecho ni depende solo de buenas intenciones; debe ir acompañado del esfuerzo por poner los medios humanos que estén a nuestro alcance para secundar la gracia de Dios. Y, entre estos medios, uno al que daba mucha importancia, era la formación permanente.

“El panorama es tan vasto que jamás podremos decir: ¡ya estoy formado! Nosotros nunca decimos basta. Nuestra formación no termina nunca: todo lo que habéis recibido hasta ahora es fundamento para lo que vendrá después”[1], explicaba.

La necesidad de formarse y cuidar la actualización permanente en las enseñanzas de la Iglesia y en los modos de atender a las personas también es necesaria para los presbíteros.

“Prestar al Señor la propia voz reclama confianza con Él; requiere escuchar la voz de Dios e incorporarla a la vida propia. Para adquirir esa familiaridad, san Josemaría indica dos caminos imprescindibles: la vida de oración y el estudio. El sacerdote ha de dedicar tiempo a estudiar y meditar la Sagrada Escritura y a profundizar en su formación teológica, para que resuene fielmente la voz de Cristo, que habla en su Iglesia”[2].

San Josemaría lo señalaba así expresamente a los sacerdotes del Opus Dei: «La predicación de la palabra de Dios exige vida interior: hemos de hablar a los demás de cosas santas, ex abundantia enim cordis, os loquitur (Mt 12, 34); de la abundancia del corazón, habla la boca. Y junto con la vida interior, estudio: (...) Estudio, doctrina que incorporamos a la propia vida, y que sólo así sabremos dar a los demás del modo más conveniente, acomodándonos a sus necesidades y circunstancias con don de lenguas»[3].

Los sacerdotes incardinados en la Prelatura se ordenan, en palabras de san Josemaría, “para servir. No para mandar, no para brillar, sino para entregarse, en un silencio incesante y divino, al servicio de todas las almas. (…) para ser, nada más y nada menos, sacerdotes-sacerdotes, sacerdotes cien por cien”[4].

Los estudios civiles que han realizado los candidatos al sacerdocio en el Opus Dei constituyen la base para iniciar los eclesiásticos con sentido de profesionalidad y para ilusionarse con una esmerada preparación para su ordenación. Todos cursan una licenciatura en facultades eclesiásticas y la mayoría alcanzan el grado de doctor. Durante esos años viven en centros internacionales de formación, sedes del seminario de la Prelatura, que complementan los estudios académicos con la formación humana, pastoral y espiritual que requiere el sacerdocio.

La formación permanente de los sacerdotes del Opus Dei

Los sacerdotes han sido ordenados “para hablar sólo de Dios, para predicar el Evangelio y administrar los Sacramentos. Esa es, si cabe expresarse así, su nueva labor profesional, a la que dedican todas las horas del día, que siempre resultarán pocas: porque es preciso estudiar constantemente la ciencia de Dios, orientar espiritualmente a tantas almas, oír muchas confesiones, predicar incansablemente y rezar mucho, mucho, con el corazón siempre puesto en el Sagrario, donde está realmente presente El que nos ha escogido para ser suyos, en una maravillosa entrega llena de gozo, aunque vengan contradicciones, que a ninguna criatura faltan”[5].

Para este servicio, se requiere de una profunda vida interior y una constante formación teológica y pastoral tras recibir el sacramento del Orden. Por eso, todos los sacerdotes continúan formándose para desempeñar bien su ministerio en servicio de las almas. En el caso del Opus Dei, esa actualización permanente concreta las exigencias establecidas por la Santa Sede con las propias de la Obra, de acuerdo al siguiente plan general:

  1. Luego de la ordenación y de la pastoral especialmente variada que ejercitan durante los primeros seis meses, se sigue un curso de formación pastoral personal a lo largo de un año y medio más, que les permite resolver dudas y dificultades en las diversas tareas de su nuevo ministerio.
  2. Con el fin de renovar las facultades ministeriales para celebrar los sacramentos y predicar, durante varios años tienen que superar exámenes de teología y profundizan en la aplicación de principios morales a situaciones concretas. Inicialmente, la renovación de las facultades ministeriales se concede por 1 año, luego por 3, después por 5 y finalmente por 7 años, tras lo que pueden acceder a facultades sin fecha determinada.
  3. Dentro de la formación permanente, aconsejada en el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros, publicado en la página web de la Santa Sede, cada año participan de un plan de reuniones de actualización pastoral, conforme al canon 279 del Código de Derecho Canónico, que les permite repasar aspectos litúrgicos y morales relacionados con el ministerio sacerdotal, nuevos documentos del Papa, comentar experiencias pastorales, entre otros aspectos.
  4. Y, una vez al año, asisten a una semana de estudios en la que se repasan cuestiones pastorales con un enfoque tanto teórico como práctico.

Esta formación se ha complementado con algunas iniciativas que permiten mejorar aún más la preparación ministerial de cada sacerdote.

Por ejemplo, la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma y las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra, junto con hacer realidad el deseo de san Josemaría de contar con centros superiores de estudios eclesiásticos al servicio de toda la Iglesia, ofrecen cursos de actualización teológica y pastoral a sacerdotes que ya han ejercido su ministerio y quieren mejorar su formación. Estos programas son organizados por las facultades de Teología, Derecho Canónico, Filosofía y Comunicación Social Institucional.

Alegría y serenidad en la vida diaria

Los sacerdotes del Opus Dei habitualmente viven en la sede de un centro de la Obra con otros adultos –sacerdotes y laicos– o bien acuden a ellos con mucha frecuencia, y ese ambiente de familia y fraternidad les facilita compartir y desarrollar amistades, prestar servicios a los demás y colaborar en los cuidados materiales del hogar. De este modo, además de compartir aspectos de su vida cotidiana de modo familiar con otras personas de la Prelatura y facilitar la atención de las labores apostólicas, participan de los medios de formación que reciben todos los fieles del Opus Dei: tanto laicos como sacerdotes acuden semanalmente a una sesión de formación y una vez al mes a un retiro espiritual de varias horas; y una vez al año asisten a sesiones de actualización en materias teológicas y realizan un retiro espiritual de cinco días.

San Josemaría pedía oración por los sacerdotes, para que fueran siempre “sacerdotes fieles, piadosos, doctos, entregados, ¡alegres!”[6]. Para favorecer estas cualidades y para crecer en su vida espiritual personal, dentro del ámbito de su formación humana y espiritual, los sacerdotes del Opus Dei, al igual que los laicos de la Prelatura, reciben acompañamiento espiritual y suelen confesarse semanalmente. Los fieles de la Prelatura, sacerdotes y laicos, se ayudan por medio de la corrección fraterna, con alguna sugerencia que les sirva para mejorar un aspecto de su carácter o para luchar contra algún defecto.

Una continua y profunda conversión de los corazones

“Me parece que a los sacerdotes se nos pide la humildad de aprender a no estar de moda, de ser realmente siervos de los siervos de Dios –acordándonos de aquel grito del Bautista: illum oportet crescere, me autem minui (Ioan 3, 30); conviene que Cristo crezca y que yo disminuya–, para que los cristianos corrientes, los laicos, hagan presente, en todos los ambientes de la sociedad, a Cristo. La misión de dar doctrina, de ayudar a penetrar en las exigencias personales y sociales del Evangelio, de mover a discernir los signos de los tiempos, es y será siempre una de las tareas fundamentales del sacerdote. Pero toda labor sacerdotal debe llevarse a cabo dentro del mayor respeto a la legítima libertad de las conciencias: cada hombre debe libremente responder a Dios. Por lo demás, todo católico, además de esa ayuda del sacerdote, tiene también luces propias que recibe de Dios, gracia de estado para llevar adelante la misión específica que, como hombre y como cristiano, ha recibido”[7]

El Papa se ha referido con claridad al cuidado de la libertad de los fieles, especialmente frente a los abusos conocidos en la sociedad y en la Iglesia. En su Carta Apostólica “Vos estis lux mundi de 2019 decía: “Para que estos casos, en todas sus formas, no ocurran más, se necesita una continua y profunda conversión de los corazones, acompañada de acciones concretas y eficaces que involucren a todos en la Iglesia, de modo que la santidad personal y el compromiso moral contribuyan a promover la plena credibilidad del anuncio evangélico y la eficacia de la misión de la Iglesia”[8].

El Prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz ha hecho suyas estas indicaciones en sus últimas cartas. En octubre de 2020, refiriéndose precisamente a los sacerdotes, señala: “Siendo siempre muy cercanos a todos, procurad mantener un tono humano adecuado, la gravedad sacerdotal en el modo de presentaros, en las conversaciones, etc. Hijos míos, si san Josemaría decía a todos que «es de Cristo de quien hemos de hablar, y no de nosotros mismos», los sacerdotes os esforzáis especialmente por no brillar, por no ser protagonistas, procurando que el protagonismo y el brillo de vuestra vida sean los de Jesucristo”[9].

Frente a las difíciles circunstancias de nuestro tiempo, el Papa no ha querido dejar de expresar su reconocimiento a tantos y tantos sacerdotes que viven con gran dedicación su entrega fiel a Dios y los demás. Con ocasión del 160 aniversario del fallecimiento del Santo Cura de Ars, patrono de los sacerdotes, Francisco les agradeció especialmente: “Gracias por la alegría con la que han sabido entregar sus vidas, mostrando un corazón que con los años luchó y lucha para no volverse estrecho y amargo y ser, por el contrario, cotidianamente ensanchado por el amor a Dios y a su pueblo; un corazón que, como al buen vino, el tiempo no lo ha agriado, sino que le dio una calidad cada vez más exquisita; porque «eterna es su misericordia»”[10].

Siguiendo estas orientaciones, en la Prelatura del Opus Dei se han querido reforzar las medidas de prevención de abusos y la formación permanente de los sacerdotes que ofrecen atención pastoral individual a través del acompañamiento espiritual y el sacramento de la penitencia. Esta formación permite ayudar a los sacerdotes a mantener viva su identificación sacramental con Cristo y prestar un servicio positivo a los demás en su búsqueda espiritual.


[1] San Josemaría, Notas de una reunión familiar, 18-VI-1972, citado por J. Echevarría, Carta sobre la nueva evangelización, 11-XII-2012.

[2] Mons. Javier Echevarría, Las enseñanzas de San Josemaría para los sacerdotes, 28 marzo 2009. Conferencia sobre el sacerdocio con motivo de un aniversario de la ordenación de San Josemaría.

[3] San Josemaría, Carta 8-VIII-1956, n. 25.

[4] San Josemaría, Amar a la Iglesia, cap. 3, n. 35.

[5] Ibíd. n. 36.

[6] San Josemaría, Amar a la Iglesia, cap. 3, n. 50.

[7] Ibíd. n. 59.

[8] Francisco, Carta apostólica en forma de “Motu Proprio”, “Vos estis lux Mundi”, 2019.

[9] Mons. Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 28 de octubre 2020, n. 22.

[10] Francisco, Carta del Santo Padre Francisco a los sacerdotes en el 160° aniversario de la muerte del Cura de Ars.